El principal partido suizo creció al oponerse a la unión con Europa
Con el rechazo popular al ingreso en el Espacio Económico Europeo (EEE) empezó el ascenso de la Unión Democrática de Centro para convertirse en el principal partido del país. Treinta años más tarde, el recuerdo de ese inicial éxito aún es crucial para la autopercepción de esta formación burguesa-conservadora.
Hace treinta años, en el mundo de los oradores todo tenía su lugar. “Suiza tenía seis millones de habitantes. Una escasez de electricidad era impensable. La comida vegetariana no era la expresión de una actitud fundamentalista, sino simplemente una comida sin carne, como por ejemplo la raclette, los macarrones alpestres o la rebanada de pan con queso.” Aplauso. El discurso de Dominik Straumann, presidente cantonal de la Unión Democrática de Centro (UDC), es bien acogido. En la sala multifuncional de Pratteln sirven pastel de carne y ensalada de patatas; y en las pancartas se puede leer en letras mayúsculas: “Menos atascos”, “Menos impuestos” y “¡Más Suiza!”.
El momento culminante para los 200 concurrentes a este acto inicial de la campaña electoral de la sección de Basilea-Campiña de la UDC llega con la comparecencia del militante y consejero federal (ministro) saliente Ueli Maurer. Mientras Straumann es pesimista, Maurer pinta un cuadro positivo: “Suiza va bien. ¿Por qué?”, lanza su pregunta retórica, antes de contestarla él mismo, diciendo que el sistema suizo evita los cambios repentinos y que, además de la estabilidad, importa la independencia. Suiza está mejor que la Unión Europea (UE) porque “somos nosotros mismos los que decidimos lo que nos parece bien”, continúa.
El punto de arranque para este progreso fue una votación en el año 1992, concluye Maurer: “El país va bien gracias a la votación sobre el Espacio Económico Europeo (EEE), con el que nos allanamos el camino hacia la independencia.
Ascenso desde la votación sobre el EEE
Cuando se votó sobre la adhesión de Suiza al EEE, la formación derechista UDC solo tenía la mitad de los votos de hoy. En 1992 era el cuarto partido más importante, pero desde hace veinte años ya es el número uno. La arenga de Straumann es bastante fiel al estilo habitual con el que el partido, desde aquella campaña electoral contra la adhesión al EEE, trata de diferenciarse de otras formaciones: “Hoy, la izquierda ecologista ha creado con su política canalla una situación que no solo es un peligro para Suiza, para nuestro éxito y nuestro bienestar, sino que puede destruirlo todo”, prosigue Straumann, que insiste en que se ha “mentido y engañado a la población” y que “hoy nos encontramos ante el desastre total”. Todo ello ha provocado, en su opinión, la subida del precio de la gasolina y la “inmigración masiva”.
Para ser claros y poner las cosas en su sitio: en el cantón de Straumann, la “izquierda ecologista” no tiene mayoría, tampoco a escala nacional. Los políticos de la UDC son expertos cuando se trata de hacer malabarismos entre populismo y responsabilidad compartida: durante la fase álgida de la pandemia, los representantes del partido criticaron la política dictatorial del Consejo FederalEnlace externo [Gobierno]», a pesar de tener, junto con Maurer, a otro socio del partido en el gobierno heptacefálico.
Mientras el consejero federal Maurer pronuncia su discurso, Ermando Imondi nos hace señas a los periodistas de swissinfo.ch desde el otro lado de la sala. El parlamentario cantonal de la UDC ya nos había contado en un momento anterior cómo acabó siendo político y militante de la UDC: “Me afilié al partido tras la votación de 1992.” Entonces, le inquietaba la posible adhesión al EEE porque se preocupaba por el mercado laboral y la democracia, dice. El entonces consejero nacional Christoph Blocher acuñó un nuevo estilo: “Su manera de ser polariza, pero en lo sustancial siempre tuvo razón.”
