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Todo lo que debemos a la NASA

El acoplamiento de la lanzadera a la Estación Espacial Internacional tiene que realizarse al milímetro.

Mandar a un hombre a la Luna o una sonda a los anillos de Saturno requiere cierta ingeniosidad. Fue necesario desarrollar tecnologías que a priori no existían. Pero aunque lo ignoremos a veces, estas tecnologías han revolucionado nuestra vida cotidiana.

La NASA celebra su quincuagésimo aniversario este 1º de octubre. La agencia espacial estadounidense catapultó a hombres, mujeres, satélites y sondas al espacio. Vale, pero ¿de qué nos sirve ir al espacio?

En la época de los pioneros por lo menos, la respuesta era evidente: «mostrar que se es más fuerte que los otros».

Y es que, a pesar de que el hombre siempre soñó con alcanzar los cielos, fueron los militares quienes dieron el primer paso. El padre del cohete lunar no es otro que el tránsfuga alemán Wernher von Braun, que supervisaba al término de la II Guerra Mundial la construcción de los siniestros V2, la última arma de combate masiva en la que pusieron sus esperanzas los nazis.

Fue además en la misma Alemania donde, al borde del abismo, aparecieron los primeros reactores. Y después de aplastado el enemigo común, estadounidenses y soviéticos se abalanzaron en una loca sobrepuja, al término de la cual se decidiría quién iba a ser más rápido y llegar más alto.

Llegar antes que el enemigo

Al principio, los rusos se aventajaron: el primer satélite, el primer hombre en el espacio, la primera salida extravehicular. La NASA se quedó atrás, bregando. Luego, la tendencia se fue invirtiendo poco a poco, hasta que se cumplieron las promesas de John F. Kennedy, que en 1962 había anunciado que un estadounidense iba a pisar tierra lunar antes del fin de la década.

En aquella época, se trataba de una cuestión de prestigio. Si nuestra ciencia es mejor, nuestra tecnología más competitiva y nuestros pilotos más valientes que los del enemigo, entonces es una prueba de que nuestro sistema político es superior.

El enemigo también hubiese podido instalar cohetes nucleares en la Luna apuntados hacia nuestras ciudades… Pues bien, también son este tipo de fantasmas que han alimentado el espíritu de los pioneros en los inicios del vuelo espacial.

Desde entonces, los tiempos han cambiado. En 1975, un astronauta y un cosmonauta se tendieron la mano en un encuentro espacial entre las naves Apollo y Soyuz; y hoy, conviven astronautas de todas las nacionalidades en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), con la única excepción de los chinos.

Como George W. Bush ha promedio que EE UU volverá a la Luna de aquí a 2020, el Imperio chino tratará de adelantarse. ¿Se volverá a repetir la historia?

Satélites, biberones y gafas de sol

Mientras tanto, si nosotros como simples terrestres hemos podido ver en directo las imágenes de los héroes chinos en su primera salida al espacio, si podemos telefonear con alguien que está del otro lado del planeta, si las previsiones meteorológicas han alcanzado una gran fiabilidad (por mal que le pese a los escépticos), o si nuestros coches son capaces de decirnos «gire a la izquierda en 50 metros», es gracias a los satélites.

Los servicios que nos facilitan han penetrado tanto nuestras vidas diarias, que uno tiende a olvidarlos. Más aún cuando uno no los ve. Y sin embargo, Sputnik, el antecesor de todos los satélites, no lleva muchos años más que la NASA.

Y eso no es todo. ¿Quién puede imaginarse un astronauta preparando un biberón? Sin embargo, es debido a la intención de esos hombres del espacio que hemos llegado a extraer de las algas marinas concentraciones vitamínicas ligeras, económicas y digeribles, que hoy son muy difundidas en los preparados industriales para bebés.

Los ya mayores podrán encontrar en los centros comerciales una nueva generación de gafas de sol, inrayables e irrompibles, cuyos cristales provienen directamente de las viseras de los trajes espaciales de la NASA. En el espacio, el sol pega aún mucho más fuerte que en una playa terrestre.

