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Basura: rellenos sanitarios versus plantas incineradoras

En Suiza, plantas como esta de Monthey tratan los desperdicios de casi un centenar de comunas (250.000 habitantes) y generan energía. Keystone

En los días de recolección de basura en Suiza las bolsas negras con sus etiquetas de pago esperan como soldados para cuadrarse cuando se pase revista. Los diarios y cartones aguardan amarrados en perfectos paquetes.

El cuadro en Chile es distinto, aunque haya iniciales esfuerzos para cambiar sobre todo la actitud de las personas.

En Santiago de Chile y las demás ciudades, las bolsas de los diferentes supermercados con todo tipo de desechos domésticos cuelgan muchas veces de los árboles, fuera del alcance de los perros callejeros en búsqueda de algo comestible.

No hay obligación de separar la basura y los supermercados entregan bolsas de plástico por doquier. Antes de los camiones recolectores de basura pasan los «cachureros»* – llamados eufemísticamente «recolectores independientes»- con sus triciclos de carga, para revisar la basura y retirar todo lo utilizable: diarios, cartones, botellas que venden a centros de acopio; ropa, juguetes, electrodomésticos, tarros de pintura, medicamentos vencidos y la lista sigue, con tal de que sirvan para comercializar en una de las muchas» ferias de cachureos» o usarlos en casa.

En Chile hay unas 26.000 personas que viven del reciclaje de la basura. Ayudan a bajar los costos de liquidación de basura a cargo de los municipios. Solo Santiago produce cada año unos 2,5 millones de toneladas de basura o 1,4 kilos diarios por habitante.

No todos tienen hábitos sólidos

Igual que en Suiza, frente a muchos supermercados se encuentran contenedores para depositar botellas de vidrio, de plástico, etcétera, pero destinados a obras de beneficencia que las venden a las empresas de reciclaje.

Tienen buena acogida no sólo por ser un aporte a la protección del medioambiente, sino por tener un fin benéfico: con los ‘chips’ de las cajas de tetrapack se fabrican paneles para la construcción de viviendas sociales a cargo de la ONG «Un Techo para Chile». Y como en Suiza, hay quienes, de noche y a escondidas, dejan su refrigerador o televisor en mal estado en el mismo lugar.

Mientras en Suiza, al adquirir un electrodoméstico se paga un impuesto ecológico y se puede devolver los en desuso a la misma tienda donde se los compró -sin obligación de comprar otro-, y se realizan proyectos de reciclaje de ordenadores, equipos hospitalarios o bicicletas que luego se donan a países en desarrollo, Chile se encuentra en pañales que literalmente apestan hasta el cielo.

Necesidad de concienciación

Todo el mundo sabe que la basura es un problema y una amenaza ambiental, pero no hay una política clara o proyectos pilotos persistentes en el tiempo para cambiar las costumbres.

Una sola comuna acaudalada del Gran Santiago tiene un «Punto limpio»para el reciclaje de excedentes electrónicos y la liquidación segura de pilas y desechos tóxicos. La misma comuna obliga a los amos que pasean a sus mascotas a dejar sus gracias en basureros especiales. A su vez el Gobierno tiene un programa de reciclaje de ordenadores para escuelas de comunas pobres.

En Suiza existen plantas incineradoras para eliminar en forma segura y poco contaminante 3,2 millones de toneladas de basura, que a la vez generan energía eléctrica para abastecer a 250.000 consumidores al año. Aquí los camiones de basura cruzan ciudades enteras para dejar los desechos en rellenos sanitarios a cielo abierto que, por su riesgo sanitario, ningún municipio quisiera tener cerca.

Cumplida su vida útil se procede a su cierre para reinsertarlos en muchos años a su ambiente, construyendo áreas verdes. Existen además cientos de vertederos no autorizados. Dentro de algunas generaciones serán seguramente una mina de oro para los arqueólogos.

Una sola empresa de crianza y faena de cerdos instaló un ‘biodigestor’ que convierte los residuos orgánicos mediante bacterias en gas metano. El gas metano podría, además, producir accidentes. Hace poco, en lo que durante el Mundial de Fútbol del ´62 fuera la residencia de los deportistas extranjeros, la producción de gas metano por el depósito de desechos orgánicos en antiguas cámaras de agua despertó a los actuales moradores con una explosión en medio de la noche, por suerte sin víctimas.

Cambiar de perspectiva

En Chile no se piensa con decisión en el uso eficiente de materias primas no renovables. Las empresas eléctricas y de teléfonos sufren pérdidas de miles de kilómetros de cables de cobre robados, pero cuando hay que renovarlos, los antiguos quedan tirados en el suelo para el reciclaje de los ‘cachureros’.

Igual que en Suiza sigue aumentando el consumo, lo que a su vez sustenta a la economía. Sin embargo, aquí es difícil incentivar un consumo que tome en cuenta la utilidad duradera de un producto, como se plantea en Suiza.

A pesar de 10 millones de teléfonos móviles entre 16 millones de habitantes quedan muchas necesidades por satisfacer. Mientras unos no pueden comprar bienes de consumo con una vida útil larga y muchas partes reciclables, otros pueden hacerlo en demasía. En ambos casos son desechables.

La toma de conciencia empieza en casa: llevarse consigo la bolsa de papas fritas en vez de botarla en la calle por falta de basureros públicos en barrios pobres; no tirar la lata de Coca Cola por la ventana al viajar por la carretera en un auto 4×4, ni dejar como recuerdo el pañal del bebé en la playa donde todos quieren disfrutar…

Si Suiza es campeón en reciclaje y quiere seguir superándose, aquí recién se empieza, aunque sin rumbo claro. Allá a uno le miran con reprobación si tira un papelito; aquí, es costumbre. Nadie siente suyos los espacios públicos y, por lo tanto, tampoco responsable

Regula Ochsenbein, Santiago de Chile

*chilenismo que significa recolector de objetos usados

Regula Ochsenbein nació en Lucerna el 15 de marzo de 1949. Cursó sus estudios primario y secundario en Basilea y Berna, donde obtuvo su ‘Matura’ (bachillerato), en 1968.

En aquel año de efervescencia estudiantil en Europa comenzó la carrera de Sociología y la terminó en 1977 graduándose de licenciada en Historia Moderna y Sociología de los países en desarrollo y derecho público.

Durante sus estudios participó en intercambios estudiantiles (Checoslovaquia); trabajó de voluntaria en un pueblito de Grecia y en un Kibutz de Israel.

Su vida profesional la llevó, tras un curso de preparación, al servicio diplomático, ámbito en el que permaneció desde 1978 hasta 1985. En ese año decidió abandonar la carrera y quedarse en Chile tras haber ocupado funciones en Portugal, Santiago de Chile y Londres.

Actualmente combina en Chile sus actividades de socióloga con las de artesanía en madera.

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