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Puerta al sector sexual helvético

Contrato de trabajo no respetado, la queja mayor de las bailarinas. Keystone

El Permiso L, otorgado a mujeres extranjeras para trabajar como bailarinas de cabaret, prohíbe actividades de prostitución.

Sin embargo, el trato, el ambiente laboral y la necesidad económica las exponen a tareas sexuales más explícitas.

Las mujeres del Este europeo han comprendido bien la tolerancia policial a las actividades de prostitución de las jóvenes con permiso de residencia y trabajo de tipo L.

Algunas bailarinas descubren al llegar a Suiza la relación de actividades, mientras que otras ya lo sabían antes de llegar al país, indica Joanna Piòro Ferrand, responsable del apoyo y acompañamiento a las trabajadoras del sexo de Aspasie, una organización con sede en Ginebra:

“Según nuestra experiencia se observa que el permiso L y la prostitución están estrechamente relacionados, no quiere decir que todas las mujeres en posesión del permiso L se prostituyen, sino que se encuentran expuestas a la prostitución”.

En Aspasie se sabe que las bailarinas de cabaret se enfrentan frecuentemente a tomar la decisión de prostituirse debido a la presión ejercida por sus patrones, agentes o ante la preocupación por el pago de sus adeudos.

“La chica comienza con una deuda de 5.000 francos suizos, que es enorme, y para poder pagarla, sobrevivir aquí y, de preferencia, ganar dinero para sostener a la familia dejada en su país o tener un proyecto futuro para el regreso, la forma de obtener el dinero es prostituirse”, explica Marianne Schweizer, también asistente social en Aspasie.

Riesgo de expulsión

Es una forma de obtener mejores ganancias sin arriesgarse a ser expulsadas, como ocurre fuera de estos establecimientos, donde los controles policiales más frecuentes concluyen con el reenvío de las prostitutas clandestinas a sus países.

“La prostitución en Suiza es legal, pero deben cumplir ciertos requisitos: el permiso C de establecimiento de larga duración o la nacionalidad suiza”, aclara Joanna Piòro.

Es por ello que si la bailarina pierde el empleo y decide permanecer en Suiza de forma ilegal, pese a la orden de abandonar el país tras un mes sin contrato laboral, incurrirá en una violación.

“Hay mujeres que se quedan y tras el mes son ilegales y entonces tienen todos los problemas de esa situación: controles de policía, falta de seguro de salud”, explica Dorothea Winkler, del Centro de Información para Mujeres de África, Asia, América Latina y Europa del Este (FIZ) con sede en Zúrich.

En este caso intentamos ayudarles en lo posible, pero no tenemos ni apoyo económico ni habitaciones que ofrecerles, advierte Winkler al subrayar la frágil situación en la que se encuentran las bailarinas con contratos de trabajo violados con regularidad por los patrones que “saben que estas mujeres viven en una situación precaria y se aprovechan”.

Clandestinidad o matrimonio

Laura*, es colombiana, tiene ya 12 años en la Confederación, está casada con un suizo. Alguna vez tuvo el Permiso L. Ahora trabaja de día en una esquina de la Langstrasse, en la zona roja de Zúrich, para no ser descubierta por su familia.

“Intenté venirme para Suiza porque sabía que habría más dinero. Por ejemplo, en Alemania eran 30 o 40 marcos, y en Suiza eran 100 francos suizos, aunque ahora muchas veces son sólo 50”, lamenta la mujer refiriéndose al aumento de las prostitutas ilegales que hacen el servicio por menos dinero, en una ciudad donde se calcula la existencia de alrededor de 5.000 mujeres en la oferta sexual.

A su lado está Claudia*, otra colombiana en la misma situación. Ella se prostituye en la calle y alquila a otra colombiana una habitación por 100 francos diarios para atender a sus clientes.

“Esta mañana un cliente, ya en el cuarto, me sacó su credencial de policía y me exigió hacerlo sin goma y por la mitad del precio”, comenta, sin asombro.

Ellas pertenecen a la antigua generación de prostitutas que han sido poco a poco desplazadas por mujeres de República Dominicana, Brasil y, sobre todo, del Este europeo.

En Ginebra, este fenómeno también se presenta, aunque en términos menores, explica Marianne Schweizer de Aspasie: “Antes había muchas colombianas aquí, y cuando Suiza introdujo la visa para ese país, disminuyeron considerablemente”.

La vida dura

A orillas del Lago Léman, las trabajadoras sexuales de República Dominicana y Brasil esperan clientes, aunque el riesgo de expulsión para las ilegales es diario.

“Aquí, la vida dura”, nos dice una joven que no pasa de los 20 años, a las puertas de un ‘sex center’, donde pagan 500 francos semanales de alquiler por un nicho (sitio) para ofrecer sus servicios.

“Hay casos en que las mujeres son expulsadas de Suiza; conocen a alguien y depositan documentos para casarse y con eso, por lo general, se les da el permiso de entrar otra vez” a Suiza, comenta Myriam Mader, encargada de los visados en el Consulado General helvético en Santo Domingo.

