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El Festival de Locarno se posiciona como meca cinéfila

Viñeta de Locarno
Eduardo Simantob/swissinfo.ch

La 75ª edición del evento cinematográfico suizo más importante toma una dirección contraria a las tendencias observadas en otros importantes festivales. Su apuesta por una mezcla de formatos populares y radicales fructifica.

En su segundo año como director artístico del Festival de Cine de Locarno, Giona A. Nazzaro realizó algunas modificaciones quirúrgicas que dieron como resultado un importante reposicionamiento del evento en el panorama cinematográfico internacional. ‘Cinephilia’ ha sido una marca distintiva del festival durante décadas, pero bajo la dirección de Nazzaro gana una nueva dimensión, casi una necesidad. Se convirtió en la palabra clave de Locarno, salpicada como su lema oficial en las viñetas de apertura de cada proyección: “Cinefilia ilimitada”.

La medida pretende diferenciar a Locarno de los otros festivales principales europeos, como Cannes, Berlín y Venecia, de una manera bastante radical. Locarno promueve la experiencia cinematográfica para sus visitantes y cinéfilos de todo el mundo, eludiendo la tendencia general de convertirse en un mercado competitivo y abarrotado, donde los distribuidores y los ejecutivos de ventas dirigen el espectáculo desde la sombra mientras las celebridades mundiales aprovechan el centro de atención para abrumar al público.

Sin embargo, incluso con esta dirección claramente establecida, la industria no estuvo al margen, sino todo lo contrario. El festival batió récords de asistencia con números incluso mayores que aquellos anteriores a la pandemia. El récord anterior de 1 040 visitantes en 2019, pasó a 1 300. 

Las estrellas de cine también estuvieron presentes, pero no la glamurosa multitud habitual. Asistieron el director estadounidense Todd Haynes; la pionera multimedia Laurie Anderson; Costa-Gavras, maestro del thriller político; Jason Blum, productor estadounidense de películas de terror ultrabaratas; el actor Aaron Taylor-Johnson, una estrella en ascenso; el actor y director Matt Dillon, famoso por Outsiders y Drugstore Cowboy. Y el director de culto Douglas Sirk, fallecido en 1987, también tuvo una presencia in memoriam.

En común, todos estos invitados especiales han construido su reputación en un afán por asumir riesgos, creativa, política y comercialmente, por el bien de su arte.

Giona A. Nazzaro y Matt Dillon en la Piazza Grande.
Giona A. Nazzaro entrega a Matt Dillon el premio de Locarno por su trayectoria en la Piazza Grande (4 de agosto de 2022). © Locarno Film Festival / Ti-press/ Samuel Golay

Un programa audaz

Cuando Nazzaro dio a conocer el programa de este año a principios de julio, uno de los cambios más notables fue la eliminación de una sección dedicada a las películas experimentales que era muy querida por los cinéfilos incondicionales. Creada en 2014 por el entonces director del festival Carlo Chatrian (que actualmente dirige el Festival de Cine de Berlín), y llamado ‘Signos de vida’, fue continuada por su sucesora, Lili Hinstin, con otro nombre, ‘Moving Ahead’ (Avanzando).

Ana Vaz
La directora brasileña Ana Vaz, autora de ‘Es de noche en América’. © Locarno Film Festival / Ti-press / Marco Abram

La sección mostró no solo proyectos experimentales que no encajaban en ningún tipo de espacio comercial, sino también obras de artistas visuales más adecuadas para galerías y museos de arte contemporáneo. A primera vista, parecía que Nazzaro se inclinaba por una selección más entretenida y específica del género. Pero tan pronto como comenzaron a proyectarse las películas en competencia, quedó claro que Nazzaro hizo implosionar deliberadamente el muro que separaba las obras “experimentales” de las “teatrales”.

Más de la mitad de las películas seleccionadas en competencia podrían clasificarse no solo como obras de autor, sino que muestran rupturas radicales en sus narrativas, como la brasileña É Noite na América (Es de noche en América). La película, proyectada en Locarno, es una versión teatral de una obra también realizada para espacios de arte, donde se exhibe en tres pantallas. Filmada en un estilo documental crudo, gira en torno a los animales salvajes perdidos en la gran ciudad a medida que sus hábitats son devorados cada vez más por el desarrollo urbano.

