Schengen y la seguridad europea
El espacio Schengen necesita una institución común encargada de garantizar la seguridad en las fronteras exteriores: una guardia costera europea, con presupuesto, barcos y personal propios. Hoy, la defensa de las fronteras exteriores es responsabilidad de cada Estado miembro.
Otro proyecto clave europeo peligra. Cerca de dos décadas después de suprimir por primera vez los controles fronterizos, en el marco del acuerdo de SchengenEnlace externo – que ahora incluye a 26 países, entre ellos cuatro que no son miembros de la Unión Europea (UE) – Alemania ha restablecido los controles en su frontera con Austria, y Francia en su frontera con Bélgica. La intención es que estos controles sean temporales, y la gran mayoría de las otras fronteras permanecen abiertas. Sin embargo, una trayectoria hacia una mayor apertura no parece ser la dirección en la que Europa se encamina – y ese es un problema grave.
El alejamiento del concepto de una “Europa sin fronteras”, que es un cambio instigado por las imágenes de refugiados cruzando a pie las fronteras interiores, se vio fortalecido por la noticia de que la mayor parte de los que llevaron a cabo los ataques en París en noviembre procedían de Bélgica, y que algunas de dichas personas pudiesen haber entrado a la UE a través de los Balcanes, haciéndose pasar por refugiados. La hipótesis de base – que comparten muchos políticos europeos, especialmente los ministros del Interior – es que hay que elegir entre seguridad y apertura. Esta afirmación está muy lejos de la realidad.
De hecho, el restablecimiento de los controles fronterizos parece ser un ejemplo del denominado “teatro de seguridad” – una política destinada a ‘hacer sentir’ a la opinión pública de que se está haciendo algo. Pero, en lugar de hacer que los europeos estén más seguros, la suspensión del acuerdo de Schengen realmente obstaculizaría la lucha contra el terrorismo, porque los países se verían obligados a dedicar recursos valiosos – por ejemplo, miles de agentes de policía, en caso de que se llegase a suprimir completamente el acuerdo – a la revisión de documentos en las fronteras. Estos recursos ya no se podrían destinar a la prevención de actividades terroristas.
Y la prevención requiere toda la ayuda que se pueda obtener. A fin de cuentas, el objetivo – identificar a unos cuantos terroristas que se esconden entre millones de ciudadanos respetuosos de la ley – es como buscar una aguja en un pajar. La lógica errónea detrás del reciente restablecimiento de los controles fronterizos es probablemente la razón por la cual los agentes de policía han adoptado una actitud cauta en el debate sobre el tema.
Cabe recordar que cuando cinco países – Bélgica, Francia, Alemania, Luxemburgo y Países Bajos – acordaron en 1985 (en la localidad de Schengen, Luxemburgo) abolir los controles fronterizos, no lo hicieron por capricho ni por la visión de futuro de algunos nobles políticos. Por muy simbólico que fuese el acuerdo, el simbolismo no fue el punto importante.
Las autoridades de seguridad de los países participantes habían reconocido que hacer esperar a las personas en las fronteras interiores no ayudaba a prevenir las principales amenazas, como ser el crimen organizado y el tráfico de drogas. Los camioneros que protestaban contra las largas esperas en las estaciones de aduanas ayudaron a impulsar este esfuerzo. Sin embargo, se tardó una década de duras y detalladas negociaciones destinadas a reforzar las fronteras exteriores de la UE, hasta alcanzar el momento en el año 1995, en el que se pudieron levantar efectivamente controles fronterizos dentro de la UE.
La posterior decisión de países que no son miembros de la UE, como Suiza, de adherirse al Espacio Schengen refleja los enormes beneficios que conlleva mantener las fronteras abiertas, entre ellos el de la seguridad. En lugar de tratar de controlar a las masas de turistas y hombres de negocios que llegan al país desde todo el mundo –una actividad esencialmente fútil en Suiza – el país decidió concentrar sus efectivos policiales principalmente en las amenazas a la seguridad. Además, al sumarse al acuerdo de Schengen, la policía suiza obtuvo acceso al Sistema de Información de Schengen y a otras importantes bases de datos europeas sobre presuntos delincuentes, vehículos robados, y mucho más.
Por supuesto, el sistema de Schengen tiene sus deficiencias. Al igual que la eurozona, el espacio comenzó con un grupo pequeño de países miembros que compartían una visión y el objetivo de adoptar normas comunes. Pronto otros países se adhirieron a Schengen, pero algunos de ellos no cumplieron los estándares acordados, como se vio posteriormente.
Los desequilibrios en materia de competitividad y presupuesto público en la eurozona – aspectos a los que no se prestó atención al aprobar la adhesión de nuevos miembros – condujeron a una prolongada crisis económica. En el Espacio Schengen, la incapacidad de algunos países para proteger adecuadamente las fronteras exteriores – por falta de capacidad administrativa (especialmente en Grecia, pero también en cierta medida en Italia), junto con las dificultades geográficas como las largas y fracturadas líneas de costa – ha socavado la confianza a la luz de la crisis de los refugiados.
Si la eurozona sobrevivió se debe a dos razones. En primer lugar, una institución común, el Banco Central Europeo, con poder para actuar. En segundo lugar, los Estados miembros cedieron cierto control sobre sus bancos, con el fin de aumentar la estabilidad general del sistema.
Si el Espacio Schengen quiere perdurar, tiene que desarrollarse en una dirección similar y disponer de una institución común encargada de garantizar la seguridad en las fronteras exteriores y al mismo tiempo reforzar el marco de seguridad interna. Hoy, la defensa de las fronteras exteriores del Espacio Schengen es responsabilidad de cada Estado miembro; uno de ellos es Grecia, que atraviesa una crisis económica devastadora. La única operación en el ámbito de la UE destinada a ayudar a la policía en las fronteras exteriores, denominada FrontexEnlace externo, está muy limitada en su alcance.
Punto de vista
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Lo que el Espacio Schengen necesita es una verdadera guardia costera europea, con presupuesto, barcos y personal propios. Se estima que el Mediterráneo seguirá siendo el principal desafío de seguridad en un futuro próximo, debido a la inmigración ilegal y a su proximidad a los campos de entrenamiento terroristas. Por tanto, la nueva guardia costera, financiada con fondos de la UE, debería comenzar aquí. Incluso una pequeña fracción del presupuesto de la UE superaría con creces los recursos de los que dispone para este cometido cualquiera de sus países miembros.
Además, una guardia costera europea proporcionaría una herramienta flexible para asignar recursos de la forma más eficaz y en cualquier momento. Incluso si las amenazas de seguridad se concentran en la misma zona, los desafíos más urgentes pueden desplazarse con el tiempo. El año pasado, el problema se presentaba en el sur de Italia. Hoy, se concentra en el Mar Egeo. Mañana podría estar en otro lugar. Europa tiene que prepararse para cualquier eventualidad.
No solo es posible tener apertura y seguridad, sino que la apertura puede reforzar la seguridad. Los miembros del Espacio Schengen tienen que reconocer que la lógica de seguridad para abolir las fronteras interiores sigue siendo tan ineludible como lo era cuando los países crearon la zona Schengen.
(Este artículo se publicó originalmente en el portal Project SyndicateEnlace externo)
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Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.
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