Los niños-colonos que poblaron la Araucanía
‘Chind’ es el nombre de una exposición fotográfica que -a través de siete generaciones de niños- recorre la historia las primeras familias suizas que llegaron a la región chilena de la Araucanía, hace 128 años.
Uno de sus descendientes, el artista visual Alejandro Rogazy, rescató esos retratos, que hoy se exhiben en La Sebastiana, la casa de Pablo Neruda en Valparaíso. Después, la muestra viajará a Suiza.
“La colonia suiza en la región ha sido bastante invisibilizada por la de alemanes; ellos son muy conocidos aquí, pero de los helvéticos no se sabía nada. Así que en un principio, mi idea fue hacer tangible el legado suizo en la zona y este mestizaje enriquecedor, que conforma una parte importante de nuestra historia”, señala a swissinfo.ch Alejandro Rogazy.
Aunque es agrónomo de profesión, lleva 30 años dedicándose a la restauración patrimonial, actividad que inició en forma autodidacta y que luego completó con estudios formales en Italia. De allí viene su inclinación por rescatar la memoria e identidad del país, desde distintos formatos.
“La embajada de Suiza en Chile sabía que yo tenía una colección de fotos bastante importante, y con este material organizamos una muestra en Temuco y Victoria”, cuenta.
Así nació ‘Chind’ (niño en suizo-alemán), una exposición que generó tanto interés que luego fue llevada a otras cinco ciudades, incluyendo Santiago.
Desde el 5 de marzo se encuentra en la Sebastiana, la emblemática casa de Pablo Neruda -hoy convertida en museo- en el puerto de Valparaíso. Su próximo destino será Suiza.
Los Müller Schifferli
Ana Schifferli Lang (tatarabuela de Rogazy) llegó a Chile en 1884, a los 8 años, en el vapor ‘Cordillera’, proveniente del cantón de Argovia. Su tatarabuelo, Ernesto Müller Brulman arribó dos años después, desde el cantón de Turgovia, en el vapor ‘Cotopaxi’, cuando tenía 10 años.
Se casaron en Victoria en 1902 y tuvieron tres hijos. De ellos nacieron once nietos, los que a su vez formaron sus propias familias.
“Yo viví hasta los 10 años con mi tatarabuela, hasta que ella murió. Recuerdo que contaba lo terrible que fue cruzar a Chile por el estrecho de Magallanes. Por eso nunca más volvió a Europa. Mi abuelo lo hizo cruzando la cordillera en mula y luego tomó un barco en Buenos Aires, para no tener que cruzar el estrecho”, relata.
Una vez arribados en el puerto de Talcahuano, los inmigrantes debían trasladarse en tren hasta Angol y desde allí por carreta al sector que actualmente se conoce como Victoria (unos 50 km), una zona virgen y llena de bosques, pero de muy difícil acceso.
“Hay historias muy bonitas de los primeros colonos. Fueron gente de mucho esfuerzo y el primer tiempo aquí fue muy duro para ellos, porque no eran agricultores sino artesanos. Pensaron que llegaban a una ciudad constituida, pero acá no había escuelas, hospitales, nada”.
Quedaron prácticamente abandonados en el campo, sostiene Rogazy, porque ni el gobierno ni la embajada de esos tiempos se hicieron cargo; les dieron algunas maderas, un par de vacas y listo. Muchos colonos emigraron rápidamente a ciudades como Temuco, Concepción. Pero otros se quedaron ahí y salieron adelante.
La mayoría de estas fotografías (de estudio y exteriores) fueron tomadas por miembros de la propia familia en Victoria y sus alrededores. Rogazy precisa que estuvieron guardadas durante 40 años, junto con otros objetos familiares, entre ellos vestuario confeccionado especialmente para celebraciones -como la fiesta de la primavera- en las que acostumbraban disfrazarse.
“Más que una visión histórica, ‘Chind’ pretende entregar una visión estética, en la que prima el tema festivo y teatral”, recalca Rogazy, que además de restaurador de pinturas, ha trabajado en escenografía teatral, de la mano de grandes directores chilenos como Andrés Pérez (La Negra Ester) y Alfredo Castro.
