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Benno Zogg: “El papel de Rusia es cuestionado”

Hommes politiques posant devant leur drapeau lors d un sommet.
Foto de grupo durante la cumbre de la Organización de Cooperación en Shanghái (OCS) en Samarcanda, Uzbekistán, 16 de septiembre de 2022. Los Estados implicados suelen ser tanto socios como rivales. Sputnik

Las tres décadas transcurridas desde la disolución de la Unión Soviética han dejado poco respiro a los Estados que la sucedieron, afectados por varios conflictos armados. El especialista en seguridad Benno Zogg analiza el papel de Rusia y la influencia de China en este desarrollo. Entrevista.

Benno ZoggEnlace externo es investigador del Centro de Estudios de Seguridad de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, donde dirige al Equipo de Seguridad Euroatlántica y Suiza.

swissinfo.ch: En el espacio postsoviético hay movimiento. ¿Está perdiendo Rusia su influencia como potencia que garantiza el orden?

Benno Zogg: La primera cuestión por responder es hasta qué punto Rusia era realmente una potencia que mantenía el orden. Al menos para los Estados aliados de la región, a menudo actuó como mediador en las disputas, o como una especie de garante de la seguridad. Hoy, el papel de Rusia está siendo cuestionado, como lo demuestran varios conflictos armados agudos. Y Rusia no tiene ni la voluntad ni la capacidad de invertir grandes recursos. Esto no pasa desapercibido. En el presente, algunos países buscan socios en otros lugares.

Azerbaiyán ha atacado a Armenia, aliada de Rusia. No muy lejos del lugar de los combates, los soldados rusos aseguran la frágil paz que reina desde la guerra de Nagorno-Karabaj en 2020. ¿No teme Azerbaiyán a Rusia?

Así es. Precisamente en ese conflicto, Rusia desempeñó un papel estabilizador. Por un lado, gracias a la alianza con Armenia y la cooperación militar, con una base en el país. Por otro lado, gracias a las buenas relaciones con Azerbaiyán. En el conflicto de Nagorno-Karabaj poco ha cambiado en los últimos treinta años, a pesar de los ocasionales brotes de violencia. Esto cambió con la guerra de 2020, cuando se hizo evidente el papel activo de Turquía en el bando de Azerbaiyán.

Zogg
Benno Zogg. David Biedert

Azerbaiyán ha puesto a prueba a Rusia varias veces este año, con pequeños avances a los que Rusia solamente ha respondido verbalmente. Les resultó evidente que Rusia estaba siendo absorbida y que probablemente retiró parte de sus tropas de Nagorno-Karabaj, a fin de enviarlas a Ucrania. Y entonces el ataque tuvo lugar, no en Nagorno-Karabaj, sino en territorio armenio. Rusia no reaccionó y la alianza con Armenia no ha sido relevante desde entonces. Por otro lado, Turquía pudo reforzar su influencia en la región.

También han estallado combates en Asia Central, entre Kirguistán y Tayikistán. ¿Es una coincidencia?

Sí y no. Este conflicto ha dado lugar a cientos de escaramuzas y enfrentamientos en las últimas tres décadas. Su última manifestación fue violenta en el plano militar, pero causada por tensiones existentes desde hace tiempo.

Es probable que diversos factores se influyan mutuamente. Hay líderes políticos que están actuando de una manera cada vez más nacionalista y que quieren destacar y, simultáneamente, Rusia ha retirado tropas de estos dos países. Una mezcla que, sin duda, creó un momento propicio para una escalada.

En el conflicto fronterizo entre los dos países, en esta ocasión no existió una potencia moderadora que propiciara una desescalada, Rusia tampoco actúo. La alianza militar de la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva), contraparte de la OTAN y dominada por Rusia, ha demostrado ser una ilusión.

Kazajstán era considerado uno de los socios más cercanos de Rusia en Asia Central. Pero hemos constatado un distanciamiento desde que inició la guerra. ¿Cuál es la razón?

El país se encuentra en una posición muy delicada. En el plano económico depende enormemente de Rusia, pero ha mantenido siempre una política extranjera equilibrada. Es especialmente notable que resista las tentativas de presión rusas. Este pragmatismo de Kazajstán le ha permitido mantener buenas relaciones con su vecino del norte, mientras envía ayuda a Ucrania.

