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Los sabores del Carnaval

Uno de los hermosos sótanos de la parte vieja de la ciudad. swissinfo.ch

Con una temperatura de 0°, la misión de expulsar el invierno no resulta tarea fácil. Para calentar alma y cuerpo, las especialidades basilenses: sopa de harina y panecillos de queso y cebolla.

Los sótanos del casco viejo de Basilea, abiertos las 72 horas que dura el festejo, se reconocen por sus linternas en los callejones.

Pese al espíritu entusiasta de cada carnavalero, pasadas unas horas, el frío cala hasta el último hueso. Como novato, se requiere tener la suerte de contar con un buen guía (como yo lo tuve) o abrir bien los ojos para descubrir las decenas de sótanos en los callejones.

«Cada sótano tiene en la entrada una linternita con la que se les reconoce. Todos tienen un toque especial y los hay muy bellos», describe Michael, mientras nos dirigimos a uno de ellos.

Mientras descendemos, mi nariz fría despierta ante un aroma desconocido, agradable.

En las paredes de la escalinata se hayan enmarcados los ‘Blaggedde’, las plaquetas o prendedores de todos los años en los que ha participado la agrupación a la que pertenece este sótano carnavalero. De nuevo otra muestra de la labor artística de los basilenses.

Máscaras y atuendos de anteriores festejos adornan las paredes.

Nadie se pierde la especialidad

‘Mählsuppe 5. fr’ (sopa de harina: 5 francos) indica un cartoncillo amarillo.

El sitio está repleto. Impacientes, esperamos nuestro plato caliente con la famosa especialidad… Tras probarla, sabemos que valió la pena la espera.

«Se fríe la harina con un poco de grasa, hasta quedar color marrón. Se rebaja con agua y un poco de vino tinto. Se condimenta con sal, caldo de verduras o carne, cebolla, clavos de olor… Depende del gusto de usted», me explica Monika Kiefer, la cocinera del sótano del grupo de flautas y trompetas ‘Letzi-Türmler’.

Al platillo se le agrega queso rallado y, al lado, un buen pedazo de pan. Un ritual que se repite incansablemente en cada sótano.

Los comensales también disfrutan del ‘Zwiebelwaie’ y el ‘Käsewaie’, tartas de cebolla o queso que, además de apaciguar el hambre, nos hacen olvidar el desvelo.

Al abandonar uno de los tantos sótanos visitados, la luz del día, atrevida, osa deslumbrarnos en la histórica calle del ‘Rheinsprung’. El caudal del Rin brilla con tenues destellos plateados.

Naranjas, bombones y confeti en los cortejos

Mientras aún pequeños grupos de dos o cuatro músicos barnizan las calles con sus tonos, otros se preparan para el cortejo.

La cita es a las 13:30 y dura hasta que el cuerpo aguante, hasta que un té con licor caliente la garganta, o hasta que los cantos comiencen en los restaurantes y el teatro, por la noche.

El invierno muestra su furia con sus gruesos copos de nieve. Pero nada detendrá a los cerca de doce mil participantes, que disfrazados y enmascarados, inician el desfile.

Arlequines, payasos, figuras egipcias o los famosos ‘Waggis’, -que recuerdan la influencia celta en sus máscaras-, aparecen recorriendo el circuito, fácil de reconocer por los cientos de espectadores que lo demarcan.

Esta vez, los niños alegran aún más el momento. Estiran sus manitas para recibir de los ‘Waggis’ naranjas, bombones, plátanos, rosas (pues es también el día de San Valentín), pelotas y hasta sobres de sopas instantáneas.

El arte de la crítica y la burla está en el dominio de los basilenses a través de sus caricaturas, que entre más refinadas, más certeras resultan, y sus textos, escritos en verso y repartidos durante el cortejo del lunes y el miércoles.

Los «mayores» también estiramos la mano al paso de los ‘Waggis’, pero a veces recibimos, en vez de «premio», una buena cubetada de confetis.

A diferencia de en la madrugada, los integrantes de los grupos están vestidos de igual forma y las melodías son acompañadas con otros instrumentos, aunque el pífano y los tambores basilenses siguen predominando.

Los temas abordados en sus carros alegóricos vuelven a atraer las miradas y comentarios de la gente, como el que escenifica a los presos en la base estadounidense de Guantánamo.

Como reflejo de la multiculturalidad helvética aparece, por ejemplo, la linterna «swislam», con un mensaje de comprensión (en dialecto basilense) entre dos culturas distintas:

«Was nit kennsch, das macht di bang
Doch goosch druf zue, blybt d Angscht nit lang
Drum Schwyzer, macht ganz aifach voor
Mit en Moslem? Door by door
Leer iin kenne, uns si Lääbe
Mitenand goot’s nie dr nääbe»

Poesía e ironía

También el lunes y miércoles, cuando de nuevo la noche da el toque mágico a todos los carnavaleros, alrededor de 100 grupos de ‘Schnitzelbänke’ presentan sus melodías y versos en unos 30 restaurantes.

Las plazas son los puntos de encuentro. «Luces genial», reconozco una voz de mujer que le haba a un arlequín. (No es de buen gusto presentar el rostro en la calle).

El martes por la noche se tiene la oportunidad de ver todas las linternas en la Plaza de la Catedral.

En la Plaza del Mercado (Marktplatz), en la Plaza de los Descalzos (Barfüsserplatz) y en la ‘Claraplatz’ se presentan de nuevo decenas de ‘Guggenmusigen’ seguidos por sus muchos aficionados… Pero, en realidad, ese día ha sido para los niños, actores del cortejo por la tarde y quienes imitan a los «mayores», en un desfile que provoca respeto y ternura.

El miércoles, el frío arrecia y hay menos público a la hora del cortejo, pero la fiesta no desiste y para muchos, aunque el dolor de espalda o de garganta no les abandona, hay que seguir. Todo acabará a las 4 de la madrugada del jueves… y ya escucho en las callejuelas las ideas para el carnaval del 2006…

Uno de mis «guías» espontáneos – al que tuve que abandonar cuando mis botas mojadas me impidieron seguir su camino-, me escribe, satisfecho:

«He regresado de Basilea. Fueron tres hermosos días: el lunes, el gran desfile, por la noche los ‘Schnitzelbänke’ en el teatro; el martes, la exposición de linternas en la ‘Münsterplatz’, y por la noche, el gran concurso de los músicos, los ‘Guggen’. Y este miércoles, de nuevo el gran desfile», describe con el mismo buen sabor de boca que yo tengo tras nuestra estancia carnavalera en Basilea.

swissinfo, Patricia Islas Züttel

Algunas informaciones sobre la tradición carnavalera en Basilea:

1529: Los días del carnaval se fijan del lunes al miércoles posteriores al Miércoles de Ceniza.

1712: Organización de un concierto de 70 tambores en la ‘Petersplatz’.

1715: Prohibición de enmascararse por el consejo de la ciudad con punición corporal en caso de no respetar la regla.

1835: El primer ‘Morgestreich’ autorizado con duración de cuatro horas y el gran cortejo del carnaval de la sociedad ‘Quodlibet’.

1845: Prohibición del uso de antorchas durante el cortejo para evitar el riesgo de incendio.

1911: Se crea el Comité del Carnaval, que desde entonces es la instancia oficial para la organización del festejo.

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