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El CICR y los prisioneros de la Gran Guerra

A finales de 1914, unas 1.200 personas trabajaban en el Museo Rath. Keystone

Ginebra, septiembre de 1914. Lista en mano con los nombres de soldados capturados, un mecanógrafo de la Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra (AIPG) introduce la tarjeta y comienza a escribir. Al término de la Gran Guerra, esa será una entre siete millones de fichas.

Pocas semanas después del estallido de la Primera Guerra Mundial, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) establece la AIPG en el Museo Rath. La agencia era un hervidero de actividad y para finales de ese año, unas 1.200 personas, en su mayoría mujeres, trabajaban en ella.

Durante los siguientes cuatro años, siete millones de fichas, que trazaron el  destino de dos millones y medio de prisioneros de guerra, fueron creadas por el personal y los voluntarios, como parte de un amplio archivo y un sistema de referencias cruzadas desarrollados para hacer frente a la avalancha de solicitudes de información.

Además de ayudar a restablecer el contacto entre las personas separadas por la guerra, el CICR amplió rápidamente sus actividades con la organización de  inspecciones a los campos de detención y el intercambio de prisioneros, así como los exhortos públicos a la protección de las víctimas de la guerra.

Algunos hombres buenos

Al inicio de esa década, el CICR era indistinguible entre muchas de las 280 organizaciones filantrópicas a pequeña escala que operaban en Ginebra en pro de obras benéficas y asistencia humanitaria. Su comité estaba formado por una decena de hombres bien intencionados y bien conectados, procedentes de familias burguesas de Ginebra, que se reunían en su tiempo libre.

“Sus actividades eran únicamente de oficina. Escribir cartas, recibir correspondencia y reflexionar sobre las leyes y las víctimas de la guerra”, explica el historiador del CICR, Daniel Palmieri, a swissinfo.ch.

Pero en 1863, 50 años después de su creación, se había ganado la confianza de los gobiernos y jugó un papel importante en la creación de más de 50 Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja en todo el mundo.

Llevado a la acción por la Gran Guerra, el CICR se transformó en una organización verdaderamente internacional e influyente. En febrero de 1918 lanzó un llamado en contra del uso de gases venenosos en la guerra. La prohibición quedó establecida en 1925 en el Protocolo de Ginebra.

En los primeros días del conflicto, la principal preocupación era el bienestar de los prisioneros de guerra.

Inicialmente, la lucha se centró en Alemania, Francia y Bélgica, y en un breve lapso las naciones en guerra habían capturado a cientos de miles de personas.

Durante la Primera Guerra Mundial, la Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra (AIPG) colectó, analizó y clasificó información recibida sobre los prisioneros de guerra y detenidos civiles.

Comparó esta información con las solicitudes que le presentaron familiares o amigos, con el fin de restablecer el contacto entre ellos.

Los archivos de la agencia también contienen la correspondencia diplomática entre el CICR y los países beligerantes sobre la protección de los detenidos y los informes sobre las visitas de los delegados del CICR a los campos de prisioneros de guerra.

Las colecciones de la agencia consisten en unas 500.000 páginas de las listas y seis millones de tarjetas.

Archivistas del CICR trabajan en un proyecto para restaurar y digitalizar las listas y fichas. Una vez que este proyecto haya sido concluido, cualquiera podrá  buscar en los archivos directamente en Internet a partir de agosto 2014, a través de una solicitud en línea.

La sobrecarga de información

La escalada de la guerra fue excepcional, no se había vivido algo semejante desde la época napoleónica. Los miembros del comité del CICR se pusieron a trabajar, solicitando listas de prisioneros a los países involucrados.

Al principio, los voluntarios, que eran amigos y familiares de los miembros del CICR, condujeron la Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra, pero pronto quedaron desbordados por las 16.500 cartas que llegaban a diario y empezaron a reclutar una ayuda más amplia.

