Un país de viajeros y amantes del arte primitivo
Suiza, que carece de un pasado colonial, fue uno de los primeros en interesarse en las artes extraeuropeas. Hoy, cuenta con importantes colecciones y renombrados especialistas. Este mercado crece, mientras la polémica por las demandas de restitución sigue abierta.
“Los suizos tienen una curiosidad excepcional, y la primera colección etnográfica del mundo se constituyó en Neuchâtel hace más de 200 años”, afirma Charles-Edouard Duflon, director de la empresa de peritaje ginebrina Témoin.
Hoy, varias colecciones privadas gozan de fama mundial, la Barbier-Mueller y Baur de Ginebra, la Colección Rietberg de Zúrich o la Abegg de Riggisberg (cantón de Berna), entre otras. Más de 20 museos poseen igualmente importantes fondos.
“Francia, a pesar de ser una ex potencia colonial, palidece en comparación con Suiza. El Museo de las Civilizaciones No Occidentales del Quai Branly apenas se abrió en 2006”, explica Duflon.
No hay tabú político
Suiza nunca fue una potencia imperialista, pero desde el siglo XVIII muchos de sus expatriados conocieron de cerca la aventura colonial. Muchos misioneros volvieron con artefactos. “De hecho, la más bella colección del mundo es la del Vaticano”, recuerda Charles-Edouard Duflon.
Pero esto se aplica también a los protestantes, tanto en Ginebra como en Basilea. “Los misioneros expandían el evangelio y pedían a los conversos renunciar a sus creencias. Por ello se destruían a menudo las máscaras y los objetos rituales, pero los objetos más bellos se traían a Europa”, añade el experto ginebrino.
También están los mercenarios. Uno de los más célebres, el general Charles Daniel de Meuron, cuyo regimiento fue enviado en 1783 al Cabo de Buena Esperanza por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, está en el origen de la colección de Neuchâtel y de su famoso Instituto de Etnografía. Igualmente, numerosos hombres de negocios, empresarios, ingenieros o agricultores partieron en busca de fortuna.
Para Jean-François Staszak, profesor de Geografía Cultural de la Universidad de Ginebra, es justamente porque Suiza nunca fue potencia colonial que tiene un rol mayor en el universo de las artes extraeuropeas. “Aquí no existen tabúes políticos porque no hay cuentas pendientes con la memoria colonial, como es el caso en Francia”, explica.
El profesor agrega que esta ventaja se ve balanceada por un aspecto negativo. “Los suizos no se sienten concernidos por la reflexión política, aunque tenemos empresas con un pasado colonial en el chocolate, el algodón, la banca, los seguros, etc.”
Pioneros, no científicos
“Lo interesante es que fueron viajeros, y no científicos, quienes se interesaron en los artefactos de los pueblos llamados primitivos”, comenta a su vez Anna Schmid, directora del Museo de las Culturas de Basilea.
Estos objetos se consideraban entonces como una versión retrasada de la historia del arte, que se resumía exclusivamente en la historia del arte occidental. “Es solo tras la Segunda Guerra Mundial que la visión del mundo se amplía”, precisa Anna Schmid. Por lo demás, la etnografía no fue reconocida como una ciencia hasta los años 1980.
Por otra parte, los artistas europeos han tenido un rol de iniciadores en la valorización de las artes primeras. Fauves, cubistas o expresionistas se alimentaron de esas nuevas visiones, sensaciones e influencias para su propia revolución estética. “En 1905, Picasso fue uno de los primeros en inspirarse de esculturas africanas. O Gauguin, gran admirador de Tahití, con sus pinturas paradisiacas”, afirma Schmid.
Un mercado lineal
Tras conquistar su lugar en el mundo del arte, estos artefactos adquirieron valor. En opinión de Boris Wastiau, director del Museo de Etnografía de Ginebra (MEG), deben ser considerados en plano de igualdad con las antigüedades.