Seguridad aérea

En total se trata de más de 1.500 tecnologías desarrolladas para el espacio que hoy nos facilitan la vida diaria, tanto en el ámbito individual como colectivo. Para celebrar el 50º aniversario, la NASA hizo un inventario en su web con animaciones tan convincentes como didácticas.

Tanto en casa como en la ciudad, se descubre en unos pocos clics que la agencia espacial ha cambiado ‘tu vida’. Así por ejemplo, las pinturas antiincendio en los edificios provienen del revestimiento del escudo térmico de las lanzaderas espaciales, que las protege del intenso calor generado tras su reinmersión en la atmósfera.

Y si el firme de nuestras carreteras y las pistas de nuestros aeropuertos tienen estrías que permiten evacuar el agua pluvial y reducir el riesgo del acuaplaning, es de nuevo gracias a la NASA, que ha sido la primera en introducir esta técnica para la seguridad de sus propias aeronaves.

La NASA también ha aportado mucho a la medicina. Así, los sistemas de monitorización de las funciones vitales de pacientes en cuidados intensivos fueron establecidos en los años 60 para los primeros astronautas.

Esto es sólo el principio…

No hay que olvidar, por supuesto, que la NASA fue la primera agencia que logró llevar al hombre a la Luna, y que un día no tan lejano lo enviará a Marte, aunque sólo sea para verificar la presencia del agua que la misión Phoenix acaba de descubrir.

Mientras tanto, sus sondas exploran o han explorado los entornos y en ocasiones también las superficies de todos los planetas del Sistema Solar. Y no sólo planetas, sino también sus satélites, como Titán por ejemplo (una de las lunas de Saturno), que nos ayudarán a comprender cómo surgió la vida en la Tierra.

Y quién sabe, algún día llegaremos quizás incluso a tender la mano a E.T. gracias de nuevo a la NASA…

swissinfo, Marc-André Miserez
(Traducción del francés: Antonio Suárez Varela)

Fundada por una decisión del Congreso en julio de 1958 para afrontar el desafío de la Unión Soviética en la carrera por la conquista del espacio, la agencia estadounidense empezó a operar el 1º de octubre del mismo año.

Hoy es la agencia espacial más grande del mundo, con un presupuesto anual de 17.000 millones de dólares, 19.000 empleados y unos 40.000 colaboradores externos.

Además de su sede en Washington, posee 10 centros esparcidos por la geografía de Estados Unidos, entre los cuales destacan el Cabo Cañaveral en Florida, Houston en Tejas y el Laboratorio de Propulsión a Chorro en California, donde se conciben y desarrollan la mayor parte de las misiones con destino Marte u otros planetas del Sistema Solar.

20 de julio de 1969: antes de que clavaran la bandera de Estados Unidos en el suelo lunar, Armstrong y Aldrin desplegaron una hoja de aluminio «fabricado en Suiza» para coleccionar partículas del viento solar.

Con el velcro, una herramienta muy práctica para fijar objetos en las paredes en la ingravidez, el Omega Speedmaster, la pulsera de los astronautas, el astronauta helvético Claude Nicollier, y cuatro misiones a bordo de la lanzadera, este episodio es uno de los más gloriosos en la historia de la astronáutica suiza.

Y son muy numerosas esas misiones. Reputada por su industria de la precisión, Suiza suministró un buen número de mecanismos y estructuras para los artefactos voladores, no solamente para la NASA, sino también para la Agencia Espacial Europea (AEE).

Suiza elaboró las caperuzas de los cohetes Ariane, los motores de los vehículos marcianos, un microscopio de fuerza nuclear del tamaño de una caja de cerillas, biorreactores para los experimentos médicos a bordo de la ISS o los relojes atómicos de futuros satélites de posicionamiento del proyecto europeo Galileo.

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