Faham, una localidad en el norte de Tailandia, a pocos kilómetros de Chiang Mai. Aquí el suizo Martin Woodtli fundó hace más de diez años Baan Kamlangchay, un centro para personas que padecen Alzheimer u otras formas de demencia senil.
Todo comenzó con una vivencia personal: su padre, afligido por la enfermedad de su esposa (Alzheimer), se quita la vida. Martin se ve solo para cuidar de su madre. Las residencias de la tercera edad en Suiza no le convencen por razones estructurales y financieras. Tras meditarlo mucho, decide llevar a su madre a Tailandia. La antigua asistente social conoce bien el país asiático de cuando trabajaba con Médicos sin Fronteras. Martin Woodtli desarrolla una estructura apta para su madre enferma. Hoy, Baan Kamlangchay acoge a una docena de pacientes europeos. “Wer bin ich?”… “Immer dieselbe Frage”… “¿Quién soy?”… “Siempre la misma pregunta”… Siegfried ya no espera que su esposa escuche la respuesta. Desde hace varios años, este alemán de 78 años mantiene una conversación hipotética con su esposa. Irene padece una enfermedad poco conocida, misteriosa y dura, sobre todo para los familiares. Más de cincuenta años de vida en común se esfuman, desaparecen por completo. Irene permanecerá en Faham unos cuantos días más. Siegfried no se siente aún preparado para dejarla en Tailandia. El matrimonio regresará a Potsdam, donde este biólogo jubilado seguirá ocupándose de su esposa, sin ayuda externa Algunas personas llevan muchos años en Baan Kamlangchay. Otras acaban de llegar. O por lo menos, es lo que piensan. Geri parece atormentado, angustiado, murmura constantemente en un lenguaje incomprensible. Beda, en cambio, vive recluido en su mutismo: sentado en una butaca, su mirada se pierde en el horizonte. De vez en cuando, canturrea una nana. Beda tiene apenas 58 años. Y luego están Ruth, Margrit, Suzie, Bernard… La enfermedad evoluciona de forma diferente en cada uno de ellos. ¿Están recluidos en su cuerpo? ¿Son conscientes de su estado? ¿Saben dónde están? ¿Y si nos toca vivir la misma experiencia? Esta incertidumbre genera miedo, porque la enfermedad afecta la esencia del individuo, su espíritu, su raciocinio, su identidad. La enfermedad se alimenta de cualquier cosa, engulle los recuerdos de una vida. Todo se vuelve diáfano: el olvido de uno mismo y la disolución paulatina de la propia existencia. (Fotos y textos: Stéphanie Borcard, Nicolas Métraux, bm-photo.ch)
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Vivir con demencia bajo el sol de Tailandia
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Siegfried Seidel tiene un problema. El mismo que muchos occidentales en Tailandia. Es muy alto y es inevitable que se dé con la cabeza en el dintel de las puertas. Durante tres meses, este jubilado alemán alquila una vivienda en Faham, una localidad de Chiang Mai, al norte del país. Es un barrio de clase…
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“Mi madre tiene 92 años y padece pérdidas de memoria a corto plazo. Por ejemplo, no recuerda qué ha comido. Residíamos en el mismo pueblo del cantón de Zúrich. Ella vivía sola y cada día venía a mi casa. Siempre se negó a recibir ayuda a domicilio. Decía que no la necesitaba. Cada vez que…
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