En una entrevista con SWI swissinfo.ch, Vaz saludó las decisiones audaces de Nazzaro y destacó que “esta separación solamente reafirma lo que exige la industria. Esta marginación siempre tiende a crear una dualidad entre una máquina industrial que es muy fuerte, por un lado, y este tipo de imagen que siempre estará al margen”. Para Vaz, “es muy importante que ese margen también pueda perforar esa otra dimensión más tradicionalista y más lineal, para crear las fricciones necesarias para el verdadero desarrollo del cuestionamiento del cine”.

De horrores y fascismos

Las películas que se basan en narraciones inusuales ciertamente no complacen al público, como la francoalemana Human Flowers of the Flesh, de Helena Wittmann, o Fairytale del veterano ruso Alexander Sokurov. Wittmann desconcertó a la audiencia con la búsqueda suelta e indefinida de una mujer en busca de rastros de la Legión Extranjera Francesa en el norte de África, mientras que Sokurov creó un purgatorio de ensueño donde Napoleón, Winston Churchill, Adolf Hitler, Benito Mussolini, Josef Stalin e incluso un cansado Jesúcristo se pierden en conversaciones a la espera de algún tipo de juicio final.

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Sokurov usó imágenes reales de los dictadores (incluyendo a Churchill, después de todo, el Imperio Británico no era exactamente un colonizador benévolo) y grabaciones de sus discursos, manipulándolos al límite .

Las imágenes generadas por computadora y la música siniestra se construyen deliberadamente para incomodar a medida que las oleadas de personas indigentes (¿las víctimas de los dictadores o sus seguidores?) siguen las mareas de las reflexiones de Sokurov sobre los rostros humanos y mundanos del horror.

El tema es particularmente querido por Sokurov, quien explicó en Locarno (ver más abajo) cómo toda su vida estuvo marcada por la Segunda Guerra Mundial, y quien ahora se encuentra en una posición delicada en Rusia por haberse expresado en contra de la guerra en Ucrania.

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Carlos Conceição
Carlos Conceição, director de Tommy Gun (Nação Valente) © Locarno Film Festival / Ti-press / Marco Abram

Las encarnaciones multifacéticas del fascismo de hoy también están en el centro de varias otras películas en competición, como la angoleña-portuguesa Nação Valente (Nación valiente), estrenada en inglés como Tommy Gun. Ambientada en el último año de la guerra anticolonial de Angola (1974), no se limita a la cuestión del colonialismo, dijo el director Carlos Conceição a SWI swissinfo.ch.

“Cada país tiene su propia forma de fascismo”, señaló. “En el fascismo portugués, el colonialismo y la descolonización estaban estrechamente entrelazados. Entonces, mi objetivo original era hacer una película que cuestionara la prevalencia absurda de estas viejas y antiguas ideas, que todavía están íntimamente vinculadas a los prejuicios raciales y de poder, en buena parte debido a los problemas de la guerra poscolonial”.

La contemporaneidad del pasado

Otra elección perfectamente sincronizada de Nazzaro fue la retrospectiva de Douglas Sirk (1897-1987), el máximo maestro del melodrama. Apreciadas por los directores más dispares, como el estadounidense John Waters y el alemán Rainer W. Fassbinder, la vida y obra de Sirk son objeto de varios libros y documentales nuevos que revelan una contemporaneidad increíble.

Para los fans de Sirk, tanto para los famosos (como Todd Haynes, visto en la primera fila del cine) como para el público en general, e incluso para los profesionales implicados en la restauración de las películas de Sirk, era la primera vez que podían ver en una pantalla grande sus películas anteriores, realizadas en Alemania y Holanda antes de la emigración del cineasta a Estados Unidos.

Es muy posible que esta retrospectiva, al menos en parte, comience en breve a recorrer salas en Suiza y en otros países europeos. Mientras tanto, el público suizo pronto podrá disfrutar de un nuevo documental, Douglas Sirk –Hope as in Despair, de Roman Hüben, que se estrenó en el festival justo una semana después del montaje final.