Su próximo proyecto en este ámbito es dar vida a una casa-museo en la región de La Araucanía con todo tipo de elementos de época, así como registros audiovisuales que entreguen detalles de cómo se dio el proceso de colonización.
Suizos ¿versus mapuches?
Rogazy vive entre Santiago y Victoria, ciudad situada en la IX región de la Araucanía, zona de frecuentes conflictos entre mapuches -que reclaman la propiedad de esas tierras- y los grandes latifundistas, algunos de ellos descendientes de los primeros colonos suizos.
“Es un conflicto que tiene más de 100 años y que recién está explotando ahora”, explica.
“Cuando terminó la Guerra del Pacífico (contra la Confederación Perú-Bolivia), el ejército chileno llegó a esta zona para abrir las tierras. En vez de dividir, mezclaron las franjas de terreno; aquí suizos, al lado franceses, luego italianos y más allá indígenas, para evitar que se agruparan entre ellos y pelearan”.
Esa mezcla, prosigue Rogazy, nos permitió sobrevivir, porque los suizos no eran agricultores y los indígenas sí, entonces les enseñaron a cultivar la tierra.
“Esa alianza funcionó durante años, pero ahora el problema es por las forestales que llegaron y compraron los terrenos. Me parece bien que los mapuches sigan peleando. ¡Hay que recordar que, a diferencia de otros pueblos indígenas, que cayeron frente a los españoles, ellos pelearon durante 400 años por sus tierras y las tuvieron, hasta la Guerra del Pacífico”.
Pero Rogazy matiza que es importante tener claro que los descendientes suizos no son “los malos” en este conflicto.
“Es más fácil irse en contra de un Luchsinger o un Urban, que tienen nombre y apellido, que hacerlo contra las forestales. ¿A quién le van a protestar, a un N.N?. ¿A la forestal Mininco? Pero son estas empresas las que están comprando las tierras y tienen el monopolio”, sostiene.
Insiste en que éste no es un problema de los descendientes suizos, sino de malas políticas estatales.
“Durante 120 años lo han hecho pésimo y ahora este conflicto está reventando. No se trata de decir, ‘ah, es que los mapuches son flojos y quieren que les regalen las tierras’; ellos tienen su forma de ver y entender la tierra. No se les puede obligar a cultivar la tierra como el suizo de al lado. Pero si se hubiera aplicado una verdadera política de reinserción, este problema no se habría agudizado”, apunta.
Se desarrolló entre los años 1883 y 1900, básicamente en los sectores cercarnos a Victoria y Traiguén. Se estima que 8 mil familias recibieron concesiones de tierras en esta zona, cuya descendencia actual supera los 100.000 habitantes, una de las más grandes de Latinoamérica.
Este proceso se efectuó en el marco de un acuerdo inmigratorio firmado entre Chile y Suiza para colonizar la zona denominada La Frontera, entre los ríos Malleco y Toltén.
El clima extremo, el desconocimiento del idioma, la falta de redes de salud o educación y el hecho de que en su mayoría eran artesanos -no agricultores- dificultó su asentamiento.
El trabajo que demandaban estas tierras vírgenes era extremo, sin tomar en cuenta que algunas ya estaban ocupadas por chilenos e indígenas, lo que empeoró aún más el proceso.
A fines de 2010 en Chile residían 4.468 suizos de los cuales 3.875 poseen la doble nacionalidad.
Uno de los objetivos de esta muestra es evidenciar el carácter mestizo Chile.
“Aquí han llegado palestinos, turcos, húngaros, croatas, ingleses, franceses, italianos, eso le da una amalgama muy entretenida”, sostiene Alejandro Rogazy.
“Aún así, este país es clasista y racista, de modo que exposiciones como ésta son un buen juego para que se nos abra la mente frente a estos temas.
Esa mezcla de razas e idiomas también es parte de nuestro patrimonio nacional”.
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