«Por la libertad, sin miedo»
Bajo ese título, la secretaria general de Amnistía Internacional (AI), Irene Khan, plantea un panorama general sobre la situación de los derechos humanos en el mundo.
Manon Schick, vocera de AI para la Suiza de expresión francesa, analiza para swissinfo los elementos que inquietan al organismo con respecto a la Confederación Helvética.
«El miedo engendra la desconfianza, destruye nuestra pertenencia común a la humanidad. Cuando consideramos a los otros como una amenaza, cuando estamos dispuestos a comprometer sus derechos para garantizar nuestra seguridad, nadie resulta ganador», anota Irene Khan en su introducción al informe de Amnistía Internacional sobre los derechos humanos en 2006.
El texto, difundido el miércoles 23 de mayo en Suiza, consagra algunos párrafos a la situación de las garantías individuales en este país, con especial énfasis en las nuevas leyes de asilo y extranjería que, tras un enorme debate, fueron aprobadas por la ciudadanía en referéndum, el 24 de septiembre de 2006.
Los nuevos lineamientos, que en términos generales endurecen la posición de Berna con respecto a la inmigración, fueron considerados por sus detractores como inhumanos y por sus defensores, como la mejor solución contra eventuales abusos. (En más sobre el tema: Extranjería: la población suiza tiene la palabra).
El racismo, un fenómeno latente
«El año pasado ya criticamos mucho las nuevas leyes de asilo y de inmigración y, desafortunadamente, fueron aprobadas en septiembre pasado. Y eso significa ahora una restricción muy grave del acceso al asilo en nuestro país», destaca Manon Schick.
En su decir, ese es el problema más grave que Amnistía Internacional busca destacar en el informe con respecto a Suiza, pero también subraya el flagelo de la violencia contra las mujeres. (En más sobre el tema: ¿Cuál es el destino de las inmigrantes maltratadas?).
En su capítulo sobre Suiza, el informe de Amnistía Internacional se refiere también al fenómeno del racismo y recuerda que tras una visita al país, el relator de la ONU sobre el racismo, Doudou Diène, señaló que en Suiza hay un racismo muy presente en el debate político.
De cara a las elecciones
«Y creo que ahora se ve mucho también en las discusiones de preparación para las elecciones federales, en octubre, porque algunos partidos utilizan el miedo hacia los otros, el miedo al Islam, el miedo a los extranjeros para hacer su política. Es un problema muy grave», destaca nuestra interlocutora.
Refiere que el racismo no es un fenómeno nuevo y que no va a desaparecer de un día para el otro.
«No es nuevo, lo que destacó el relator es que este miedo, este racismo, crea en Suiza un ambiente muy especial que no es positivo. No es algo que muestre que las autoridades están intentando todo para rechazarlo, para sancionar a los responsables y eso es preocupante porque las autoridades deben mostrar una actitud muy firme».
Con respecto a las extradiciones en virtud de garantías diplomáticas, la vocera suiza de Amnistía Internacional señala que la ONG conoce tres casos de personas de Turquia que van a ser extraditadas.
«Y eso es muy grave porque puede ser ocasión de tortura. Salieron de su país por amenazas muy graves y no podemos aceptar la actitud de nuestro gobierno de decir que podemos rechazar ahora a esas personas».
Un mensaje equivocado
En lo que toca a las detenciones administrativas previstas por la nueva ley, que incluyen la prisión hasta por 24 meses para los adultos y hasta 12 meses para los jóvenes de 15 a 18 años que no dejen el país cuando el asilo les ha sido rechazado, Manon Schick enfatiza:
«Creo que Suiza no da una señal muy respetuosa de los derechos humanos y, sobre todo, de los derechos de los refugiados, y eso nos entristece mucho porque Suiza es el país depositario de las Convenciones de Ginebra y de las Convenciones sobre Refugiados. También el Alto Comisionado para los Refugiados está en Ginebra y tenemos que dar un ejemplo a los otros países. Y mientras encarcelamos a la gente, no mostramos un ejemplo de un país respetuoso de los derechos humanos».
swissinfo, Marcela Águila Rubín
Amnistía Internacional fue fundada en 1961 por el abogado británico Peter Benenson.
Su campaña contra la tortura le valió el Premio Nobel para la Paz en 1977.
Según su informe del 2007, la organización cuenta con más de dos millones de simpatizantes en más de 150 países.
En su informe de 300 páginas sobre la situación de los derechos humanos en el mundo a lo largo del 2006, la ONG denuncia la guerra contra el terrorismo lanzada por Estados Unidos y que lleva a Washington a considerar al mundo «como un gigantesco campo de batalla».
«Como en tiempos de la Guerra Fría, escribe Irene Khan, secretaria general de la organización, las decisiones se inscriben en un clima de miedo, suscitado y alimentado por dirigentes sin escrúpulos».
El imperativo de la seguridad nacional se convierte en un pretexto para reprimir a los opositores, tanto en el norte de África, como en el Oriente Cercano o en Rusia, anota Amnistía e insiste sobre la situación de Darfur, «una herida abierta que cubre de sangre la conciencia del mundo».
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