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Kosovo y Suiza, Suiza y Kosovo

«La diplomacia suiza en Kosovo es poco visible»

un policía con un coche/tanque blindado
Agentes de la policía de Kosovo aseguran la zona exterior del monasterio de Banjska, en el pueblo de Banjska, Kosovo, el 27 de septiembre de 2023. Un tiroteo que duró un día entero entre serbios armados y policías kosovares dejó cuatro muertos, entre ellos un agente. Copyright 2023 The Associated Press. All Rights Reserved.

El historiador suizo Oliver Jens Schmitt analiza la situación en Kosovo y los fracasos de Suiza y otros países occidentales.

SWI swissinfo.ch: A menudo utilizando la fuerza militar, Rusia ha impuesto movimientos separatistas prorrusos en Abjasia, Osetia del Sur, Transnistria y, por supuesto, en el este de Ucrania. Sin embargo, Putin siempre se ha defendido de las críticas, alegando que la OTAN intervino a favor de Kosovo en 1999. ¿Es justa esa comparación?

Oliver Jens Schmitt: No, son dos cosas completamente diferentes. Una fue una intervención humanitaria para impedir uno de los mayores crímenes desde 1945. La otra es una cínica política de poder para debilitar a Estados soberanos.

Rusia está intentando construir una teoría del derecho internacional que ignora deliberadamente el contexto. Desde finales de la década de 1980, bajo Milošević, Serbia persiguió el objetivo de discriminar y, en última instancia, expulsar a la mayoría albanesa de Kosovo. Serbia ha cometido los crímenes más graves contra los derechos humanos, con autores serbios que asesinaron sistemáticamente y desplegaron violencia sexual contra la población, destruyendo 40.000 hogares y gran parte del patrimonio cultural.

Un gobierno que actúa así contra su propio pueblo pierde el derecho a gobernarlo. Los albaneses de Kosovo ya habían declarado su independencia en 1991. La intervención internacional de la OTAN en 1999 tenía como objetivo proteger los derechos humanos básicos y evitar la expulsión masiva.

La situación en los territorios ahora efectivamente ocupados por Rusia es diferente. Se trata de antiguas repúblicas soviéticas cuyas fronteras fueron trazadas en su día por Stalin con la intención de garantizar que repúblicas como Georgia y Moldavia incluyeran zonas con minorías que desestabilizarían a los jóvenes Estados si se separaban de la Unión Soviética. Eso fue exactamente lo que ocurrió. Putin, a diferencia de la OTAN, no protegió los derechos de las minorías, sino que creó conflictos deliberadamente.

Oliver Jens Schmitt
El historiador Oliver Jens Schmitt, de Basilea, es profesor del Instituto de Historia de Europa Oriental de la Universidad de Viena. Sus áreas de especialización son la evolución sociocultural de los Balcanes albaneses, el fascismo en Europa del Este, con especial atención en Rumanía, y la sociedad y la política en las postrimerías del Imperio Otomano. Es autor del libro ‘Kosovo: Kurze Geschichte einer zentralbalkanischen Landschaft’ (Kosovo: Breve historia de un paisaje de los Balcanes centrales) sobre Kosovo. Wikimedia Commons

Kosovo es una región con connotaciones contradictorias. ¿Qué significa para la memoria serbia y cuál es su importancia para la memoria albanesa?

Hasta su independencia en 2008, Kosovo no era un Estado soberano, y antes de 1945 ni siquiera era una entidad territorial. Así que el término ‘Kosovo’ era más bien la imagen de un paisaje. Por otra parte, durante mucho tiempo no existió una identidad regional, sólo la percepción de una región cuyas fronteras eran imprecisas.