Es un ejercicio de equilibrio. Para Kazajstán, la debilidad de Rusia representa a la vez una oportunidad y la necesidad de recurrir a otros socios como China, Turquía o Europa. Y esto se ha acelerado notablemente desde la invasión a Ucrania. Especialmente, porque existe temor de que sufra un destino similar al de Ucrania.

La disolución de la Unión Soviética se desarrolló sin problemas. Lo que muchos temían entonces era que la región se dirigiera hacia un caos, ¿acaso éste se está produciendo con cierto retraso?

Es una tesis audaz, pero no totalmente absurda. La situación individual de cada exrepública soviética es distinta, pero todas son expresiones de la disolución de la Unión Soviética. No es casualidad que los conflictos más violentos de la época —el conflicto de Karabaj y la guerra civil en Tayikistán— todavía tengan repercusiones en la actualidad. Muchas cosas no se han resuelto, como las disputas sobre las fronteras y los recursos naturales.

No debe pasarse por alto que las élites políticas que hoy están a cargo son herederas de la Unión Soviética. Por lo tanto, el estilo político no ha cambiado mucho en algunos países, y tampoco la tensa relación entre algunos de ellos.

Pero eso no significa que reinará el caos. Los conflictos locales pueden ser útiles para algunos líderes, pero ciertamente no las guerras a gran escala. Están interesados, ante todo, en la estabilidad del régimen. Tampoco creo que pueda producirse un efecto dominó.

La primera visita al extranjero de Xi Jinping desde el inicio de la pandemia tuvo lugar en Kazajstán. ¿Es una ocasión propicia para que China expanda su influencia en Asia Central?

En principio, sí. Pero también es un proceso que ha estado ocurriendo durante algún tiempo y se aceleró en la actualidad. Sin embargo, China tiene sus propios problemas: el estancamiento económico, el aislamiento debido a la política de «cero Covid» y proyectos internacionales encabezados por China, como la «Nueva Ruta de la Seda», que pierden impulso.

Xi Jinping está tratando de recuperar el tiempo perdido desde el inicio de la pandemia. Rusia y China todavía se necesitan mutuamente en el escenario internacional, aunque Beijing haya cambiado su tono hacia Moscú desde que comenzó la guerra. Actualmente, en materia de flujos comerciales, influencia regional y tecnología, Rusia se debilita y China se fortalece.

China, ciertamente, no tiene ningún interés en que se considere que está en el mismo grupo que Rusia. Más bien, quiere presentarse como un actor político confiable y un socio económico dinámico a escala global, pero también específicamente en Asia Central. Así que es lo opuesto a Rusia en este momento.

Se están cerrando filas en contra de Occidente, al menos retóricamente, como pudimos observar en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái en Samarcanda, Uzbekistán. ¿Estamos en medio de una nueva formación de bloques? ¿O es solo que lo que ha existido durante mucho tiempo se hace visible?

La tendencia hacia la formación de bloques es real. Tanto China como Rusia dicen esto explícitamente y hablan de un orden mundial multipolar. En este orden, ya no son los Estados Unidos y las instituciones internacionales los que dictan las reglas, sino que hay otros polos, incluidos China y Rusia.

China ejerce una presión internacional más fuerte, quiere imponer sus propios espacios normativos y tecnológicos, y obligar a los países a posicionarse. Pero esta formación de bloques es, en mi opinión, más flexible que durante la Guerra Fría: en el plano temático, se voltea hacia un polo u otro, pero hay muchas cosas que se juegan en los espacios intermedios.

Fue evidente durante la cumbre que los regímenes autocráticos están de acuerdo en permanecer políticamente unidos, especialmente por su propia estabilidad. Pero en el ámbito económico, estos países prefieren la diversidad. Es un acto de equilibrio difícil, especialmente para los países pequeños, pero también es necesario.

Por lo tanto, desde mi perspectiva, esta narrativa de democracia versus autocracia es demasiado limitada. No les conviene a los países a los que les gusta jugar con la ambivalencia, en parte porque no tienen otra alternativa.

(Adaptación del francés: Andrea Ornelas)

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