La primera campeona olímpica
La ginebrina Hélène de Pourtalès (1868-1945) ganó una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1900. Largamente desconocida hasta el día de hoy, esta pionera navegadora suiza abrió el camino para que otras mujeres llegaran a los Juegos Olímpicos.
Originario del cantón de Vaud, Henry Isaac Barbey (1832-1906) hizo fortuna en Estados Unidos. Fue uno de los principales inversores de la línea ferroviaria Buffalo, Rochester y Pittsburgh Railway. Suizo de origen, pero con un gran dominio del inglés, Henry se casó con Mary Lorillard (1841-1926) el 12 de enero de 1865, una mujer perteneciente a una acaudalada familia de la alta sociedad neoyorquina. Mary era heredera de la Lorillard Tobacco Company (LTC), que sus ancestros habían fundado en 1760,y estaba dedicaba a la comercialización de cigarros, preponderantemente de la marca Kent. La pareja se mudó originalmente al 17 West 38th Street de Nueva York, viajando todos los veranos a Europa y, por supuesto, a Suiza, en donde la familia Barbey tenía varias propiedades. El 28 de abril de 1868, nació su hija Hélène en Nueva York.
La colosal fortuna de la pareja Barbey permitió a Henry dar rienda suelta a sus pasiones. Una de ellas, la marina. En algún momento, el empresario llevó de regreso a Ginebra al Minnehaha, un pequeño barco a vapor que llevaba el nombre de una princesa amerindiana. La historia no precisa cómo llegó esta embarcación de vapor del Hudson hasta el Atlántico, pero sí se sabe que, una vez en Ginebra, comenzó a navegar en las aguas de Bellevue, en las inmediaciones ginebrinas. El hecho causó una gran sensación, convirtiendo a la pareja en el centro de atención de la alta sociedad local, y llevándola a frecuentar a los notables de la ciudad, como el consejero de Estado Arthur Chenevière o Guillaume Henri DufourEnlace externo.
Entre las personas con las que se codeaban los Barbey estaba la baronesa Julie de Rothschild, una excéntrica mujer poseedora de una gran riqueza. En 1876, Rothschild hizo construir en Bellevue, a unos centenares de metros de la casa de los Barbey, un barco a vapor llamado La Gitana, y la baronesa compartía la pasión de Henry de batir todos los récords de velocidad de la época y de convertirla en la Dama Navegante más rápida de su tiempo.
Encajes, fiestas, bailes y apuestos caballeros fueron parte de la vida cotidiana de Hélène, la hija de Henry y Mary, quienes decidieron llevarla a vivir a Bellevue desde su infancia porque su padre consideraba que el ambiente del lago Léman era mucho más apropiado para formar una familia que la megalópolis de Nueva York con sus vapores de carbón.
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Una vida que permitió a Hélène seguir desde muy joven las pruebas náuticas de la baronesa Julie de Rothschild, a la que a veces asistía también una mujer «dulce y agradable«, la emperatriz Elisabeth de AustriaEnlace externo. Inevitablemente, la joven Hélène se dedicó a la navegación, que era el tema predilecto de muchas veladas, pero no rindió su fascinación al vapor, sino que se decantó por el viento y las velas.
Su futuro esposo tenía que ser marinero
Era previsible que se casara con un hombre con el que compartía la misma pasión. En 1891, encontró lo que buscaba y se casó con Hermann de Pourtalès (convirtiéndose en la madrastra del célebre escritor Guy de Pourtalès), con quien multiplicó las regatas en el lago Lemán y en los alrededores de Cannes. En este último lugar la pareja tenía una villa, además del Château des Crénées, ubicado en Mie, que era la casa familiar de los de Pourtalès. Para entonces, Hélène ya tenía una amplia experiencia en la navegación, pues le había dedicado todos sus veranos en Bellevue y cortas temporadas intermedias en Newport, en donde asistía a menudo a la America’s Cup, la Auld Mug, fundada en 1851. Y también describía con gran detalle, en sus correspondencias, su participación en la regata de 1887.
