Por qué la ayuda al suicidio es «normal» en Suiza
En Suiza, el suicidio asistido se considera una opción legítima al final de la vida y también está abierto a personas del extranjero. El «turismo de la muerte» está en pleno crecimiento.
En el verano de 2021, Yoshi, un ciudadano japonés, viajó a Suiza para poner fin a su vida con la ayuda de la organización de asistencia al suicidio lifecircle. Una periodista de SWI swissinfo.ch lo acompañó durante sus últimos tres días.
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Yoshi, de Japón a Suiza para morir
El artículo de Yoshi generó muchas reacciones diferentes de nuestras (os) lectoras y lectores de diferentes partes del mundo. Muchas personas, incluso en su Japón natal, donde está prohibido el suicidio asistido, apoyaron la decisión de Yoshi. Sin embargo, algunos argumentan que el suicidio no debe permitirse por razones religiosas.
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Así reaccionó el mundo a la triste historia de Yoshi
El suicidio asistido es un tema delicado, pero cada vez es más aceptado en Suiza. Cada año, más de 1 000 personas recurren a él y aumenta el número de personas inscritas en organizaciones de acompañamiento para el final de la vida. En 2020, las personas con cáncer representaron el 36% (333) de todos los casos de suicidio asistido (913), según Exit, la entidad más grande.
La asistencia al suicidio en Suiza requiere una formación. El acompañante apoya a las personas que desean morir, por ejemplo, proporcionándoles la droga letal. En Exit, los jubilados suelen realizar esta función.
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Suicidio asistido: ¿Quiénes son los asistentes?
«En Suiza sabemos que esta posibilidad existe si la necesitamos», dice la profesora de ética Samia Hurst-Majno de la Universidad de Ginebra. «Muchas personas se sienten tranquilas con esto, aunque nunca lo utilicen».
Las votaciones populares y las encuestas muestran que la mayoría de la población no quiere prohibir la asistencia para los suicidios. En 2011, poco después de que el electorado del cantón de Zúrich rechazara rotundamente una iniciativa que quería prohibir la ayuda al suicidio, el Gobierno suizo decidió abandonar la regulación nacional de la asistencia organizada al suicidio.
Y este sigue siendo el caso, a pesar de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya ha criticado a Suiza por su situación jurídica poco clara.
Para Samia Hurst-Majno, una posible explicación es el hecho de que las regulaciones suizas sobre la eutanasia indirecta y pasiva han estado vigentes durante mucho tiempo. Esto ha ayudado a generar confianza entre la población de que la legalización no conduce al abuso.
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¿Por qué Suiza no quiere regular el suicidio asistido?
A principios del siglo XX, Suiza, como muchos otros países, despenalizó el suicidio. «Si el suicidio es un delito, ayudar con el suicidio es un acto de complicidad», explica Samia Hurst-Majno. «Sin delito, sin embargo, la complicidad también desaparece».
Por ello, en Suiza tuvo lugar un debate en el que se acordó hacer del egoísmo el punto decisivo: «Quien ayude a suicidarse a alguien del que depende económicamente o del que herede debe ser sancionado», explica el experto. «Sin embargo, si no existen tales motivos egoístas, ayudar no es un crimen».
Sobre esta base, se creó el artículo 115 del Código Penal. EXIT fue fundada en 1982 y el número de organizaciones como Dignitas y lifecircle está creciendo.
En la mayoría de los Estados, la eutanasia activa o el suicidio asistido están prohibidos. Suiza es uno de los pocos países donde incluso los extranjeros pueden recurrir al suicidio asistido. Por eso se ha desarrollado el «turismo de la muerte»: hay personas del extranjero que vienen específicamente a Suiza para morir.
Según Dignitas, probablemente la organización internacional más conocida que también admite personas del exterior, en 2020 más del 90% de sus miembros eran extranjeros.
Lifecircle y Dignitas incluso están haciendo campaña por la legalización del suicidio asistido en otros países.
Erika Preisig, médica de cabecera y presidenta de la asociación suiza Lifecircle, sostiene que el suicidio asistido debería ser legal en todo el mundo, para que nadie tenga que ir a Suiza para hacerlo. “El acompañamiento a la muerte es un derecho humano. Todo ser humano debe poder decidir cuándo, dónde y cómo quiere morir”, dice.
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“No quiero matar a nadie”
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Traducción del iitaliano: Marcela Águila Rubín
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