Los serbios y los albaneses cuentan historias sobre ella que son similares, en el sentido de que cada uno excluye al otro. En Occidente, durante mucho tiempo sólo se conoció la versión serbia. Y decía lo siguiente: los eslavos llegaron a Kosovo a principios de la Edad Media, y en 1389 los serbios fueron derrotados defendiendo los Balcanes contra los otomanos. Eso dio origen al mito de la batalla de Kosovo, en la que el príncipe serbio Lazar fue asesinado en nombre del cristianismo y de la nación serbia.

Este mito se expandió por el Estado serbio a finales del siglo XIX para ilustrar la reivindicación serbia de esta región. Según la opinión serbia, la catástrofe de Kosovo empezó con la inmigración de albaneses. En esta versión, llegaron a finales del siglo XVII, como beneficiarios del dominio otomano. Sin embargo, la investigación histórica demuestra que los albaneses son uno de los grupos lingüísticos más antiguos de Europa y vivían en Kosovo mucho antes de la inmigración de los eslavos. La versión ahistórica serbia afirma exactamente lo contrario. En los años 80, la Academia Serbia de las Ciencias llegó a sugerir que los albaneses estaban cometiendo un «genocidio biológico» contra los serbios debido a su alta tasa de natalidad.

El presidente serbio Aleksandar Vučić se quejó recientemente a Vladimir Putin de la supuesta limpieza étnica contra los serbios de Kosovo. Vučić dijo esto después de que cuatro murieran en actos de violencia entre serbios armados con conexiones criminales y la policía de Kosovo.

¿Quiénes son los serbios de Kosovo? Los serbios de Kosovo se dividen esencialmente en dos grupos: en primer lugar, los que viven en asentamientos dispersos en Kosovo. Allí no hay grandes problemas. Se trata de una población envejecida. Muchos jóvenes abandonan Kosovo por falta de perspectivas, y los serbios no son diferentes de los jóvenes albaneses en este sentido.

En segundo lugar, un grupo más numeroso vive de forma compacta en el norte de Kosovo, donde forma un Estado dentro del Estado, financiado por Belgrado. Eso ofrece ventajas materiales. Los jubilados, por ejemplo, reciben dos pensiones, una de Kosovo y otra de Serbia. El norte de Kosovo es también un importante foco de delincuencia organizada. En la región no hay fuerzas policiales. Los grupos de delincuencia organizada tienen interés en impedir la entrada de la policía kosovar. Cuando lo hacen, toda acción policial se califica de violencia étnica. El incidente mencionado dejó claro a todo el mundo lo estrechamente vinculados que están el crimen organizado y la violencia política. También quedó claro lo entrelazados que están estos grupos de actores políticos criminales con el gobierno de Belgrado.

El asunto se complica. Hasta el punto de que la Constitución serbia concede gran importancia a Kosovo -un Estado independiente- y todas las instituciones serbias están comprometidas con el objetivo de que Kosovo vuelva a estar bajo el control del país. El nacionalismo y el mito serbios son obstáculos en el camino de Serbia hacia el Estado de derecho y la democracia. Serbia está muy lejos de ello en estos momentos.

La plaza de Pristina
Bill Clinton (en la fachada del fondo a la derecha) en Pristina. En la capital de Kosovo hay un bulevar que lleva el nombre del expresidente estadounidense. © Keystone / Jean-christophe Bott

Serbia depende económicamente de Rusia. ¿Ha cambiado la visión exterior de Kosovo desde la guerra de agresión rusa en Ucrania?

Al principio se creía que Kosovo se beneficiaría del cambio geopolítico, porque la relación de Ucrania con Rusia tiene muchas similitudes con la relación de Serbia con Kosovo: Rusia y Serbia se disputan no sólo la condición de Estado del otro país, sino también su existencia como pueblo. Pretenden disolver al otro pueblo, integrarlo en su propio territorio o expulsarlo. Existen incluso teorías serbias según las cuales los albaneses son en realidad serbios convertidos al islam.

