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El atentado de Sarajevo desvela divisiones en Suiza

El asesinato del archiduque austriaco Francisco Fernando, en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, detonó la Primera Guerra Mundial. Ilustración de Le Petit Journal. Keystone

Hace cien años, nacionalistas serbios dieron muerte al archiduque austriaco Francisco Fernando en Sarajevo. La prensa suiza informó ampliamente sobre el atentado que detonó la Primera Guerra Mundial. La lectura de los periódicos de entonces revela las divisiones que habrían de darse en la Confederación durante el conflicto.

El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, sucumbe, con su mujer, bajo las balas de jóvenes nacionalistas serbios. Desde el día siguiente, los periódicos suizos abordan extensamente el episodio.

Los más clarividentes presienten que el ataque tendrá consecuencias inmensurables. “Es uno de esos acontecimientos que trastoca todo, anulando en un instante las conjeturas, suprimiendo los plazos temidos, pero haciendo nacer angustiosos interrogantes que nadie había previsto…”, escribe la Tribune de Genève.

Ola de simpatía

Al principio, el ataque suscita una ola de simpatía por Austria-Hungría, y sobre todo, por su emperador, Francisco José, tío de Francisco Fernando. “Todas las condolencias al venerable emperador. Su carrera, ya tan trágica, se ensombreció el domingo con otra tragedia”, escribe la Tribune de Genève, en referencia a los dramas familiares que han marcado la vida del soberano, incluyendo el asesinato en 1898, en Ginebra, de su esposa Elisabeth (Sissi) y el suicidio de su hijo Rodolfo.

La muerte de la pareja en Sarajevo, que, en un hecho inhabitual, había contraído nupcias por amor, y que deja tres huérfanos, conmueve también a los periodistas. Incluso el Berner Tagwacht, órgano oficial del Partido Socialista Suizo y poco proclive a apiadarse del destino de las cabezas coronadas, manifiesta su compasión.

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Gran Guerra y brecha cultural suiza

Este contenido fue publicado en La Primera Guerra Mundial acentuó el antagonismo existente entre los suizos de habla alemana y francesa, tendientes a apoyar a las distintas partes en el conflicto. (RTS Geopolitis / swissinfo.ch) A la parte francófona del país, en favor de las potencias aliadas, le molestó el hecho de que el Gobierno federal no protestara por la…

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Pero más allá del drama, la mirada se mantiene en el heredero del trono. Y allí, las opiniones divergen. La prensa católica lanza un verdadero panegírico, mientras que el Berner Tagwacht se muestra mucho más crítico. Para los socialistas, Francisco Fernando era “la encarnación de esa política austriaca que conduce al pueblo al borde del precipicio” y “el representante del militarismo, el imperialismo y el clericalismo”.

La mayoría de los comentaristas consideran, sin embargo, que el heredero al trono no era un enemigo de los eslavos. “Lejos de querer que uno de los pueblos del imperio fuera oprimido por otro, Francisco Fernando era un decidido partidario de la emancipación de los nacionalistas. Prinzip (el nombre del tirador) calumnia entonces a su víctima al decir que mató al opresor de los serbios; dio muerte a aquel al que el ‘serbismo’ temía precisamente porque veía que iba a unirse a los eslavos de la monarquía con los lazos del corazón”, anota el diario católico La Liberté.

La constante es prácticamente la misma en la prensa liberal. “La aberración del ataque se manifiesta ante todo en el hecho de que el archiduque Francisco Fernando era justamente considerado como un amigo de los eslavos; incluso se decía que habría estado satisfecho con la idea de un tercer Estado (junto a Austria y Hungría) en el seno de la monarquía”, comenta Der Bund.

El juego de las alianzas

En 1914 había dos sistemas de alianzas antagónicas: la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría, Italia) y la Triple Entente (Reino Unido, Francia, Rusia).

El juego de las alianzas transformó el conflicto local entre Austria y Serbia en un conflicto europeo y luego, mundial.

Al principio, Rusia sostuvo a Serbia, mientras que Alemania apoyó a Austria. Francia intervino luego en virtud de su alianza militar con Rusia.

Inicialmente al margen, el Reino Unido intervino en el conflicto cuando Alemania violó la neutralidad belga para penetrar en territorio francés.

