Suiza, tierra mimada de la música clásica
Es uno de los países que más festivales musicales acoge en el mundo, entre ellos varios de música clásica que gozan de renombre internacional. ¿A qué debe Suiza este lugar privilegiado? ¿Y puede mantenerse en ese nivel? Tres reputados críticos musicales opinan.
Para los melómanos, el pequeño país alpino es algo muy parecido al paraíso. A las temporadas regulares de la Ópera de Zúrich, de la Orchestre de la Suisse Romande o de la Orquesta Tonhalle, se suma un abanico de eventos estivales de prestigio mundial: el Festival de Lucerna, el de Verbier o el Menuhin de Gstaad entre los grandes, y otras citas como el Progetto Martha Argerich de Lugano, el Septiembre Musical de Montreux o el Festival de Sion.
Fundado en 1938, el Festival de Lucerna ocupa un lugar central en el calendario cultural europeo, aunque es muy probable que sus amigos suizos nunca hayan escuchado un concierto en el imponente Palacio de Congresos, el Kunst- und Kongresshaus (KKL). Y es que las entradas pueden alcanzar los 200 o 300 francos suizos.
De ahí las frecuentes críticas de que estos festivales son eventos elitistas patrocinados por bancos y marcas de relojes de lujo, solo al alcance de una clientela internacional privilegiada. Pues mantener programaciones de tan alto nivel cuesta mucho dinero; al parecer, en Suiza abunda.
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Un evento que nutre las arcas de Gstaad
Un mundo que necesita cambios
“El secreto de los grandes festivales suizos se reduce al dinero. Pero su panorama musical detenido en el tiempo, paralizado por el terror a los cambios. Los músicos piensan en su seguridad, y la edad media del público es la misma de los consejos de administración de las empresas patrocinadoras. Creo que la escena musical suiza es deprimente”. Un demoledor comentario del escritor británico Norman Lebrecht, un reconocido crítico musical de fama mundial, cuya influencia llega hasta China.
En su opinión, el mayor peligro al que se enfrenta Lucerna reside en que casi todo el peso recae en dos figuras míticas: el compositor y director de orquesta francés Pierre Boulez, y el italiano Claudio Abbado, considerado por muchos el mejor director de orquesta vivo.
“Lucerna ha construido su fama actual alrededor de estos dos hombres. Pero ambos tienen graves problemas de salud y son ancianos. Cuando se indispusieron el pasado verano, todo el festival se tambaleó. Y lo peor es que no hay un plan para sucederles, ni una generación joven que les siga los pasos”, sostiene.
No obstante, Norman Lebrecht tiene palabras de aprecio para otro evento menos conocido del gran público “que mantiene los valores artísticos por sobre todas las otras consideraciones. Un buen ejemplo es el Progetto Martha Argerich de Lugano”, señala el autor de The Maestro Myth.
El Progetto reúne a músicos del mundo entero que acuden al llamado de una leyenda viva del piano: la argentina Martha Argerich, una presencia habitual en otra gran cita del verano alpino: el Festival de Verbier.
Lucerna: Fundado en 1938 por Arturo Toscanini, es el mayor evento clásico de Suiza. Tiene su sede en el espectacular KKL, diseñado por el arquitecto francés Jean Nouvel.
Cuenta con las mejores orquestas y solistas del mundo. Entre sus puntos fuertes destaca la presencia de dos leyendas de la dirección de orquesta: el francés Pierre Boulez y el italiano Claudio Abbado.
Verbier: la estación alpina del cantón Valais acoge desde hace 19 años un festival y academia reconocidos mundialmente. Su punto fuerte es la joven Orquesta del Festival que integran estudiantes de menos de 30 años.
Otra característica única es que los solistas (estrellas internacionales por derecho propio) pueden reunirse en Verbier y tocar juntos música de cámara. Verbier también ha apostado fuerte por la retransmisión de conciertos por Internet.