El 6 de diciembre de 1992, el pueblo rechazó con el 50,3% de los votos el ingreso de Suiza en el Espacio Económico Europeo (EEE). El 78,7% del electorado acudió a las urnas, la mayor cifra jamás registrada desde la introducción del sufragio femenino. Durante la campaña electoral se vio cómo la Suiza francófona mantuvo una actitud europeísta, mientras que la Suiza alemánica se mostró escéptica.
La división política afectó a todos los partidos, también a la UDC. Pero a diferencia de otras formaciones políticas, el grupo de los opositores a la adhesión en torno a Christoph Blocher llevaba claramente la voz cantante dentro de la UDC. Y así se convirtió esa campaña electoral en la primera que la UDC de Blocher dirigió siguiendo el modelo del “¡Nosotros contra todos!”, que tanto éxito ha tenido desde entonces.
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La integración europea provoca la politización
A este éxito contribuyeron los votantes. Desde aquel escrutinio sobre la integración en el EEE, el Partido Radical Democrático (PRD) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC) han perdido muchísimos apoyos, mientras que la UDC logró posicionarse como movimiento aglutinador de la derecha. Los partidos populistas de derechas, como los Demócratas Suizos o el Partido Suizo de los Automovilistas, fueron absorbidos íntegramente por la UDC.
Ante sus platos con ensalada de patatas, los militantes de la UDC en Pratteln recapitulan cómo tras la votación sobre la adhesión al EEE empezaron a distanciarse de sus antiguos partidos. El basilense Bernie Bosshart era entonces militantes de la formación liberal PRD. Una comparecencia de Christoph Blocher en el acto de una asociación de oficiales militares le dejó estupefacto: “Expresaba lo que no me atrevía a decir.” Bosshart se refiere al argumento de que, con la adhesión, Suiza perdería su soberanía y se sometería progresivamente al dictado de Bruselas. Entonces, algunos de los socios actuales de la UDC votaban al Partido de los automovilistas, continúa el militante basilense, señalando como ejemplo a un señor con jersey de cuello alto, que habla de las “ínfulas de gran potencia” de la UE y de la pérdida de la libertad de prensa como consecuencia de la pandemia.
El político y militante de la UDC Hanspeter Weibel establece una analogía entre la votación de entonces y el Brexit: “Para Suiza fue de crucial importancia; si no se hubiera producido ese resultado, estaríamos hoy en la UE”, insiste. Las advertencias pesimistas sobre las consecuencias de un ‘no’ de aquellos que apoyaban la adhesión de Suiza, resultaron infundadas. Suiza está mejor, tanto económica como políticamente, añade.
Esa lejana votación de principios de los noventa también ha politizado a una generación más joven de políticos y políticas de la UDC. Natalie Rickli, que hoy es consejera de Estado en Zúrich, tenía 16 años en 1992. “Nuestro enseñante de formación profesional para perito comercial tematizó en sus clases la votación sobre el EEE”, explica la política, que recuerda que ella y otros dos alumnos temían que Suiza, con la adhesión, perdiera su independencia y viera limitada su democracia directa. Hoy, Rickli ve en la votación de entonces un “cambio decisivo de rumbo para el futuro del país”.
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Además, reconoce que la votación sobre el ingreso en el EEE despertó en ella el interés por seguir los acontecimientos políticos. Rickli confiesa que conoce a mucha gente que como ella se había politizado con los debates sobre el EEE y que a raíz de ello decidió ingresar en el partido. Un representante de una generación aún más joven es Pascal Messerli, nacido en 1989. Para el diputado del Parlamento de Basilea-Ciudad, el rechazo electoral al ingreso en el EEE supuso el “acontecimiento más importante después de la introducción del sufragio femenino”.