Desde la capital de República Dominicana se observa un aumento significativo de los matrimonios entre suizos y nativas.

En verano se produjeron en promedio 10 matrimonios por semana, actualmente son entre 3 y 5 semanales, “por lo que sospechamos que es por interés en el permiso, pero eso no se puede comprobar. Son sólo las autoridades suizas las que pueden constatar eso y sólo después de efectuado el matrimonio, controlando, por ejemplo, si viven juntos”, dice Mader, con reserva.

También existe el caso de bailarinas que se casan en Suiza y siguen trabajando en los cabarets después del matrimonio.

La prostitución como tabú

“Otro problema: para muchas de estas mujeres la prostitución es un tabú. ‘Yo no hago eso, pero tengo amigos, y esa noche me encontré a uno de ellos en el cabaret y lo invite a mi departamento. Él me ayuda con dinero por lo que es normal que yo sea gentil con él. Y como es un amigo no nos protegemos…’ y al día siguiente es otro amigo”, advierte Marianne Schweizer.

La asistente social constata que las mujeres que acuden a Aspasie, que laboran en los cabarets o en otros lugares dedicados a la prostitución, “son frecuentemente subinformadas” y hay que advertirles que “el contacto sexual incluso con ‘los amigos’ requiere de protección”.

En el caso de las bailarinas, la asesoría se concentra en primer término en los contratos de trabajo no respetados, seguido de las cuestiones de salud como el alcoholismo y el aborto. “Llegan muchas solicitando abortar”, comenta Schweizer.

Ni culpables, ni víctimas

Las consejeras de Aspasie y FIZ coinciden en que los medios de información deben presentar información real, mostrando la diversidad y complejidad de la situación de las mujeres que llegan a Suiza con el Permiso L.

“No se deben presentar a estas mujeres como victimas o como ilegales, que se aprovechan de la sociedad”, recalca Piòro Ferrand.

Hay de todo, agrega Marianne Schweizer: “Algunas no soportan ni un año, lo dejan, pero hay otras que continúan, esperan encontrar un esposo, no es común, pero ocurre. Conocemos historias de amor, crean una familia y, a veces, caen en la explotación”.

“Yo no las veo siempre como víctimas, hay mujeres muy fuertes, es muy importante saber que no son sólo tímidas, pero subrayar que se encuentran en una situación estructural muy difícil”, indica, por su parte, Dorothea Winkler de FIZ.

Hay que hablar más de la responsabilidad de los otros actores implicados en el escenario de las bailarinas, que frecuentemente se aprovechan de su situación: patrones, intermediarios y clientes, concluye.

Desde Ginebra, la voz se alza exigiendo mayor respeto a los derechos de estas mujeres con el Permiso L que, en las condiciones actuales “engendra precariedad, nomadismo e inestabilidad en un marco frecuente de abusos”.

En MÁS SOBRE EL TEMA continúa la serie informativa sobre el Permiso L: sus características y los hechos que arriban en el desarrollo de esta actividad.

swissinfo, Patricia Islas Züttel

* nombres cambiados

El permiso L, de artista de variedad, permite trabajar en Suiza durante 8 meses como máximo.

Para las extranjeras fuera del círculo de Europa occidental, es la única oportunidad de trabajo en Suiza.

Las otras dos opciones: la clandestinidad o el matrimonio.

En Suiza datos oficiales indican que en el mercado del sexo hay aproximadamente 3.600 mujeres dominicanas y 2.000 de Brasil.

En Ginebra, un programa de mediadoras culturales visitan los cabaret (las mediadoras provienen de Rusia, Tailandia, Sudamérica y África).

Desde Zúrich el FIZ lucha por defender los derechos de las bailarinas.

Entre mil y 2.000 visados de bailarina de cabaret al mes expiden las autoridades cantonales helvéticas.

Los permisos se otorgan en conformidad con el tamaño de los cabarets.

6 bailarinas es lo máximo por establecimiento.

El permiso, una particularidad helvética, estipula que la bailarina aparecerá en un escenario determinado para actuar (bailar) semidesnuda o desnuda.

Unas mil mujeres de Europa del Este acaparan estos permisos de residencia y trabajo en Suiza.

De América Latina, las nacionalidades más frecuentes que solicitan el Permiso L son República Dominicana y Brasil.

Las autoridades suizas reconocen los vínculos existentes entre las personas con el Permiso L y la prostitución.

Para informar a las bailarinas sobre los riesgos de contagios sexuales, la Oficina Federal de Salud Pública lanzó en 1993 el proyecto ‘Mujeres con pies desnudos’.

Según un estudio realizado por Ayuda contra el sida, 450 relaciones sexuales por día se realizan en Suiza sin protección.

Las relaciones sexuales sin preservativo son frecuentemente solicitadas por el cliente, a cambio de más dinero.

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