La escuela declara la guerra al acoso
En Suiza, aproximadamente uno de cada diez niños sufre acoso durante su etapa escolar. Detrás de esas cifras se oculta un sufrimiento que a veces conduce al suicidio. Las escuelas intentan actuar sobre las dinámicas de grupo para combatir el fenómeno. Es el caso del Instituto Internacional de Lancy (IIL) de Ginebra, que utiliza un método finlandés.
“Los acosadores no son malos. A veces luchan ellos mismos contra algo”, señala un estudiante. Su clase de sexto grado en el Instituto Internacional de LancyEnlace externo, en Ginebra, acaba de participar en un juego de roles cuyo objetivo es prevenir el acoso escolar. De 12 años, los niños pudieron ponerse en el lugar del alumno maltratado, del acosador o de los testigos silenciosos, aquellos que no tienen el valor de intervenir para ayudar a la víctima.
“Cuando eres un acosador, sientes que estás en una posición de poder”, subraya otro estudiante. Tras la experiencia, los escolares comparten con el profesor sus sentimientos y reflexiones. Juntos intentan elaborar normas de vida en comunidad para prevenir el acoso.
Los debates han dado lugar a una cierta concienciación. “En el último curso, mis alumnos se dieron cuenta de que habían intimidado a un compañero en el pasado. Intentamos entender por qué y cómo podríamos haber evitado esa situación”, explica Ingrid Defretin, profesora de francés.
Desde hace casi un año, los cerca de 1 400 alumnos de la escuela participan regularmente en talleres semejantes. Estas actividades forman parte del programa antiacoso KiVaEnlace externo, introducido en el colegio internacional en agosto de 2020. El método fue desarrollado en la Universidad de Turku, en Finlandia, a finales de los años 90 con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura. Actualmente es utilizado en la mayoría de las escuelas finlandesas, pero también en las de más de 18 países.
>> El programa se centra en la prevención. Los profesores disponen de juegos de roles y actividades adecuadas a su edad.
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KiVa, contra el acoso escolar
El acoso escolar es una lacra que mina las escuelas y que ha ido creciendo en los últimos años. Según la última encuestaEnlace externo del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), publicada en diciembre de 2018, los casos han aumentado al menos un 2% desde 2015. Un 13% de los jóvenes de 15 años encuestados dijeron haber sufrido por las burlas regulares de sus compañeros, un 11% manifestaron haber sido víctimas de rumores y un 7%, de agresiones físicas. En comparación internacional, los índices de acoso escolar de Suiza son más preocupantes que los de sus vecinos. Sin embargo, es difícil saber si realmente hay más casos o más denuncias.
Sin embargo, una cosa es cierta: las burlas, los insultos, las amenazas y las agresiones físicas forman parte de la vida cotidiana de muchos alumnos. Las consecuencias son insidiosas e incluso llevan a algunos niños al suicidio. Estas tragedias aparecen regularmente en los titulares de los medios de comunicación. En 2013, la muerte de Matteo, un niño de 13 años de Saboya que era acosado por sus compañeros de clase, conmocionó a Francia. El hecho de que fuera pelirrojo fue suficiente para provocar las burlas, el acoso moral y luego físico de sus camaradas. Lo encontraron ahorcado en su habitación.
>> Los padres de Matteo dieron testimonio del caso en la emisión Temps Présent de la televisión pública suiza TSR (en francés).
La prevención puede limitar el número de casos, pero no erradicar completamente el fenómeno. Por eso, cuando surge un caso, el programa KiVa ofrece un método para tratarlo. “No castigamos al alumno que acosa a un compañero, sino que buscamos soluciones hablando con él”, explica Francisco Benavente, responsable de proyectos educativos y coordinador de KiVa en el IIL. Este sistema ha permitido liberar la palabra. “Los alumnos acuden a mí más fácilmente para hablar de un problema porque no tienen miedo al castigo”, comenta.
El término de acoso escolar está en boga. Aparece con frecuencia en los medios de comunicación, y muchas escuelas tematizan el problema. Se trata de un avance positivo, pero es importante distinguir entre el acoso y el simple conflicto entre alumnos, puntualiza Benavente. “Algunos padres tienden a veces a confundir la cuestión. Lamentablemente, las disputas forman parte de la vida. Pero el acoso es algo repetido y deliberado y no tiene cabida en la escuela ni en ningún otro lugar”.
Si bien los padres pueden dar la voz de alarma, es esencial que se mantengan al margen de los casos de acoso y dejen que la escuela se ocupe de las situaciones problemáticas, señala el responsable del proyecto educativo. “Necesitamos que confíen en nosotros para ayudar a sus hijos lo mejor posible”.
Alto índice de acoso escolar en Suiza
Por ello, es imperativo que cada centro educativo adopte medidas preventivas y disponga de un protocolo de intervención para tratar los casos, afirma Basile Perret, profesor de la Universidad de Trabajo Social de Lausana y responsable del programa de formación.
En Ginebra, el IIL optó por el programa Kiva, las escuelas del cantón de Vaud se apoyan en el método conocido como preocupación compartida, y el cantón de Neuchâtel tiene también su propio sistema. Para el especialista, lo esencial es tener un enfoque que no culpabilice para reducir los riesgos de estigmatización suplementaria. “Algunos alumnos explican que han pasado un infierno tras las sanciones impuestas a los acosadores”, explica Basile Perret. Más bien, estos últimos deben ser movilizados para que busquen ellos mismos lo que podrían hacer para que la persona que ha sido acosada pueda sentirse mejor.
“Lo peor es hacer la vista gorda”
Para los profesores u otros empleados de una escuela, se trata de no tolerar ni participar en el acoso. “Lo peor es hacer la vista gorda. Cuando la situación se vuelve demasiado compleja, el profesor debe poder contar con un equipo de intervención específico”, advierte Basile Perret. Recuerda también que ciertos actos pueden entrar en el ámbito del derecho penal y que, por tanto, no hay que dudar en llamar a la brigada de menores.
Poco a poco, las escuelas suizas parecen tomar conciencia de la necesidad de actuar. Pero Perret no está del todo tranquilo. “Uno de los retos es poder mantener los distintos dispositivos a largo plazo con los recursos de que disponen los establecimientos escolares”, precisa. En particular, es necesario asegurarse de que la situación ha mejorado realmente mediante un seguimiento regular, examinando la situación desde diferentes ángulos e implicando a todos los actores y observadores del problema, desde los profesores hasta el personal de los comedores y del transporte escolar.
La guerra contra el acoso nunca está ganada. “Debemos mantener la energía para luchar”, enfatiza Basile Perret.
>> En 2016, recogimos el testimonio de dos jóvenes acosadas en la escuela. Esta es su historia:
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Acoso escolar: a romper el silencio
Traducido del francés por Marcela Águila Rubín
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