Seveso, la pedagogía de una catástrofe

Hace 25 años, el 10 de julio de 1976, una nube tóxica de dioxina salía de la fábrica Icmesa, filial de la firma suiza Roche, y se extendía por las localidades de Seveso, Cesano, Maderno y Desio, a unos 20 Km al norte de Milán, donde vivían unas 37.000 personas. Aparte de los daños humanos y materiales, la catástrofe dio un impulso decisivo a la elaboración de leyes sobre la seguridad y el medioambiente.
Un cuarto de siglo después de la catástrofe de Seveso, la zona A, la más afectada, se ha convertido en un «Bosque de encinas», un parque habitado por liebres y faisanes. La firma Roche, casa madre de Icmesa, ha desembolsado cerca de 300 millones de francos para indemnizar a la población afectada, construir nuevas casas, cubrir gastos de descontaminación y costos de construcción y vigilancia de los depósitos de desechos.
Pero todavía se espera la sentencia definitiva del Tribunal de Roma sobre las 21 causas judiciales contra Givaudan (ex filial del grupo basilense), presentadas por habitantes de la zona siniestrada que sufren trastornos psíquicos tras la catástrofe.
Mientras tanto, los científicos no son todavía unánimes en establecer una relación directa entre la exposición a la dioxina y la aparición de tumores y malformaciones. En todo caso se registró un aumento considerable del número de nacimientos.
Un dato positivo: después de la catástrofe de Seveso, las autoridades europeas y suizas adaptaron sus leyes para evitar que se repitieran en el futuro tales incidentes.
En 1982, Bruselas adoptó la directiva denominada «Seveso», para controlar las compañías consideradas potencialmente peligrosas. Además de las medidas de prevención y elaboración de planes de intervención de emergencia, la normativa prevé disposiciones para informar a la población sobre el comportamiento que hay que adoptar en caso de incidente.
Perfeccionada en 1996, la nueva «Seveso II», refuerza las inspecciones de las fábricas a riesgo y define las zonas donde no se pueden construir, según explica Christian Faure, responsable del tema en la Unión Europea. Los Quince han inscrito la nueva directiva en sus legislaciones nacionales y Bruselas puede decidir sanciones en caso de que no se respeten, subraya Faure.
El desastre ambiental de Seveso se produjo cuando Suiza estaba elaborando una ley sobre la protección del medioambiente, que entró finalmente en vigor en 1983. En el texto se incluyó un artículo sobre la protección contra las catástrofes de contaminación.
Pero después de la contaminación del río Rin, por el incidente de Schweizerhalle, Basilea, en noviembre de 1986, las autoridades federales comprendieron que la ley no bastaba, afirma Bernard Gay, de la Oficina Federal del Medioambiente. En consecuencia, en abril de 1991 se publicó una ordenanza sobre protección contra incidentes medioambientales, similar a la «Seveso» europea. En ella se definen las competencias y responsabilidades cuando se produce un siniestro industrial.
Seveso también influyó positivamente en la Convención de Basilea. Preocupadas por las consecuencias de la nube de dioxina que se propagó por la atmósfera hasta tierras francesas, las autoridades suizas lanzaron la idea de un tratado internacional sobre los desechos tóxicos.
En vigor desde 1992, la Convención de Basilea obliga a las partes contrayentes a reducir la producción de desechos especiales y a gestionar su eliminación. La exportación de material tóxico es admitida sólo si un tratamiento «ecológico» es imposible en el país de origen y si el país destinatario ha dado su aprobación.
Para René Longet, director de la Sociedad suiza para la protección del medioambiente, Seveso ilustra bien la «pedagogía de la catástrofe». «El incidente ha cambiado la visión de la opinión pública sobre la industria química, que ahora se presenta como potencialmente peligrosa.
El director de la Sociedad suiza para la protección del medioambiente está satisfecho de las medidas adoptadas para controlar el ciclo entero de la fabricación de un producto químico, incluida la eliminación de sus desechos. Aunque siempre existirá un riesgo, al menos ahora ese riesgo está controlado en todos los países industrializados. Por el contrario, subraya Longet: «La situación todavía no ha sido resuelta en los países en desarrollo».
swissinfo y agencias

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