Perspectivas suizas en 10 idiomas

Cómo salvar (o no) una lengua

Una señora en su casa, una cabaña con flores en la ventana
Una mujer en Hienghene, uno de los asentamientos de la comunidad Vamale en el norte de Nueva Caledonia. Duncan Murrell / Alamy Stock Photo

La diversidad lingüística disminuye a un ritmo sin igual. El lingüista Jean Rohleder ha intentado preservar una lengua en peligro en Nueva Caledonia. Pero, no tiene claro si la hazaña ha tenido éxito.

Antes de que Cristóbal Colón zarpara hacia el Nuevo Mundo, en la Tierra se hablaban 15 000 idiomas; hoy quedan 7 000. Actualmente la mitad de ellos se encuentran documentados, aunque se trata de documentación incompleta.  “A finales de siglo, entre el 50% y el 90% probablemente se habrán extinguido”, afirma el lingüista Jean Rohleder.

¿Es una mala noticia?

El declive de la diversidad lingüística comenzó antes de la llegada de Colón al Nuevo Mundo, pero se aceleró con el advenimiento de los Estados nacionales. Las lenguas estándar suplantaron las lenguas locales en casa y también se expandieron al resto del mundo con la colonización.

Rohleder ha escuchado en repetidas ocasiones que solamente las “lenguas civilizadas” prevalecerán ya que son las que facilitan la comunicación. El lingüista lo desmiente y destaca que “la extinción de las lenguas no es en absoluto una evolución natural”.

“No hay base objetiva para este argumento. Es darwinismo sociolingüístico”, afirma Rohleder. “En segundo lugar, nuestros problemas no se derivan del hecho de que no podamos entendernos. Es una cuestión de poder y recursos lo que causa los conflictos”, afirma el experto, que no duda que la desaparición de la variedad lingüística es una mala noticia.

Presunto salvador

El lingüista de la Universidad de Berna pensó que podía hacer algo al respecto. Gracias a algunos contactos en el mundo académico, Rohleder viajó hasta Nueva Caledonia, donde vivió unos 11 meses entre 2017 y 2019 con la comunidad Vamale, una sociedad dedicada a la agricultura y la pesca formada por unas 180 personas que hablan la lengua del mismo nombre. El vamale pertenece a las lenguas austronesias y es uno de los 28 idiomas indígenas que aún existen en Nueva Caledonia, todos ellos amenazadas a largo plazo. La comunidad vamale teme que su lengua se extinga y por eso invitó a Rohleder a estudiarla.

Jean Rohleder sentado en el campo con un hombre de la comunidad vamale
Jean Rohleder espera con André Kalen a que las redes se llenen de anguilas. Mientras tanto, también aprovecha para aprender algunas palabras nuevas. Jean Rohleder

Con formación académica y mucho idealismo en la maleta, se propuso detener la muerte lingüística del vamale. “Si miro atrás, tenía cierta actitud de ‘salvador blanco'”, comenta Rohleder. “No ayudó que los lugareños me dijeran que sus oraciones habían sido escuchadas y que me habían enviado para ayudarles”. Con la debida distancia que da el paso del tiempo, ahora lo recuerda como algo irónico. Durante su proyecto se enfrentó a todos los retos típicos de la conservación de una lengua en peligro de extinción.

La política lingüística al servicio del colonialismo

La comunidad Vamale es un perfecto ejemplo de grupo étnico pequeño. Por un lado, están orgullosos de su lengua, que consideran un pilar importante de su identidad. Por otro, tienen complejo de inferioridad porque no es “una lengua de verdad”, es decir, una lengua con escritura europea. Esa idea “es un subproducto típico del colonialismo que se les ha inculcado durante décadas”, argumenta Rohleder.

El archipiélago de Nueva Caledonia es una comunidad con estatuto especial perteneciente a Francia y, como tal, sujeta a la política lingüística del Estado francés. Este último da prioridad absoluta a la lengua francesa, que siempre se ha preservado estrictamente y sirve de elemento complementario al centralismo político. Durante el colonialismo, la difusión del francés formaba parte del mandato colonizador.

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¿Cómo revivir una lengua?

La conservación de una lengua es una lucha por la supervivencia. Aquí es donde entra Rohleder: “Los vamale habían definido claramente mi papel: tenía que ayudarles a revitalizar su lengua”. Sin embargo, para su tesis doctoral solo tuvo que documentarlo. La fundación que financió su estancia de investigación, en cambio, quería un archivo del patrimonio lingüístico. “Eran tres responsabilidades diferentes al mismo tiempo. Lo complicaba todo, pero me permitía profundizar en la lengua y la cultura”.

Para ello fue necesario realizar la clásica investigación de campo: convivir con los lugareños, cazar y pescar, ayudar a construir casas, estudiar las relaciones de parentesco y las ceremonias sociales, comprender las ideas religiosas, los mitos y las leyendas.

