Paranal, un ojo gigante hacia el Universo
Inserto en el desierto más árido del mundo se encuentra este moderno complejo astronómico, operado por la ESO (Observatorio Europeo Austral), organismo al que Suiza también pertenece.
swissinfo.ch visitó las instalaciones de este poderoso observatorio, situado en el norte de Chile, a 2.637 metros de altura.
Son las siete y media de la tarde cuando el observatorio óptico más avanzado del mundo –el Very Large Telescope (VLT)–, comienza sus operaciones. Poco a poco, se abren las compuertas de los cuatro edificios que albergan los telescopios principales cuya mirada se dirige hacia el cielo.
El VLT es, en realidad, un conjunto conformado por cuatro telescopios gigantes, con espejos de 8,2 metros de diámetro y cuatro auxiliares, de 1,8 metros de diámetro. “Una de sus características más fascinantes es que estos aparatos pueden trabajar combinadamente, permitiendo obtener imágenes de muy alta resolución. Es un concepto único en su tipo”, explica el suizo Ueli Weilenmann, subdirector de los observatorios Paranal y La Silla.
Al trabajar interconectados -a través del sistema de interferometría- estos instrumentos alcanzan tal precisión que serían capaces de distinguir los focos de un automóvil situado en la Luna. El equivalente a un telescopio convencional de 200 metros de diámetro.
“Para que esto sea posible, la luz de estos telescopios debe viajar por túneles subterráneos hasta el laboratorio de Interferometría, donde se combinan los haces de luz”, precisa Weilenmann.
Con el VTL los astrónomos han obtenido primicias científicas destacables, como comprobar la existencia de un agujero negro supermasivo en el centro de la Vía Láctea, la primera imagen de un exoplaneta y el resplandor de la explosión de rayos gamma más lejana que se haya conocido.
Una microciudad
En Paranal trabajan 40 astrónomos en sistema de turnos, por lo que simultáneamente solo hay 10 o 12. Cuentan con el apoyo de asistentes, técnicos, además de encargados de mantenimiento, personal administrativo, de aseo y cocina, sumando un total 120 personas.
Las instalaciones de Paranal incluyen también una residencia que destaca por su innovador estilo arquitectónico: una pequeña clínica, un gimnasio, un casino de comidas y hasta una piscina temperada para hacer más ‘grata’ la estadía de todos quienes laboran aquí, en medio del desierto y a 130 km al sur de Antofagasta, la ciudad más cercana.
“Los astrónomos vienen por algunos días y luego vuelven a sus respectivos lugares, pero prosiguen con sus investigaciones”, precisa Ueli Weilenmann. Es el caso del alemán Steffen Mieske, quien vive en Santiago y viaja en forma periódica a Paranal.
El joven astrónomo y coordinador del grupo de investigación de ESO Chile se prepara para una jornada que concluirá después del amanecer. “Esta noche me ha tocado trabajar en la ‘paranalización’ de unos equipos”. En otras palabras, ajustar los instrumentos a las características y necesidades de este observatorio. Un proceso bastante complejo, que puede durar meses y hasta años.
Y todo desde la sala de control. Porque en la astronomía moderna, los expertos no manejan directamente los telescopios, sino que lo hacen por vía remota, en forma automática. “Reciben las imágenes y sus espectros a través de computadores ubicados en la sala de control, y luego observan e interpretan estos datos”, explica Weilenmann.
Un cielo único para la observación
Paranal es un lugar espléndido para las observaciones, dice este suizo oriundo de San Gall que llegó a este observatorio en 2004.
“Además de su tecnología de punta, está situado en un lugar con excelentes condiciones climáticas. La corriente de Humboldt produce un fenómeno de inversión térmica, por lo que en la costa el aire siempre es húmedo y frío, mientras que en altura es seco y caluroso. Eso hace que el cielo sea muy transparente; en el 90% de días sin nubes”, precisa.
Suiza, prosigue Weilenmann, además contribuir económicamente con ESO, ha participado a través de investigaciones de la Universidad de Ginebra.
“Sus expertos construyeron un espectógrafo llamado Harps que los hizo famosos en la búsqueda de planetas extrasolares y que se usó en el observatorio La Silla (en el norte de Chile). Y ahora aquí hay un nuevo proyecto de espectógrafo, el Espresso. Así es que en pocos años más tendremos una nueva máquina para descubrir planetas extrasolares”.
¿Hay vida en otros planetas?
Saber de dónde venimos y hacia dónde vamos es una de las preguntas fundamentales de la astronomía.
“En la Antigüedad, esta ciencia era esencial para la sobrevivencia; conocer el movimiento de los planetas y de la Luna para determinar el momento de la siembra y desarrollar un calendario. Y aunque hoy en día esto ha cambiado, el hombre mantiene su interés por entender cómo se desarrolló el Universo y saber si hay vida en otros planetas”.
El subdirector de los observatorios Paranal y La Silla cree que en los próximos años nos acercaremos más a la respuesta.
“Por cálculo de probabilidad, tendríamos que asumir que el desarrollo de la vida no es algo exclusivo de nuestro planeta. Por la simple cantidad de estrellas en el Universo, sería muy egocéntrico pensar que somos los únicos. Claro, después hay que preguntarse qué tipo de vida hay en otros planetas, y las distancias en el Universo son tan enormes que es altamente improbable dar con un hallazgo que nos permita entrar en contacto”, prosigue Weilenmann.
“Pero tener instrumentos capaces de mirar millones de años al pasado y también al futuro nos permite soñar con la posibilidad de que algún día -por qué no- encontremos algún indicador de vida”.
El European Southern Observatory (ESO) es la principal organización astronómica intergubernamental en Europa.
Agrupa a 15 países: Alemania, Suiza, Suecia, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, España, Holanda, Finlandia, Italia, Portugal, Suecia, República Checa y Reino Unido.
En Chile, dispone de tres sitios de observación: La Silla, Paranal y Chajnantor.
Actualmente proyecta un European Extremely Large Telescope (E-ELT), telescopio óptico-infrarrojo cercano de 42 metros de diámetro, que llegará a ser “el ojo más grande del mundo hacia el cielo” y que estará ubicado en el norte de Chile, muy cerca de Paranal.
ESO funciona de forma muy similar a la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), destaca Weilenmann:
“Son instituciones hermanas, que trabajan bajo el concepto de colaboración entre países. En sus primeros años (1960) ambas eran vecinas en Ginebra y mantenían una colaboración muy intensa. En los 80, ESO se mudó a Garching, Alemania, para poder seguir creciendo”.
Fue creado en 1999 sobre el Cerro Paranal, a 2.635 metros sobre el nivel del mar y a 12 km de la costa, en el desierto más árido del mundo. Geográficamente, se sitúa en la Región de Antofagasta, a 1.370 km al norte de Santiago.
El VLT, pieza fundamental de este observatorio, ha provocado un impacto indiscutible en la astronomía mundial, convirtiéndose en la instalación terrestre más productiva, con un promedio de mil publicaciones al año en revistas científicas de alto nivel.
Su diseño, instrumentación y principios de operación marcan la pauta de la astronomía actual.
Los cuatro telescopios gigantes del VLT fueron bautizados con nombres mapuches, pueblo originario del sur de Chile: Antu (Sol), Yepun (Venus), Kueyen (Luna) y Melipal (Cruz del Sur).
Además de los telescopios gigantes, este complejo cuenta con cuatro telescopios auxiliares, de menor tamaño, montados entre rieles para poder moverse entre estaciones de observación bien definidas.
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