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La aprobación por doble mayoría no es una peculiaridad suiza
Salchichas fritas y peinados alisados
Pratteln es un municipio industrial en la periferia urbana de Basilea. También en el acto de la UDC en Zollikon sirven salchichas fritas y pan, pero se nota que aquí la gente lleva trajes mejor confeccionados y peinados más alisados que en Pratteln. Zollikon se ubica en la llamada ‘Costa dorada’ a orillas del lago de Zúrich. Es un lugar muy interesante “porque muchos protagonistas de entonces viven aquí”, dice Tumasch Mischol, presidente regional de la UDC. A solo dos pueblos de distancia vive el multimillonario Christoph Blocher, que impuso como nadie su sello a la campaña electoral contra el ingreso en el EEE. En 1992, “invertí unos cuantos millones de francos en la campaña”, reconoce Blocher ante los micrófonos de la televisión suiza SRFEnlace externo.
“En su día, la idea de la UE era buena: se trataba de un proyecto de paz”, afirma, por su parte, Stephan Geiger, afiliado a la UDC. Pero ahora cree que una cooperación con la UE ya no es posible. “Habla de colaboración, pero cuando se trata de negociar sobre determinados temas, nos pone el puñal a la garganta”, se escandaliza. Hace casi diez años que Geiger adquirió la nacionalidad suiza. “Suiza posee muchas características encantadoras, es una pequeña UE con 26 cantones, sin ser un monstruo burocrático como Bruselas.” Suiza es diferente a Alemania, donde “el ciudadano” es sumiso y donde incluso los políticos que él aprecia se tienen que someter a la disciplina de voto del grupo parlamentario. Geiger teme que una mayoría urbana se impondría y decidiría el ingreso de Suiza en la UE si no existiera la necesidad de una mayoría cantonal en las votaciones.
Efectivamente, muy pocos suizos aprueban un ingreso de Suiza en la UE. De acuerdo con el informe de Selects de Smartvote.chEnlace externo, solo un 6,5% de los encuestados menores de 34 años se expresaron a favor en 2019. En cambio, en 1995, era casi el 60% de este grupo etario que apoyaba la integración europea. El porcentaje más alto de aprobación registra hoy la franja de edad de los jubilados, pero incluso en este grupo hay solo un 20,5% que desea la adhesión a la UE.
La parte principal del acto en Zollikon consiste en la presentación de los candidatos y candidatas de las próximas elecciones. Los políticos y políticas pronuncian discursos motivadores, pero también alarmantes. Desde el púlpito se escuchan voces que dicen que cerca de “65 000 ucranianos con el estatus ‘S’” se han refugiado en Suiza y que no “se controla, quién viene”. Luego interviene un señor mayor, profiriendo: “¡Jesús!”, llevamos siete años con una delincuencia juvenil disparada; y añade: “¡Dios mío!”, la criminalidad callejera organizada está desbordada.
Este señor se llama Toni Bottinelli. Es músico religioso y se acuerda muy bien de la votación sobre el ingreso en el EEE: “El 6 de diciembre celebramos con un grupo de oración y algunos sacerdotes un servicio divino de intercesión. Acompañábamos el oficio con música de instrumentos de viento; yo tocaba el órgano”, cuenta a swissinfo.ch. El servicio lo celebraron para “tirar de la cadena y expulsar por el inodoro” la propuesta de adhesión al EEE. “De esta manera apoyamos a Blocher”, explica Bottinelli. “Tengo los recuerdos aún tan vivos cómo si todo hubiera pasado hace una semana.” La campaña electoral le persuadió de que la UDC era la mejor opción. Antes había votado a los nacionalistas de los Demócratas Suizos, afirma. Aún hoy, Botinelli sigue teniendo el temor de que el gobierno esté planeando una “integración en la UE por la puerta de atrás”.
Todos los militantes de la UDC, con los que swissinfo.ch ha hablado, están convencidos de que Suiza hoy sería un Estado miembro de la UE si el resultado de la votación del 6 de diciembre de 1992 hubiera sido otro. Sea como fuere, el ‘no’ al ingreso en el EEE supuso el impulso inicial para el ascenso del principal partido de Suiza.
Adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela
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