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Un amplio laboratorio para la ayuda humanitaria

Beber agua en Bangladesh sin correr riesgos: una situacion poco habitual. Maatrik

Desde el descubrimiento del problema del arsénico, en 1993, los especialistas del mundo entero afluyen a Bangladesh. Pero el resultado es por el momento mínimo.

Todavía lo desconocido es mucho mayor que lo conocido.

«Desde su independencia, este país ha estado mimado por las organizaciones humanitarias», resume Han Heijen, consejero de salud y medio ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

A finales de los años setenta, el gobierno y las agencias internacionales podían cantar victoria: gracias a los pozos, el 97% de la población tenía acceso a un agua considerada como segura. Y los progresos en el regadío iban a permitir a Bangladesh ser autosuficiente en cuanto a su alimentación.

Veinte años después, la victoria se ha transformado en catástrofe. ¿De qué amplitud? Nadie está hoy día en condiciones de dar una respuesta.

¿Dónde están las víctimas?



En su oficina de Dhaka, instalada un piso más arriba de las de la OMS, Kamal Uddin Ahmed, responsable gubernamental del programa «arsénico» habla de 11.000 enfermos en los 42 distritos (sobre 64) que han sido más o menos auscultados. En el conjunto del país, la cifra se elevaría a 50.000 o 60.000.

Sin embargo, el hospital comunitario de la capital no recibía más que una sola víctima de arsénico a fines de enero: una mujer de veinte años que se muere lentamente de cáncer de piel.

En cuanto a saber dónde son tratados los otros enfermos, Kamal Uddin Ahmed levanta los ojos al cielo. «Discúlpeme, no conozco todavía bien el problema, sólo estoy en funciones desde hace tres meses», reconoce finalmente.

Faltan datos



En el piso inferior, Han Heijen intenta disipar la impresión más bien mitigada, para dar paso a este tipo de confesión,»el gobierno hace lo que puede», se lamenta el consultor holandés. «Como usted sabe, este país tiene una multitud de otros problemas».

«Además, sobre el tema del arsénico, faltan muchísimos datos epidemiológicos, continúa el funcionario de la OMS. Los síntomas sólo aparecen muchos años después de que la persona comienza a beber agua contaminada».

Recuerda que hace sólo diez años, la OMS fijaba todavía el límite de peligrosidad del arsénico a 0,05 miligramos por litro, antes de bajarlo a 0,01 mg/l.

«Con este descenso del límite tolerable, otros países han debido comenzar a controlar sus aguas, entre ellos Estados Unidos», explica Hans Hiejen. «Lo que nos permite esperar progresos un poco más rápidos en cuanto al conocimiento de la plaga».

Además de Bangladesh, en efecto, numerosos países del mundo están concernidos, como Vietnam, China o Argentina. Y la lista incluye también regiones de los países ricos: California, el sudoeste de Inglaterra o el Macizo Central, en Francia.

Las ONG en el frente



Pero por el momento, es en Bangladesh donde los coloquios y los seminarios reúnen a expertos todavía en plena fase de recolección de datos.

Y el gobierno de Dhaka tiene tendencia a «esperar para ver»: desde el inicio de la alerta sólo ha logrado gastar una cuarta parte de los 32 millones de dólares «especial arsénico» prestados (bajo muy estrictas condiciones) por el Banco Mundial.

Mientras tanto, son las ONG las que van a la lucha. Aunque Han Heijen las considera «a veces más competentes en ciencias sociales que en técnica», se muestra satisfecho, espontáneamente, con el trabajo de la Cruz Roja Suiza.

«Esta manera de ganarse la confianza de las personas y de hacer que participen, es la mejor posible, admite el funcionario de la OMS. Pero ¿cómo llegará a 160.000 aldeas con estos métodos aplicados por ahora a solamente 160?

swissinfo, Marc-André Miserez, de regreso de Bangladesh
(Traducción: Mariángeles Helfer)

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