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División entre cantones por pérdidas fiscales

Coca Cola encuentra a Suiza más atractiva que Grecia. Keystone

En los buenos tiempos, el anuncio de la relocalización de una subsidiaria griega de Coca-Cola en el cantón de Zug habría sido motivo de beneplácito. Hoy, esta decisión refleja la profunda crisis que viven los cantones suizos.

Existe una gran confrontación entre la Unión Europea y los cantones con respecto a los privilegios fiscales que gozan los corporativos. Una situación que tiene a los citados cantones ‘ahorcándose’ unos a otros, y temerosos de perder multimillonarios ingresos cada año.

Suiza, en tanto, también se arriesga a perder su ‘reputación’ internacional como paraíso fiscal para las multinacionales.

Mientras el conflicto se desarrolla, miles de holdings extranjeras se benefician cada día de regímenes impositivos de excepción aplicables a empresas con sede en Suiza pero cuya principal riqueza se genera en el extranjero.

Un privilegio que la UE quiere dar por concluido, ya que actualmente las utilidades domésticas son gravadas con una tasa muy distinta a aquella que aplica a las ganancias generadas fuera de Suiza. Terminar con dicha ventaja fiscal, hace temer a los cantones sobre un posible éxodo de corporativos.

“Está emergiendo un consenso en el sentido de que estas discriminaciones fiscales deben eliminarse”, dice a swissinfo.ch Thomas Cottier, profesor en Derecho Fiscal Internacional en la Universidad de Berna, quien explica que desafiar esta tendencia equivaldrá en el futuro a “enfrentarse a las medidas de represalia de EEUU”.

A SwissHoldings, la organización rectora de las firmas internacionales basadas en Suiza, le inquieta este tema desde hace tres años, cuando encuestó a sus 400 miembros y un tercio de ellos expresó que Suiza se volvía cada vez menos atractiva.

Según las conclusiones de esta consulta, la incertidumbre legal existente en materia de impuestos es una de las principales causas de esta pérdida de interés.

Haciendo cuentas

SwissHolding reveló también entonces que “otros sitios que compiten con Suiza como sede para el establecimiento de las oficinas centrales de los grandes corporativos  (como los países del Benelux, Gran Bretaña, Francia o Singapur) tienen todo el interés por atraer compañías con actividades altamente rentables a través de condiciones cada vez más atractivas”.

El cantón de Ginebra –región sede de las oficinas centrales de muchas empresas multinacionales, especialmente en la industria de las materias primas- es uno de los más preocupados por la presión que ejerce la UE.

Recientemente, el cantón reveló que es sede de 945 compañías que gozan de privilegios fiscales (de un total de 23.500 que operan en Suiza), a las que se suman otras 136 subsidiarias de estos grupos, que conjuntamente generan a las arcas ginebrinas ingresos por 576 millones de francos suizos (616 millones de dólares).

La contribución total de estas compañías a la economía del cantón de Ginebra, incluyendo la creación de empleos y el trabajo que estos corporativos generan para otras compañías, suma 3.700 millones de francos suizos, según un informe de la Universidad de Lausana.

Recortes impositivos

Una posible camino para escapar a las exigencias de la UE sería que otros cantones siguieran el ejemplo de Neuchâtel, que el año pasado decidió recortar los controvertidos privilegios fiscales otorgados a corporativos extranjeros que generan su riqueza en el extranjero, pero compensó reduciendo a la mitad el impuesto estándar que aplica a todas las empresas, lo que le permitió seguir siendo un destino competitivo para las empresas con respecto a rivales como Irlanda.

La solución funciona bien para Neuchâtel, pero provocaría un inmenso agujero financiero a aquellos cantones que tienen muchas más holdings y empresas helvéticas operando en su territorio.

Ginebra ha calculado que aplicar el mismo principio que Neuchâtel le provocaría un déficit del orden de los 460 millones de francos suizos anuales; en el caso de Zúrich, la cifra negativa sería de 850 millones; para Basilea, las perdidas serían de 350 millones, y algunos observadores estiman que Vaud vería esfumarse entre 300 y 400 millones de francos suizos anuales.

