Caricaturas y dibujos de denuncia
La obra de Honoré Daumier (1808 -1879), uno de los artistas más audaces, innovadores y fecundos del siglo XlX en Francia, se exhibe en el Museo de Arte de Zúrich.
Reconocido por sus contemporáneos, entre ellos el poeta Baudelaire, Daumier fue uno de los dibujantes que mejor tomó el pulso de su época. Representó como ninguno los vaivenes políticos y sociales de una Francia convulsionada por las revoluciones y la migración.
Hombre moderno, el artista revela en sus composiciones diferentes facetas de la vida parisiense en la que abundan saltimbanquis, obreros humildes, músicos, jueces, abogados, viajeros, gente de la pequeña y gran burguesía, todos ellos personajes que dan forma a su universo incomparable.
Republicano convencido
Desde muy temprana edad, Honoré Daumier se convirtió en uno de los caricaturistas más notables de su momento, y sobresalió por ser un fiel defensor de la causa republicana. A los 22 años sus trabajos eran muy apreciados en París por diputados de la Asamblea Nacional, e incluso por el rey Luis Felipe y sus ministros.
Sin embargo, en 1831, el monarca se sintió agraviado por una caricatura hecha por el joven dibujante, en la cual Luis Felipe l de Francia aparecía bajo los rasgos de Gargantúa, el gigante insaciable de la novela de Rabelais que lleva el mismo nombre. Debido a esta obra crítica, que sin duda atentaba contra la soberanía real, Daumier fue encarcelado varios meses, teniendo al final que pagar una multa de 500 francos.
El artista publicó sátiras sociales en el diario ilustrado ‘Le Chavari’, fundado en 1832. No obstante, hacia 1835 la prensa francesa recibió un duro golpe, ya que la Monarquía había prohibido la publicación de caricaturas de carácter político, y Daumier tuvo que buscar otros medios para ganarse la vida.
Así, el dibujante comenzó a ilustrar escenas de la historia y la literatura entre las que destacan ‘Le Père Goriot’, obra de Honoré de Balzac, y la reconocida novela de Miguel de Cervantes, ‘Don Quijote de la Mancha’.
La vida como caricatura
Resultado de una profunda y sentida observación de la naturaleza humana, hecha con imaginación e inteligencia, las escenas que figuran en los dibujos de Daumier se suceden como en una larga y entretenida comedia. Se diría una caricatura de caricaturas.
Varios de los dibujos estaban inspirados en pasajes de la literatura o eran el producto de la fantasía del autor. Sin embargo, los que se refieren a hechos de la vida real llevan la marca de un mundo duro, inestable y a veces tragicómico, donde hombres y mujeres se debaten con grandes esfuerzos para existir.
Algunas de las obras de este creador francés que más destacan por su autenticidad son las de personajes desconocidos y anónimos que transitan por las calles de París. Se trata de los músicos ambulantes que van por las esquinas tocando su humilde organillo para entretener a la masa humilde y curiosa que pulula por la gran ciudad. Pero también aparecen los saltimbanquis, artistas callejeros, que esperan unas monedas a cambio de un breve espectáculo de equilibrio.
Los jugadores de dominó, tres hombres reproducidos con impecable maestría técnica en dibujo y composición, se presentan en la exhibición de Daumier, junto con otros trabajos, como el viajero que dormita plácidamente en el vagón de un tren. Son escenificaciones de la vida diaria que pertenecen a todos y, a su vez a nadie, tan locales e íntimas que por eso mismo son universales.
¿Una técnica inacabada?
Lejos de ser un creador sujeto a normas académicas establecidas, Honoré Daumier, llegó, no obstante, a practicar la pintura al óleo y la escultura, que eran las técnicas artísticas más avanzadas del siglo XlX. Pero el dibujo era el medio de expresión con el que él se sentía totalmente libre para improvisar sobre el papel, lo cual le permitió desarrollar un estilo personal inconfundible. Esto le valió el reconocimiento de otros célebres artistas como Delacroix, Corot, Millet y Rousseau.
Primero, Daumier preparaba sus bosquejos hechos con gis o carboncillo. Sus trazos eran sueltos, ligeros y sin grandes pretensiones, pues incluso las figuras no llegaba a terminarlas definitivamente, es decir, eran figuras inacabadas. Luego, las coloreaba con un pincel logrando crear un contraste entre la luz que irradiaba sobre el papel y las sombras en una fina degradación. Al final, el artista reforzaba ciertos ángulos de los dibujos con un gis graso o una pluma.
Creador libre e independiente, a pesar de que en Francia la censura se había recrudecido desde 1852, Honoré Daumier logró sobrevivir gracias a trabajos que hacía para un pequeño círculo de coleccionistas de arte. Debido a esta circunstancia se ha conservado y fechado la mayor parte de sus obras, buscadas a través de todo el mundo.
La exhibición dedicada al Honoré Daumier en el Museo de Arte de Zúrich reivindica el periodismo digno de este nombre. La muestra cerrará sus puertas el próximo 24 de febrero de 2008.
swissinfo, Araceli Rico, Zúrich
El gabinete de estampas del Museo de Arte de Zúrich alberga la exhibición que el conservador Bernhard von Waldkirch dedica a la obra del artista francés.
Las cerca de 70 creaciones, entre ellas 23 dibujos y acuarelas, 45 estampas, 3 esculturas, una piedra para hacer litografías y una escultura, son testimonio de una época ardiente y revolucionaria que Honoré Daumier supo captar como nadie en su tiempo.
Nacido en 1808 en el seno de una familia humilde de Marsella, Daumier y los suyos se trasladaron años más tarde a París; una ciudad llena de posibilidades y desafíos para todo creador que como él deseaba ganarse un lugar en la escena artística.
Honoré Daumier no sólo ocupó un lugar relevante en el terreno del arte en Francia sino también en el social, ya que su obra puede ser vista como un fresco, veraz y admirable, que recoge el periodo entre la Monarquía de julio (1830- 1848) y la Comuna de París (1871).
Después de haberse reconocido el mérito de sus creaciones, el dibujante fue distinguido con la Orden de la Legión de Honor. Daumier murió en París en 1879 y sus restos reposan en el cementerio de Père-Lachaise.
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