Menuhin, Gstaad: Es el festival que compite con Verbier por el segundo puesto en Suiza. Fundado por el mítico violinista Yehudi Menuhin, el Festival de Gstaad reúne a lo más granado de las orquestas y solistas de Europa, Asia y América.
Progetto Martha Argerich, Lugano
Una de las citas más apreciadas por músicos y melómanos, reúne en el cantón Tesino a músicos jóvenes y veteranos que acuden a la llamada de la legendaria pianista argentina.
Este pequeño festival asume riesgos artísticos que son inhabituales en otras citas. El Progetto tiene más que ver con la música, y menos con la vida social y el marketing.
Academia musical en los Alpes
“Es increíble la proximidad con los artistas en Verbier; el poder verles tan de cerca. Para un aficionado es un atractivo enorme”, comenta el fundador y director de Scherzo, la más influyente publicación sobre música clásica en español, Luis Suñén.
La especificidad de Verbier, según el especialista madrileño, reside en “el buen equilibrio de la programación entre conciertos, recitales y música de cámara” y en la orquesta homónima, que es el buque insignia del festival. En sus filas se forman músicos menores de 30 años venidos de Europa, Asia y América para aprender de las mejores batutas, un privilegio que aporta mucho al prestigio del evento. Por la formación ha apostado también el Festival de Lucerna, donde los jóvenes directores tienen de ejemplo a maestros como Boulez, Abbado o el holandés Bernard Haitink.
“Y no olvidemos los paisajes de ensueño, pues los festivales suizos tienen lugar en algunos de los más bellos entornos naturales imaginables”, anota Jessica Duchen. En el plano meramente musical, la novelista británica y crítica de música clásica del diario londinense The Independent observa “una fuerte tendencia conservadora en las programaciones” y una “presencia excesiva” de los patrocinadores.
Duchen destaca los esfuerzos que realiza el Festival de Verbier para conseguir que músicos de fama mundial toquen juntos, logrando así reuniones únicas y de antología, “aunque algunas experiencias son mejores que otras”.
Un problema evidente es que a menudo estos festivales presentan los mismos artistas (no es raro ver a los directores o solistas pasar de Verbier a Gstaad, o de Lucerna a Montreux) y repertorios similares. Y todos compiten por los mismos patrocinadores y público, “una realidad que no solo vemos en Suiza, sino en todos los grandes festivales de Europa”, señala Luis Suñén.
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Una batuta iconoclasta
¿Un modelo con futuro?
¿Puede Suiza mantener su posición privilegiada en el mundo de la música clásica a largo plazo? Para Jessica Duchen, el camino hacia el futuro pasa por la educación.
“Creo que lo central en el modelo de Verbier y Lucerna es el elemento educativo. Esto convierte la experiencia en algo más que un ejercicio de marketing para millonarios de vacaciones. La música debería estar al alcance de todos, y estos festivales tienen cierta responsabilidad para educar a las audiencias jóvenes”, comenta.
“La obligación de un festival es aportar algo a la sociedad en la que se inserta y no solo un retorno de la inversión realizada por sus patrocinadores. Y eso un buen patrocinador lo sabe. O debería saberlo” coincide el director de Scherzo.
“Para cualquier festival, como para cualquier política cultural, hay dos aspectos fundamentales: la implicación en la comunidad y la renovación del público. Ambas cosas no son fáciles, y a veces pareciera que los festivales más exclusivos piensan que siempre habrá ricos de mediana edad para arriba que puedan seguir acudiendo a ellos. Hay que ser más imaginativos y apostar más por el futuro”, puntualiza Luis Suñén.
Y Norman Lebrecht hace una firme apuesta por cambios en la cúpula: “El futuro de la música clásica en Suiza dependerá mucho de lo que ocurra con los futuros nombramientos de cargos directivos en la Orquesta Tonhalle de Zúrich y la Orchestre de la Suisse Romande, en Ginebra. Ambas necesitan una renovación basada en líderes jóvenes, tanto a nivel artístico como ejecutivo”.
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