Perecuación

Otra complicación que provocaría una eventual reforma fiscal –tema que actualmente es motivo de fricción doméstica en Suiza- es el sistema de perecuación financiera que opera entre los cantones, y que exige a aquellos con mayores ingresos financiar a los vecinos menos favorecidos.

El sistema suma directamente los ingresos obtenidos por el cobro de impuestos corporativos al presupuesto sobre el que se calculan las aportaciones de los cantones ricos a los pobres. Claramente, mientras más alto es el ingreso de un cantón, más debe pagar a los que tienen dificultades para ser autónomos en el financiamiento de sus gastos de infraestructura.

Como es fácil de imaginar, aquellos que más pagan son también los que más se quejan de esta medida de solidaridad obligada.

Y existen críticas también en el sentido de que hay cantones pequeños que aplican tasas impositivas bajas que atraen grandes firmas con el señuelo de que gozarán de servicios de primera  en las ciudades cercanas, servicios que son financiados por otros cantones.

Así, este sistema que busca compensar disparidades, ha hecho estallar una guerra verbal entre los cantones, lo que provocó recientemente una reprimenda por parte de la Ministra de Finanzas, Eveline Widmer-Schlumpf, quien ante la televisión suiza hizo un llamado a los cantones para trabajar conjuntamente  y reconoció que “debemos mirar de nuevo este caso con mayor objetividad”.

Compromiso

Pero ni siquiera un enfoque coordinado y armónico podría resolver fácilmente el problema de cómo redistribuir los ingresos si algunos cantones se ven forzados por la UE a reformar su sistema impositivo, especialmente considerando la pérdida de ingresos que esto les provocaría.

“Encontrar una solución doméstica al problema del sistema impositivo no es, ciertamente, más fácil que encontrarlo  (al conflicto) con la UE”, dijo recientemente al periódico Tages Anzeiger Eva Herzog, directora de Finanzas de la ciudad de Basilea.

De acuerdo con los observadores, cada cantón deberá encontrar su propia solución para satisfacer las demandas de la UE. Algunos tendrán que recortar privilegios y seguirán siendo competitivos, pero otros deberán ser más creativos.

Una posible táctica sería adoptar otras medidas  de imposición corporativa “eficiente” ya practicadas por algunos países de la UE. Uno de los ejemplos más destacados es el llamado “IP box”, esquema permite gravar con una baja tasa los ingresos obtenidos por concepto de propiedad intelectual.

En resumen, el futuro exigirá ceder y negociar. “Los cantones suizos no tienen otra elección que llegar a un compromiso con la UE (en materia de impuestos) y esto exigirá un gran esfuerzo. Siempre estará presente el riesgo de que las compañías abandonen Suiza si el sistema impositivo que ofrece el país es menos interesante que antes”, puntualizó Cottier.

En 1990, Suiza revisó su legislación fiscal para permitir a los cantones aplicar menores tasas impositivas sobre los ingresos ganados en el extranjero por las holdings establecidas en territorio helvético (o con sede compartida en Suiza y algún otro país).

Las compañías domiciliadas frecuentemente son conocidas como “Postbox” o “sociedades de pantalla” porque no tiene una presencia física en Suiza con empleados y equipo operativo.

 
Las citadas ‘direcciones postales’ son utilizadas para proteger las utilidades que se han generado en el extranjero de un excesivo pago de impuestos, y la UE tiene una cruzada en marcha contra este tipo de empresas.

En 2005, la UE argumentó que la práctica violaba los principios de competencia justa definidos en el acuerdo comercial establecido entres este bloque y Suiza en 1972.  Primero ignorando esta objeción y después a regañadientes, pero Suiza se ha visto forzada a ir cediendo paulatinamente en este punto.

La Administración Federal de Contribuciones (AFC) de Suiza calculó que alrededor de 23.524 firmas operaban realmente desde Suiza en 2009, de un total de 334.519 registradas.

Traducción, Andrea Ornelas

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