“Lo que da valor a estas obras es su rareza y el hecho de que no pueden ser reproducidas, ya que su función simbólica ha desaparecido. Por lo demás, es un mercado que tiene mucho potencial, dado que estas piezas tienen un valor mínimo y no veo razones para que su precio se detenga al nivel actual”, analiza Wastiau.
De hecho, este mercado no conoce la crisis. “Desde hace 50 años las ventas siguen un crecimiento lineal”, indica a su vez Duflon.
¿Cuáles son los objetos más buscados? “Las máscaras y esculturas de Hawái y de Polinesia. Algunas obras maestras de las Islas Carolinas pueden alcanzar entre 20 y 25 millones de dólares”, responde el experto. Y cita el ejemplo de una estatuilla de Isla de Pascua comprada hace 25 años por 20.000 dólares y vendida hoy por la friolera de 500.000.
¿Pillaje o salvamento?
Desde hace unos años, varios países exigen la restitución del patrimonio que consideran se les ha robado: tesoros de la Antigüedad, objetos rituales, momias o reliquias. Pero la respuesta no es nada simple.
“Hoy, casi no encontramos piezas en África pero, curiosamente, pocos países africanos presentan demandas de restitución”, constata Anna Schmid. Por su parte, Jean-François Staszak expresa el temor de que “los países implicados no estén equipados para conservar este tipo de objetos”.
El especialista recuerda que gran parte de estos objetos habían sido abandonados ya que carecían de función. “No estaban destinados a durar, dado que su función simbólica había desaparecido. Al salvarlos, los coleccionistas han cumplido un rol de conservadores. Pero al dar a estos objetos un valor puramente estético, también los han traicionado, puesto que en sus países de origen no existe el concepto de obras de arte tal como lo entendemos nosotros”.
Boris Wastiau es favorable a las restituciones. “Si la demanda tiene fundamento no hay razón para oponerse, sobre todo si se trata de restos humanos, como momias, cabezas reducidas, etc. Cuanto más avanzamos, más mejoran la legislación y los instrumentos jurídicos”.
¿Hay que llegar hasta el extremo de restituir los botines de las Guerras Napoleónicas? “Para ser ecuánimes, habría que fijar unas fechas límite, como se hizo con los bien adquiridos a familias judías durante la época nazi”.
Nacidas del colonialismo europeo, las expresiones artes primeras o arte primitivo designaban los artefactos creados por las sociedades llamadas tradicionales, sin escritura o primitivas.
Estas producciones agrupan las artes precolombinas, el arte africano tradicional, el arte inuit, el arte de Oceanía (en particular el australiano aborigen), el asiático tradicional y el amerindio.
La colección del Museo de las Culturas de Basilea se remonta a 1849 y cuenta con 300.000 objetos y 50.000 fotos.
Inaugurado en 1901, el Museo de Etnografía de Ginebra conserva 80.000 objetos y 300.000 documentos.
La colección privada de la familia Barbier-Mueller, en Ginebra, está considerada como una de las principales del mundo. Cuenta con 7.000 piezas entre Ginebra y Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
1970: la Unesco propone una primera Convención sobre transferencia de bienes culturales, que Suiza ratifica en 2003.
2005: adopción de la ley federal sobre transferencia de bienes culturales (LTBC) para prevenir el robo, el pillaje y la exportación e importación ilícitas.
Suiza colabora con el Consejo Internacional de Museos (ICOM). Esta ONG, creada en 1946 por profesionales y asociada a la Unesco, agrupa 30.000 instituciones de 137 países. Publica una lista roja para ser utilizada por las aduanas con los objetos cuya exportación está prohibida.
Suiza, uno de los cinco países más activos a escala mundial en la transferencia de bienes culturales, estima que obras por un valor total de 2.000 millones de francos atravesaron territorio helvético en 2007.
(Traducción: Rodrigo Carrizo Couto)
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