Manifestación.
Escena de la película libanesa ‘Cuentos de la Casa Púrpura’, de Abbas Fahdel. Las películas en competición este año abarcan una amplia gama de cinematografías, comprendiendo, en particular, obras de Europa, por supuesto, pero también de India, Azerbaiyán, Ucrania, Angola, Brasil, Malasia, Canadá, Estados Unidos y Marruecos. Locarno Film Festival

Tiene 20 años de funcionamiento, en módulos de tres años, cada uno contemplando una región específica. A partir de este año, la atención se centra en América Latina y el Caribe, y cineastas de Cuba, Venezuela, Ecuador, Guatemala, República Dominicana, Paraguay y Bolivia partieron de Locarno con libretas de direcciones totalmente recargadas y algunos también con importantes subvenciones en efectivo para desarrollar sus proyectos de cine.

Mirando hacia atrás en estos últimos diez días, el Festival de Cine de Locarno fue una celebración salvaje del pasado, presente y futuro del cine, donde la cinefilia fue la ganadora indiscutible, incluso para aquellos que no están magníficamente obsesionados por el cine. También hay que subrayar que el festival, como las películas, es una obra colectiva, pero Giona A. Nazzaro no tuvo miedo en absoluto de asumir el riesgo de marcar un rumbo que respete seriamente el disfrute del público cinéfilo, rompiendo la tendencia en el universo de los festivales de cine. Podría convertirse en referente.

La Academia de la Crítica engendra una nueva revista de cine

Grupo de personas sentadas.
El consejo de redacción de la revista Outskirts, un equipo nómada. De derecha a izquierda, Christopher Small (Reino Unido), vive en Praga; Sofie Cato Maas (Países Bajos), vive en Oxford; Nathan Letoré (Suiza), vive en París; y Diego Cepeda (República Dominicana), vive en Barcelona; en conversación con Giovanni Marchini-Camia, uno de los programadores de Locarno y editor de Fireflies Press. Carlo Pisani

El consejo de redacción de la revista Outskirts, un equipo nómada. De derecha a izquierda, Christopher Small (Reino Unido), vive en Praga; Sofie Cato Maas (Países Bajos), vive en Oxford; Nathan Letoré (Suiza), vive en París; y Diego Cepeda (República Dominicana), vive en Barcelona; en conversación con Giovanni Marchini-Camia, uno de los programadores de Locarno y editor de Fireflies Press.

La Academia de Locarno es otra exitosa iniciativa que reúne a profesionales en ciernes (Academia de la Industria) y escritores/críticos (Academia de la Crítica) de todo el mundo para una experiencia de inmersión intensiva. [SWI swissinfo.ch es uno de los socios mediáticos de la Academia de la Crítica, que ofrece una plataforma para publicar sus trabajos durante el festival. Muchos de los participantes se han convertido en colaboradores habituales]

Este año, antiguos miembros de la Academia de la Crítica y su coordinador, el crítico y cineasta Christopher Small (Reino Unido), lanzaron durante el festival el primer número de la revista de cine Outskirts. Producida de forma independiente, y con la firmeza del papel, está dedicada a un universo cinematográfico relegado a la periferia por el mainstream, y este primer número trae también un amplio dossier sobre el cineasta soviético Boris Barnet (¿nunca ha oído hablar de él? No es el único, pero el dossier de Outskirt es el resultado de una investigación cuidadosa y apasionada)

Sin embargo, el principal atractivo de Outskirts es su perspectiva internacional, ya que sus coeditores y colaboradores proceden de diferentes países e idiomas. «Las revistas de cine, incluso las más influyentes a nivel internacional, siempre han tenido un punto de vista nacional», afirma el crítico y cineasta dominicano Diego Cepeda, uno de los coeditores. « Outskirts no tiene nacionalidad», añade. O, mejor dicho, es un hijo legítimo de Locarno.

Adaptada del inglés por Marcela Aguila Rubín

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