Rohleder desarrolló un sistema de escritura que utilizó para crear un diccionario, convertido más tarde en una aplicación que los vamale utilizan hoy en sus teléfonos inteligentes. El lingüista también recogió tradiciones orales de la historia vamale de los últimos cien años. Son mucho más interesantes si se comparan con las fuentes oficiales francesas”, afirma.

Sin embargo, no hay que imaginar una convivencia idílica. Para Rohleder, fue muy emocionante, pero también agotador por las diferencias culturales. “También fue difícil para ellos. Estaba infringiendo las normas educativas más básicas sin darme cuenta”, confiesa. Las diferencias económicas también influyeron. La comunidad vamale le trataba como un investigador europeo rico que debía contribuir.

Casa/cabaña tradicional
El tejado de una cabaña aún no está terminado. Una buena oportunidad para que el lingüista grabe conversaciones durante el trabajo. Jean Rohleder

El multilingüismo como norma

Ser un científico suizo en Nueva Caledonia tuvo sus ventajas, reconoce Rohleder: “No me veían como colonizador”, afirma, y explica que la política lingüística suiza es prácticamente la opuesta a la francesa. “En el país helvético, el multilingüismo no solo se preserva, sino que se fomenta activamente. Existe una voluntad social de entenderse sin querer imponer la propia lengua a los demás: es una excepción mundial que se conoce también más allá de las fronteras suizas”.

“Siempre me sorprende cómo la gente en el extranjero elogia a Suiza por su multilingüismo, e inmediatamente admiten que no podría funcionar para ellos, como si el país alpino hubiera alcanzado un nivel superior de civilización”, añade Rohleder.

En este punto, el investigador intenta explicar por qué le aflige tanto el declive de las lenguas y establece un paralelismo con la pérdida de biodiversidad: en la actualidad ha desaparecido el 75% de la biomasa de insectos. “Es de dominio público, pero al cabo de un tiempo ya no queda nadie que recuerde cómo era antes”.

“Lo mismo ocurre con las lenguas: son portadoras de culturas, historias e identidades. Si desaparecen, también lo hacen los modelos alternativos de sociedad y las normas culturales se adaptan a las más dominantes. La consecuencia es un problema existencial”, subraya Rohleder: “¿Cómo puedo reflexionar sobre mi vida -y mejorarla potencialmente- si no conozco alternativas?”.

Dos hombres vamale en la montaña
Christophe Keela Pei y André Nigai Kalen miran hacia el valle del Tiouandé. Antaño habitado, ahora cubierto de vegetación. La comunidad vamale fue diezmada y reasentada por colonos franceses tras una revuelta; una herida que aún sigue abierta hasta el día de hoy. Jean Rohleder

Reconocer el valor de una lengua

El investigador ve en el modelo suizo una posibilidad de contrarrestar la muerte de las lenguas. No obstante, llevarlo a cabo políticamente es otra cosa. El declive se está produciendo en todas partes: las lenguas estandarizadas que surgen ahora en detrimento de las minoritarias ya no son exclusivamente europeas y no las difunden entidades coloniales, sino Estados soberanos que promueven la homogeneidad lingüística en su territorio.

A nivel político, se intenta reforzar las lenguas locales en Nueva Caledonia, por ejemplo, enseñándolas en las escuelas. Sin embargo, eso no bastará para salvarlas. La investigación científica lo demuestra: si una lengua no se usa en casa y no se cultiva en la vida cotidiana, de poco sirven los intentos de rescate institucional.

¿Qué queda de los esfuerzos de Rohleder en Nueva Caledonia? “Mi contribución es modesta. Creo que lo más importante fueron las horas de conversación alrededor de la hoguera en las que analicé su lengua en comparación con el francés, mostrándoles que el vamale también tiene estructuras interesantes y únicas, como cualquier otra lengua”.

Al menos, ayudó a la comunidad vamale a desarrollar una percepción más positiva de su lengua. El interés y la presencia del investigador actuaron como un espejo ante el que los vamale pudieron plantearse la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto queremos que sobreviva nuestra lengua?

Es una comunidad que ha sufrido y perdido mucho a causa del colonialismo, afirma Rohleder, “pero ahora les toca a ellos darse cuenta del valor de su lengua. La supervivencia de los vamale está en sus propias manos”.

Rohleder también ha grabado canciones en vamale. Como suele ocurrir en la tradición folclórica, las letras hablan, más o menos veladamente, de encuentros sexuales.

Original: ¡Thamo Bako, xathake gitaa, le bwa vila ka li puaka, a saviyoo nyeca li wii bwana, le bwa vathan han ka li puaka!

Traducción: ¡Mujer (de) Bako, tocadora (de) guitarra, los cerdos bailan, ella viene a verme a los campos de judías, ¡y los cerdos huyen!

Adaptado del alemán por Carla Wolff

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