Venezuela frente a las facturas del chavismo
El próximo 14 de abril, los venezolanos eligen al sucesor del difunto presidente Hugo Chávez entre el candidato oficial, Nicolás Maduro, y el jefe de la oposición, Henrique Capriles. El ganador de los comicios se enfrenta a grandes desafíos.
Durante los catorce años que permaneció al frente del Gobierno, Hugo Chávez defendió a capa y espada su proyecto bolivariano. Un recorrido por los últimos 50 años de la historia de Venezuela, sin embargo, revela los problemas persistentes que hipotecan el futuro del país.
En primer lugar, la extrema dependencia del petróleo, una realidad que incluso se ha acentuado bajo la presidencia de Chávez. Ayer como hoy, la economía y el margen de maniobra del Gobierno dependen fundamentalmente de los ingresos del oro negro y las fluctuaciones del precio del crudo.
Desde la instauración de la democracia en 1958, el precio del barril siempre ha determinado las políticas sociales, sostiene la venezolana afincada en Suiza, María Alejandra Álvarez, ferviente opositora del régimen bolivariano.
“Contrariamente a lo que sostiene la propaganda chavista, en Venezuela hubo siempre programas sociales”, afirma la antigua diplomática en la misión de Venezuela ante la ONU (Ginebra). Y cita como ejemplo la crisis de los años 1980 y 1990, “cuando el precio del barril se situó por debajo de los 30 dólares y obligó al entonces presidente Carlos Andrés Pérez a adoptar un programa de austeridad de corte neoliberal (los famosos programas de ajuste estructural preconizados por el FMI), con los consiguientes recortes presupuestarios e incrementos de precios”.
Estas medidas drásticas golpearon, sobre todo, a los más pobres, o sea una mayoría de la población, y provocaron manifestaciones, motines y saqueos en febrero de 1989 en Caracas, así como una sangrienta represión (entre 300 y 3.000 muertos, dependiendo de la fuente). Estos sucesos produjeron la caída del sistema bipartidista -Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) y Acción Democrática- y dejaron el camino libre al militar golpista que luego sería elegido presidente, Hugo Chávez.
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La historia se repite
“Hoy, nos hallamos en una situación similar, con un presidente interino (Nicolás Maduro) que ha anunciado, al igual que ocurrió en 1989, medidas de ahorro y una devaluación de la moneda. En 1989, los amotinados saquearon los comercios de alimentación, porque sabían que los precios iban a subir. Pero hoy, no hay nada que robar, porque los estantes están vacíos”, afirma indignada María Alejandra Álvarez.
Elizul Mota, educadora y animadora sociocultural radicada en Suiza desde 1998, se crió en Petare, el barrio más grande de Caracas, y sufrió en carne propia la represión de las manifestaciones y los motines de 1989.
“En nuestro barrio nos sentíamos excluidos. Éramos la mayoría invisible del país. Muchos de nosotros sentíamos vergüenza delante de un abogado, un médico o un político. No nos sentíamos dueños de nuestro destino”, afirma la ferviente militante chavista. “Durante la intentona golpista de 1992, Hugo Chávez encarnó mi esperanza, al asumir la responsabilidad total de sus actos, contrariamente a otros políticos”.
Sobre lo que cambió realmente con el líder bolivariano, Elizul Mota responde: “Hugo Chávez era un gran pedagogo (sus padres eran maestros). Nos enseñó a asumir las riendas de nuestro destino. Antes, los proyectos de los que éramos destinatarios venían de arriba. Con la llegada de Chávez al poder, aprendimos a organizarnos, a hacer valer nuestros puntos de vista y nuestras expectativas”.
Elizul Mota insiste también en el programa de alfabetización (misión Robinson) lanzado en 2003: “Gracias a él, mi suegro aprendió a leer. Es un hecho. La población vio los resultados concretos de esas misiones”.
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Las misiones no son una panacea
El sociólogo venezolano residente en Francia, Pedro José García Sánchez, señala el clientelismo como otra constante. “Uno de los logros indiscutibles del chavismo es haber puesto sobre la mesa el tema de la pobreza como pocos gobiernos lo hicieron antes de él. Chávez supo responder a las penurias con su política de misiones bolivarianas”.
“Pero no son el remedio a todos los males”, agrega este venezolano criado en el barrio San José de Cotiza (Caracas). “Los barrios recompensan a quienes se prestan al juego del clientelismo político. En el momento en que uno acepta votar a los chavistas, sumarse a las manifestaciones, vestirse de rojo y cerrar el pico frente a las injusticias, se beneficia de las misiones. De lo contrario, queda excluido”.
Entre 2.000 y 3.000 residen en el país alpino, según la Asociación de Venezolanos de Suiza (AVES), de los cuales muchos tienen la doble nacionalidad.
En un momento de fuerte polarización entre chavistas y antichavistas, AVES asegura que respeta una estricta neutralidad para que los dos bandos puedan reunirse con el fin de apoyar acciones humanitarias en su país.
La mayoría de los venezolanos en Suiza que pueden ejercer su derecho de voto en la Embajada de Venezuela en Berna son partidarios del candidato de la oposición, Henrique Capriles.
Pero la diáspora venezolana de Suiza cuenta también con partidarios del chavismo. Están organizados en comités bolivarianos y, al igual que sus adversarios, pretenden movilizar el mayor número de compatriotas para la cita presidencial del 14 de abril.
Violencia, peor que la guerra
La violencia, que preocupa más que nunca a los venezolanos con motivo de la actual campaña electoral, ya constituía un grave problema en las décadas de 1980 y 1990. Pero se ha agravado durante la presidencia de Chávez.
En los últimos quince años, se ha cobrado entre 150.000 y 200.000 víctimas mortales, más que durante algunas guerras. Durante los primeros tres meses de este año, se han registrado más de 2.600 muertos. “Dos tercios de ellos es gente de los barrios. La violencia se ha extendido a territorios en los que no existía antes de la era Chávez”, sostiene Pedro José García Sánchez.
Entre las múltiples causas del aumento de la criminalidad, el sociólogo cita la cultura de impunidad que ha ganado terreno desde 1989.
“Como decía el escritor venezolano, José Ignacio Cabrujas, consternado por la alegría indescriptible de uno de los saqueadores tras los sucesos de 1989: Por fin reina la impunidad para todos. Chávez ha abogado por un modo de gobierno basado en la lealtad. Y los venezolanos han comprendido que mientras no contradigan los deseos del caudillo, pueden permitirse todo y beneficiarse de la corrupción, sin temer represalias. Este convencimiento reina en todos los segmentos de la sociedad venezolana”.
(Traducción: Belén Couceiro)
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