Los niños apátridas de Suiza
Ercilia Sarmiento nació en Suiza hace 16 años. Es de padres chilenos, pero no posee la nacionalidad de sus progenitores ni la del país donde nació, Suiza.
En términos jurídicos es una niña apátrida; es decir, una niña de ninguna parte, sin registro de identidad nacional.
Su situación no es única, pero en el caso de los chilenos constituye una anacronía y un asunto político pendiente. Desde el punto de vista jurídico, tanto las autoridades chilenas como suizas se escudan en sus respectivas leyes sobre la nacionalidad.
Suiza, un país bastión del derecho internacional humanitario, alberga una gran cantidad de niños apátridas, especialmente hijos de refugiados africanos. Tal estatuto se contradice con la convención de Naciones Unidas sobre los derechos del niño que estipula que todo niño tiene derecho a una patria y a una nacionalidad.
Herencia de la guerra fría
La condición de apátrida fue muy común durante los años de la guerra fría y afectó sobre todo a los hijos de refugiados políticos provenientes de países comunistas. Los respectivos gobiernos no reconocían la nacionalidad de sus padres, medida que se aplicaba como castigo por la deserción política de los progenitores.
Es una situación que se genera además por la aplicación de dos sistemas diferentes de la ley de la nacionalidad. Suiza se rige hasta hora por el derecho de sangre y supone que un niño extranjero nacido en Suiza posee la nacionalidad de sus padres. Ese es el derecho que aplica la mayoría de los países europeos.
En cambio los países latinoamericanos se basan en el derecho de suelo, es decir, se privilegia el lugar de nacimiento del niño, que, por lo tanto, adquiere la nacionalidad del país donde nació. Pero también se lo aplica de forma combinada con el derecho sanguíneo, como sucede en Canadá, Estados Unidos, Australia y otros países de fuerte colonización europea.
Matices del caso chileno
En la aplicación del derecho de suelo, el problema se plantea cuando los hijos nacen en el extranjero y donde, además, rige el derecho de sangre. La mayoría de los países latinoamericanos ha resuelto el asunto aplicando el derecho sanguíneo. Menos Chile.
En 1981, la dictadura del general Pinochet decidió castigar políticamente a los exiliados que desde el extranjero combatían y denunciaban su régimen represivo. Abolió la posibilidad de conceder la nacionalidad a los hijos de padres chilenos nacidos en el extranjero y por efecto de la ley vino al mundo toda una generación de hijos apátridas.
Pero Chile ya vive en democracia desde los comienzos de la década de los años 90 y, sin embargo, el Parlamento aún no ha logrado resolver el problema. Frente a esta situación se ha incorporado un parche legal concediendo el denominado ‘título de viaje’, documento que considera al apátrida como a una persona “potencialmente chilena”, una interpretación jurídica ambigua y poco práctica. Para ser chileno, los apátridas deben residir al menos durante un año en Chile antes de presentar la solicitud de nacionalidad.
En muchos países, esto favoreció el cambio de nacionalidad para los hijos del exilio, que adoptaron inmediatamente la del país donde nacieron.
La excepción helvética
No sucedió lo mismo en el caso suizo. La nacionalidad para los hijos de extranjeros se adquiere por naturalización facilitada después de 10 años de residencia ininterrumpida en el país, y es un trámite que debe solicitarse, no es un derecho adquirido.
En el caso de los niños apátridas la ley actual permite solicitar la ‘naturalización facilitada’, pero sólo al cabo de algunos años de escolaridad. Para los hijos de refugiados, la Confederación otorga también un “Título de viaje” sobre la base de la Convención de Ginebra de 1952, pero este documento no prejuzga sobre la nacionalidad del portador.
Tanto en este documento como en el título de viaje creado por las autoridades chilenas, en el reglón nacionalidad figura: ninguna.
En Berna, los funcionarios de la Oficina Federal de Inmigración, Integración y Emigración (IMES) estiman que se trata de una situación transitoria, y que de todos modos ellos inscriben a los hijos de extranjeros con la nacionalidad que poseían sus padres. De esta forma, jurídicamente no existe un registro de apátridas. Por eso es difícil establecer la lista de cuántos son en Suiza.
El diputado por el cantón de Vaud, Joseph Sysyadis planteó en el Parlamento, en 1999, otorgar en forma automática la nacionalidad suiza a los hijos apátridas. La demanda fue rechazada porque sus colegas estimaron que este problema estará resuelto en la nueva ley de la nacionalidad que facilita su adquisición para los hijos de la tercera generación de extranjeros nacidos en Suiza.
Pero esa ley ya ha sido impugnada por los partidos nacionalistas que se han lanzado a la recolección de firmas para lanzar un referéndum que impida su aplicación. Entretanto, los apátridas tendrán que armarse de paciencia y esperar.
Este reportaje continúa en ‘más sobre el tema’.
swissinfo, Alberto Dufey
La mayoría de niños apátridas provienen de países africanos, como Etiopía, Ruanda, Somalia, Burkina Faso, Mozambique y Gambia.
Además de Chile, otros hijos de refugiados latinoamericanos en Suiza son apátridas ante la imposibilidad de obtener documentos nacionales: Colombia y Cuba.
10 mil chilenos se encuentran inscritos en el consulado.
Pero sólo 4 mil están registrados como extranjeros en Suiza.
La diferencia en las cifras se debe a que muchos doble nacionales o naturalizados se inscriben en el consulado para no perder la nacionalidad chilena.
Más de 200 son los hijos apátridas, según fuentes de organizaciones de chilenos.
El Consulado considera que no son más de 100.
Suiza considera que es Chile que debe resolver el problema de la nacionalidad chilena.
La Confederación otorga la posibilidad de ‘naturalización facilitada’ a los hijos apátridas.
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