Halloween, conjuro de la parca
Revisada y corregida por EEUU, esa fiesta de origen celta cuestiona más que nunca al mundo occidental sobre la relación del individuo con la muerte.
A finales del siglo XIX, Halloween se convierte en una fiesta nacional en Estados Unidos. En Ginebra, apenas hace dos años que el festejo empezó a arraigarse entre las costumbres.
Originalmente, Halloween era una celebración celta. Festejaba las cosechas de finales del verano y la entrada del invierno. Se suponía entonces que durante la noche, los fantasmas visitaban a los vivos. En esa ocasión, los Celtas llevaban atuendos espantosos para asustar a los espíritus diabólicos.
A la desaparición de las druidas, «Samain» (primera denominación de Halloween) se convierte en la contracción de la expresión inglesa «All Hallows Eve», mientras que la fiesta celta es incorporada al calendario católico, con el objetivo de darle una connotación cristiana.
De 1846 a 1848, los irlandeses, entonces hambrientos, huyen hacia el Nuevo Mundo e introducen allí Halloween. En los últimos años, Estados Unidos se limitó a reexportar la costumbre a la vieja Europa.
Los niños, actores de la fiesta
«Los actores de la fiesta de Halloween son principalmente niños y adolescentes, como durante las fiestas relacionadas con la muerte, en la época de la Europa preindustrial», constata la etnóloga Suzanne Chappaz.
Explica Suzanne Chappaz que «esos jóvenes individuos se encuentran aún al margen de la colectividad porque no están todavía completamente socializados y es su marginalidad la que los hace mediadores privilegiados de ese más allá que fascina y aterroriza».
«En Occidente se observa una marginalización de la muerte. El deceso no figura en el orden del progreso, gracias a una medicina que se supone que sana todo», establece por su parte el etnólogo Bernard Crettaz en una entrevista al diario ginebrino Le Temps.
Pero desde los años 1990 la muerte regresa a escena, particularmente con los procesos de acompañamiento de los últimos días de vida. Y, en forma evidente, con los atentados del 11 de septiembre que hicieron más de 5000 muertos en Estados Unidos, atacado por la primera vez en su historia.
«Si el hombre occidental osara afrontar la muerte -analiza Bernard Rappaz- viviría de otro manera el problema de la inseguridad. Sin embargo, no hace sino exhibirla y teatralizarla con pantomimas y disfraces».
«Como presidente de la Sociedad de Estudios Tanatológicos, lucho porque se reavive la idea de que existir es ser mortal y que la muerte es lo que nos entrega a la vida», enfatiza Rappaz.
El aspecto religioso de Halloween
Pero, ¿cómo explicar la nueva ola de interés por una fiesta como Halloween, mientras que muchos no creen en la existencia de los demonios?
«La corriente racionalista occidental borró la creencia en la existencia del diablo», comenta el abad Michel Maret, sacerdote responsable de la casa Nuestra Señora del Silencio en Sion (Suiza) y miembro del Grupo de discernimiento espiritual de la diócesis.
«Expulsen al demonio que, de todos modos, regresa a través de lo irracional, de los miedos arcaicos», declaró el prelado al diario Le Nouvelliste.
Para el padre Maret, Halloween es un retorno a los ritos paganos. Por su relación con los muertos, «esta fiesta marca una regresión para la humanidad dado que Cristo da sentido a la muerte».
Una ejecución positiva
También en las páginas de Le Nouvelliste, el psiquiatra Gustavo Basterrechea, opina, contrariamente, que Halloween es saludable para los niños que pueden, a través de los disfraces, el juego y las visitas de puerta en puerta, liberarse de las tensiones interiores.
«Los ritos de Halloween remiten simplemente al hombre a los ciclos de la existencia, precisa el especialista. Vivimos actualmente un retorno a lo religioso, pero diferente y no necesariamente en el marco de las instituciones».
Emmanuel Manzi
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