“Lo interesante es que el comité tuvo éxito en la contratación de personas que tenían un perfecto sentido de la organización. Algunos se convirtieron en jefes de departamento, en particular una mujer llamada Renée-Marguerite Cramer, una bibliotecaria que tuvo la idea de utilizar ficheros vinculados a catálogos para la recopilación de la información”, explica Palmieri.

En 1918, Cramer se convirtió en el primer miembro femenino del CICR. En ese momento se habían establecido lugares para las mujeres en todos los niveles de la organización.

Voces del pasado

swissinfo.ch visitó el archivo de la Primera Guerra Mundial del CICR en Ginebra y pudo ver alguna correspondencia, listas de prisioneros de guerra, y las cajas de las fichas -una por cada consulta, una para cada soldado capturado- que todavía, 100 años después, ofrecen un conmovedor testimonio del destino de cada persona registrada. Estos archivos son digitalizados y estarán disponibles para su consulta pública desde agosto de 2014 mediante una solicitud en línea.

Una sección de la agencia se dedicó a los civiles capturados -rehenes, deportados o internados- fue la primera vez que el CICR ampliaba sus actividades para incluir a la población civil.

Muchos civiles que vivían en el país “equivocado” o en una zona ocupada se encontraron recluidos y los afectados solicitaron ayuda a la AIPG para restablecer el contacto entre las personas recluidas y sus seres queridos.

En los archivos, encontramos una carta dirigida al presidente del CICR por una mujer en París, en relación con un profesor francés de Matemáticas de la Universidad de Lille internado por los alemanes en territorio ocupado.

“Ha sufrido las represalias atroces de tres campos de guerra, incluyendo su última residencia en Heidelberg, donde fue internado desde el comienzo del mes … donde está muriendo de hambre y agotamiento”, escribió.

El CICR logró organizar el intercambio de unos 10.000 soldados prisioneros. Suiza participó en el traslado de los presos gravemente enfermos y heridos, como soldados que perdieron la vista o fueron amputados, entre Lyon y Constanza.

Desde 1915 también evacuó a heridos menos graves pero que requerían atención médica.

Se convino que un número de esos presos podrían ser trasladados a un país neutral durante su recuperación, para evitar restituirlos directamente al enemigo.

Entre enero de 1916 y noviembre de 1918, unos 68.000 soldados de todas las nacionalidades fueron internados en Suiza, principalmente en las estaciones de montaña, en sustitución de los turistas expulsados por la guerra. En algunos casos las familias pudieron venir y visitarlos.

Campos de represalia

Si un país se enteraba de que sus soldados aprisionados eran sujetos de malos tratos, respondía con la imposición de malas condiciones a algunos detenidos de sus propios campos.

Una de las medidas de represalia utilizada por todos los países beligerantes era hacer que los prisioneros trabajaran cerca del frente, en la excavación de trincheras, por ejemplo, lo que estaba prohibido por los Convenios de La Haya y de Ginebra.

Una carta de 1917, firmada por Horace Rumbold, embajador británico en Berna, ilustra ese problema: “Me informan que la afirmación del telegrama de Wolff (agencia de prensa alemana), que apareció en los periódicos en esa fecha, en el sentido de que Inglaterra ha seguido el ejemplo de Francia en el empleo de  prisioneros alemanes en la línea de fuego es absolutamente falso  … El empleo puede ser en los ferrocarriles o carreteras, pero no al alcance de la artillería del enemigo”.

“Los desmentidos eran comunes, pero en ciertos momentos y en ciertos lugares, la violación de la ley fue frecuente y absoluta”, asienta Palmieri.

En este clima, el CICR comenzó a enviar representantes a inspeccionar las condiciones en los campos de prisioneros de guerra. Más de 500 campamentos fueron visitados en 54 misiones y los informes de los delegados fueron publicados y vendidos, para contrarrestar la propaganda y mostrar imparcialidad.

Este trabajo pionero se convirtió en una de las actividades fundamentales del CICR, parte de las estructuras humanitarias pueden activarse automáticamente desde entonces para ayudar a las víctimas de conflictos en todo el mundo.

Traducción del inglés, Marcela Águila Rubín

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