Nestlé y Roche, malas notas en compromiso social
La Universidad de Lausana diseñó un primer indicador que cuantifica los logros empresariales en materia de responsabilidad social y medioambiental.
Por ahora, las PYME helvéticas centran sus preocupaciones en la rentabilidad, no en su compromiso social. Sin embargo, los consumidores son cada vez más sensibles a este esfuerzo cuando deciden adquirir un producto.
Lo anterior, en vista de que la responsabilidad social de las empresas (RSE) gana espacios en Suiza.
Priorizar el respeto a los derechos humanos, laborales y medioambientales es una constante entre los corporativos helvéticos, pero es –simultáneamente- un compromiso voluntario, y no una obligación legal como sucede en países como Dinamarca.
Pero medir los avances en la materia era casi imposible hasta el día de hoy porque se trata de activos intangibles.
“Cuando compramos un producto, pocas veces estamos conscientes de que se deriva de una compleja división del trabajo y que algunas de sus fuentes de fabricación pueden estar vinculadas al desperdicio de agua, contaminación, extinción de especies, corrupción, trabajo de infantes o al esclavismo”, revela la Universidad de Lausana (UNIL).
Y afirma que dicha inquietud, que ocupa cada vez más al universo académico, permitió la elaboración de un primer indicador para cuantificar los logros de las políticas RSE entre las empresas internacionales.
Evaluar la responsabilidad
La UNIL presentó este jueves (12.05) las conclusiones de un minucioso informe que revela los RSE de algunos de los principales corporativos internacionales.
La iniciativa, a cargo de los investigadores Maia Wentland y Guido Palazzo, tomó cuatro áreas como punto de partida: los sectores farmacéutico e informático y dos productos, cacao y café.
En cada caso eligió a las empresas más representativas del sector, y las sometió a una investigación.
El estudio muestra que sí es posible evaluar los esfuerzos sociales y medioambientales de las empresas a partir de un número reducido, pero pertinente, de criterios, aseguran los autores.
Wentland y Palazzo determinaron tres labels o etiquetas.
El verde fue aplicado a las firmas que “identificaron sus problemas y han formulado ya un programa ambicioso, detallado y transparente para resolverlo, con un consecuente calendario para materializar los cambios”.
El amarillo evidencia que hay problemas, que las empresas son conscientes de ello y tienen planes de cambiar, sin ofrecer aún resultados concretos.
La etiqueta roja, por su parte, habla de empresas con responsabilidad nula y sin intención de modificar sus prácticas comerciales negativas.
Café y cacao, en crisis
En el estudio íntegro, titulado Evaluación social y medioambiental de las empresas, la UNIL afirma que en el mercado del café, según la Tropical Commodity Coalition, la mayoría de los consumidores son europeos, con un 40% de la demanda mundial, seguidos por EEUU (25%) y Japón (10%).
Y la producción de café está ligada a complejas condiciones de vida en las plantaciones.
En la evaluación realizada por la UNIL, el gigante alimentario Nestlé sale mal posicionado.
Su marca Nescafé tiene etiqueta roja en los cuatro indicadores analizados (condiciones de trabajo, empleo de niños, baja paga y destrucción medioambiental). Y Nespresso tiene cuatro etiquetas amarillas (es consciente de sus problemas, pero no los ha resuelto).
La estadounidense Starbucks es, por mucho, la empresa más responsable de esta industria con una etiqueta verde en respeto medioambiental y condiciones de trabajo; y amarilla para bajos salarios y empleo de menores.
La industria del cacao también revela serias inequidades. Nestlé recibió cuatro etiquetas rojas en los criterios ya citados, al igual que Hershey, su principal competidor internacional. La chocolatera estadounidense Mars, en contrapartida, cuenta con cuatro etiquetas verdes.
Y la también helvética Lindt fue evaluada con etiquetas amarillas en condiciones de trabajo, empleo de niños y bajas remuneraciones, y con una verde en respeto al medioambiente.
Farmacéuticas, a medio vapor
Dentro del sector farmacéutico, los problemas están ligados a la seguridad de los medicamentos y la transparencia con la que sus riesgos intrínsecos son transmitidos a los consumidores.
La UNIL calificó también la capacidad de innovación de las empresas (investigación y desarrollo), el precio de los medicamentos (frecuentemente multiplicados por los gastos en publicidad), y los ensayos clínicos y en laboratorio, con el uso de seres humanos y animales.
La suiza Novartis consiguió una calificación intermedia. Sobre seis criterios, logró cinco etiquetas amarillas y una verde (precios). Pero sus avances son insuficientes en los criterios citados antes y en ámbitos como el de riesgos de incurrir en corrupción.
La situación de Roche es menos buena. Etiqueta roja para la seguridad de sus medicamentos, y amarilla para sus precios, lobbying industrial y corrupción; y verde solo para la innovación y las prácticas clínicas.
¿Y las PYME?
La UNIL revisó también la experiencia de las pequeñas y medianas empresas (PYME) con respecto a la responsabilidad social y medioambiental.
Vía una encuesta realizada en colaboración con la empresa de estudios de mercado M.I.S. Trend –entre 254 empresas de pequeña talla-, y presentada este jueves (12.05.), concluyó que las compañías pequeñas consideran que es más importante generar utilidades que responsabilizarse frente a la sociedad.
Su intención no es mezquina, está ligada sobre todo a la necesidad de la supervivencia diaria de los negocios.
Los expertos de M.I.S. Trend y la UNIL encuestaron también a los consumidores (601 personas representativas de la población helvética).
La conclusión fue que los consumidores están cada vez más atentos a las decisiones de compra que realizan y la responsabilidad social y medioambiental es importante para ellos. No obstante, con frecuencia, la percepción que tienen sobre las compañías es errónea.
Concretamente, con respecto a la industria del chocolate existe la interpretación de que Nestlé forma parte de los grupos que trabajan con mayor ética y compromiso social, cuando los índices de UNIL evidencian lo contrario.
Pero la existencia de nuevos métodos de medición serán el camino para la reflexión de empresas y consumidores, estima la universidad.
Son las medidas o políticas puestas en marcha por las empresas para evidenciar su responsabilidad social (RSE).
Ámbito que incluye el respeto a las condiciones de trabajo de los empleados, una remuneración justa, el no empleo de niños o ancianos, y el cuidado del medioambiente.
En la mayoría de los países son de cumplimiento voluntario, no obligatorio. Pero son cada vez más las ONG, gobiernos y empresas mismas, comprometidas en esta tarea.
Según la Secretaría de Estado de Economía (Seco), para una economía de talla reducida pero enfocada fuertemente hacia las exportaciones como Suiza, es primordial un respeto mínimo de normas sociales y medioambientales en las empresas.
La economía doméstica promueve condiciones de trabajo equitativas y una gestión responsable en materia medioambiental, por lo que es razonable que esas normas se apliquen a todo proceso comercial de las empresas con presencia internacional.
Las tres etiquetas establecidas por la Universidad de Lausana en función de la responsabilidad social de las empresas son:
Verde: Problemas bien identificados, atendidos, con metas ambiciosas y puestas en calendario.
Amarillo: Empresas con problemas identificados y promesas de cambio. Pero con compromisos insuficientes.
Rojo: Empresas irresponsables con respecto a los daños que generan a sus trabajadores o el medioambiente.
Dinamarca es al primer país que impuso un informe medioambiental obligatorio a sus grandes empresas. Francia le siguió los pasos.
Reino Unido y Bélgica analizan la obligatoriedad de aplicar medidas RSE.
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