Llegó el año 1900. Desde 1894, se anunció que los Juegos Olímpicos de 1900 tendrían lugar en París del 14 de mayo al 28 de octubre, oficialmente llamados Juegos de la II Olimpiada y enmarcados en las actividades de la Exposición Universal que se celebró también en la capital francesa. Por primera vez en la historia, los juegos estaban abiertos también a las mujeres, para el disgusto de Pierre de Coubertin, quien más tarde escribiría “en cuanto a la participación de las mujeres en los Juegos, sigo siendo hostil. Va contra mi voluntad el haberlas admitido en un número creciente de pruebas”. Zola, por su parte, se mostraba “partidario de todo ejercicio físico que contribuya al desarrollo de la mujer, siempre y cuando no se abuse de él”. Emblemáticos de la inauguración de unos juegos en donde las mujeres tomaban parte en solo cinco disciplinas (golf, tenisEnlace externo, vela, croquet y equitación), los carteles anunciaban los eventos deportivos mostrando mujeres deportistas, como el de la esgrima, una disciplina que estuvo cerrada a las mujeres.
Hélène y Hermann de Pourtalès, luego de varias victorias en el Léman, se inscribieron a los Juegos Olímpicos con su velero de 20 pies, la Lerina, típico de este lago. Hélène se convirtió así en una de las 20 mujeres que concursó por primera vez en una justa olímpica.
La regata se inició el 20 de mayo, en Meulan, en las aguas del Cercle de la Voile, en París, y en ella participaron todos los barcos de menos de 10 toneladas que luego navegarían, en su categoría correspondiente, en los días por venir. Así, un total de 65 veleros partieron para recorrer 11 kilómetros. Aquel día había un viento suave que exigió una navegación muy técnica. La pareja, acostumbrada a los caprichos del lago Léman, no tuvo problema en clasificar su embarcación en la plaza 22. Y dos días después, en la categoría de 20 pies, navegaron un circuito de 19 kilómetros, particularmente técnico considerando el número de participantes que había. Y ahí, una vez más, Hélène y Hermann consiguieron la victoria, lo que llevó a Hélène a ganar una medalla de oro, el 22 de mayo, como capitana de su embarcación.
Siendo los Juegos de 1900 la primera edición abierta a las mujeres, Hélène, de 32 años, fue considerada por el Comité Olímpico Internacional como una de las primeras campeonas olímpicas de la historia, junto con la inglesa Charlotte Reinagle Cooper, ganadora de una medalla de oro en tenis, y por las estadounidenses, Marion Jones y Hedwig Rosenbaum, quienes obtuvieron el bronce en la misma disciplina. Hélène de Pourtalès no tardó en adquirir una efímera gloria dentro del mundo deportivo y los círculos aristocráticos de Ginebra, especialmente porque la vela era un deporte muy popular entonces en los círculos más exclusivos. Se dice que su hijastro, Guy de Pourtalès, fue introducido a los deportes acuáticos tanto por su padre como por la propia Hélène.
Sin embargo, la campeona olímpica permaneció en gran parte ignorada por la mayoría de sus contemporáneos, ¡la prensa de principios de siglo compartía en gran medida las opiniones de Pierre de Coubertin! La vida de esta pareja continuó en el Château des Crénées hasta el 9 de julio del 1904, cuando Hermann murió en su casa, dejando a su familia una sustancial herencia de alrededor de 6 millones de dólares. Hélène pasó el resto de su vida entre Mies y su casa parisina, en el 45 de la Avenida del ‘Alma, y falleció en el más completo anonimato en 1945, a los 77 años, en Ginebra.
Si bien la cuñada de Hélène, Marguerite Isabelle de Pourtalès-Naville (1852-1930), fue conocida por el trabajo en egiptología que realizó junto con su marido Edouard Naville, no fue el caso de Hélène de Pourtalès. La actividad científica fue aceptada gradualmente para las mujeres, pero el deporte se consideraba entonces como un dominio casi exclusivamente masculino. Además, la carrera deportiva internacional de Hélène se circunscribió a los Juegos Olímpicos de 1900, y pocos periodistas o comentaristas la señalaron después como una persona que allanó el camino a la participación de las mujeres en los Juegos Olímpicos, y fueron menos todavía los que destacaron la medalla de oro que ganó. Sin duda, la mentalidad protestante anclada en los patriarcados de Ginebra y Neuchâtel tampoco contribuyó a su notoriedad.
De nacionalidad estadounidense y suiza, pasó la mayor parte de su vida a orillas del lago Léman. No fue simplemente una “marinera de agua dulce”, pero la historia solo le reconoce una “pesca milagrosa”: su medalla de oro olímpica. Y la realidad es que Hélène de Pourtalès fue una pionera y una campeona deportiva.
Traducido del francés por Andrea Ornelas
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