Italia se mantuvo neutral antes de unirse a la Entente en 1915, para recuperar las minorías italianas del Imperio Austríaco (Trieste y Tirol del Sur).

Entre las otras grandes potencias, el Imperio Otomano se unió a las potencias centrales en 1915 y Estados Unidos se puso de parte de los aliados en 1917.

 División suiza

En las cuatro semanas siguientes al ataque, el Imperio Austro-Húngaro aumentó la presión sobre su vecino serbio, hasta fijarle un ultimátum inaceptable en una nota con fecha 23 de julio. Como consecuencia y merced al juego de alianzas, el espectro de la guerra parece cada vez más inevitable. Pero la prensa suiza está dividida sobre la cuestión de quién es verdaderamente el belicista.

Esta división no escapa a La Suisse. “Mientras que en todas partes el sentimiento público se afirma con claridad en un sentido u otro, nuestra prensa da al exterior el espectáculo de una diversidad de opiniones que denota una absoluta falta de dirección”, señala el periódico publicado en Ginebra. Durante todo el conflicto, una brecha se mantendrá entre la parte latina del país, cercana a los aliados, y la parte de habla alemana, que no oculta sus simpatías por los imperios centrales.

La prensa católica apoya firmemente la política austríaca. “Austria-Hungría hizo una investigación; concluyó que el peligro la amenazaba; no va a demorar un minuto más para alejarlo”, comenta La Liberté.

Estos sentimientos proaustriacos tienen como corolario una hostilidad constante hacia Rusia. “Si se produjera una batalla general, la culpa sería de Rusia, ya que no tiene que interferir, como nación, en el arreglo de cuentas austro-serbio. Sus lazos con Serbia son solamente aquellos de una simpatía creada por la religión cismática; (Rusia) no ha sido perjudicada y debe quedarse tranquila”, indica el diario católico de Friburgo. “El gobierno ruso ha estado hasta el límite extremo de lo que el deseo de evitar la guerra permite a una gran nación”, considera, contrariamente, la Tribune de Genève.

Esta alineación de los católicos en la posición del Imperio Austro-Húngaro escandaliza también a los socialistas. “Si tomamos un periódico católico entre las manos, es difícil saber si se trata todavía o no de una gaceta republicana”, subraya el Berner Tagwacht.

Sin embargo, debe tenerse en cuenta que no todo obedece a la afiliación religiosa o política. El sentido de proximidad cultural con un gran país vecino también juega un papel. Así, el Corriere del Ticino, aunque muy cercano al partido católico conservador local, es mucho más crítico respecto de Austria. Un signo de simpatía en el cantón de habla italiana hacia el irredentismo italiano de las minorías de lengua italiana del imperio. “Recordemos que la política austríaca hacia Serbia ha sido siempre una política de opresión y represión”, declara el periódico del Tesino para el que la propaganda serbia no es más que una “reacción natural a una represión policial en comparación con la cual la represión de la ‘italianidad’ en Trieste es nada”.

El “Amo del momento”

Entre los periódicos cercanos a los medios liberales, las opiniones están más divididas. Pero, en general, la tendencia es a culpar a Austria del conflicto. “Si la tan temida catástrofe llegara a producirse, la responsabilidad recaería exclusivamente en Austria-Hungría, en su soberano, su gobierno, especialmente en el partido militar, que, con un odioso ardor, ha provocado el terrible conflicto actual”, estima La Suisse.

Esta opinión se expresa también en la parte de habla alemana del país. “El hecho de que, en su nota, Austria no se declare por lo menos dispuesta a nuevas negociaciones, muestra que quería la guerra”, afirma el Neue Zürcher Zeitung.

Resta la posición de Alemania y su emperador Guillermo II. Para la Tribune de Genève, “el futuro de Europa y de la civilización está en sus manos”. La Suisse escribe: “En estos momentos de tormenta, los ojos del mundo se vuelven hacia el soberano que aparece como el amo del momento y un gesto enérgico de su parte sería suficiente para apaciguar las pasiones desencadenadas, para poner término a los excesos del partido militar austriaco y para interrumpir el armamentismo que continúa febrilmente desde las costas del Atlántico hasta los confines del Asia”.

Pero ese “gesto enérgico” no vendrá nunca…

traducido por Marcela Águila Rubín

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