Pero hasta los actos de violencia de los extremistas serbios en septiembre de 2023, era el gobierno kosovar el que estaba más bien aislado, porque el gobierno serbio tiene una buena conexión con Estados Unidos gracias a los suministros de munición de guerra a Ucrania. Vučić, que también se inclina ideológicamente hacia Rusia, no es un demócrata, sino un gobernante autoritario que actúa brutalmente en el ámbito interno. El hecho de que Occidente le corteje también es peligroso por la razón de que Kosovo es la única democracia que funciona en la región. Los ucranianos dicen con razón que defienden valores occidentales como la democracia. Al posicionarse a favor de Vučić, Occidente, y sobre todo Estados Unidos, está perjudicando a Kosovo, donde estos valores -con el apoyo de los Estados occidentales- son más respetados que en Serbia.

¿Considera positivo el desarrollo de las instituciones democráticas en Kosovo desde la independencia en 2008?

Kosovo tiene hoy en día un vibrante panorama de partidos. Mientras tanto, países como Serbia y Albania se han quedado atrás en el desarrollo democrático. O las elecciones no son libres, o la oposición no acepta los resultados y bloquea el Parlamento, al menos temporalmente.

No cabe duda de que todavía hay muchas cosas lamentables en Kosovo, como la corrupción generalizada de los organismos estatales. Pero hay que recordar de dónde partió este Estado: una población traumatizada por la opresión, la guerra y la expulsión; un país que había sufrido una devastación generalizada en todos los aspectos. La prueba de fuego de cualquier democracia es si un gobierno que ha sido expulsado acepta su derrota. Aunque el gobierno de Albin Kurti sea objeto de acalorados debates, es posible cambiar de gobierno mediante elecciones. La sociedad no está atrapada en una mentalidad autoritaria, como sigue ocurriendo ampliamente en Serbia o Albania.

Suiza reconoció la independencia de Kosovo el mes en que se anunció. Parece ser uno de los pocos momentos en los que Suiza adoptó una posición en política exterior. ¿Qué queda de ello?

El reconocimiento fue torpe porque fue espontáneo y no se enmarcó en ninguna estrategia. Hoy en día, la diplomacia suiza en Kosovo no es muy visible, teniendo en cuenta la importancia de Suiza en Kosovo y la diáspora kosovar en Suiza. Es menos activa que Austria. Los políticos suizos, por ejemplo, apenas se dejan ver por Kosovo. Albin Kurti, en cambio, interfiere en la campaña electoral suiza en nombre de su partido asociado, el Partido Socialdemócrata. Sin embargo, Suiza debería tener interés en facilitar cierta información a la población de Kosovo, especialmente sobre el sistema político suizo.

¿Por qué?

Durante mi última visita a Kosovo, me di cuenta de que las ideas islamistas se estaban extendiendo entre parte de la generación más joven. Esa evolución preocupa también a la mayoría laica de Kosovo.

Occidente tiene cierta responsabilidad en el auge de las corrientes islamistas. Kosovo fue el único país de los Balcanes occidentales donde durante mucho tiempo no se concedió a sus habitantes la libertad de viajar sin visado. En cambio, los kosovares podían viajar sobre todo a países islámicos, y éstos les apoyaban muy activamente, por ejemplo, mediante becas. Así que en Occidente no debería sorprendernos que los jóvenes vuelvan de Turquía o de los países del Golfo con la mentalidad de los regímenes de allí. Esos mismos Estados también han invertido en escuelas, universidades y hospitales en Kosovo.

Kosovo es pequeño. Con un uso manejable pero concentrado de los fondos, pero también con gestos políticos más fuertes, países ricos como Suiza podrían conseguir mucho. Sin embargo, tengo la impresión de que los políticos suizos miran para otro lado. Desde la izquierda hasta la derecha, sigue sin haber una estrategia coherente sobre cómo tratar a la gran diáspora kosovar. Mientras que los kosovares saben mucho de Suiza, incluso los representantes de la élite suiza no tienen ni idea de Kosovo.

Texto adaptado del alemán por Carla Wolff

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