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¿Por qué es este el momento justo?

Un conseiller de PostFinance
Una moción parlamentaria busca que los suizos afincados en el exterior tengan un acceso a los servicios de Postfinance similar al de aquellos con domicilio en el territorio helvético. Keystone

Los excesivos costos bancarios aplicados a los suizos en el extranjero están bajo la lupa. Esa situación, que constituye una verdadera afrenta para los expatriados, no fue reconocida durante mucho tiempo por las autoridades. Pero ahora el mundo político está despertando y PostFinance tiene todo interés en negociar. Análisis.

Todo comenzó en 2008, con la presión ejercida por EE UU sobre la plaza financiera suiza. Oficialmente, los bancos casi no comunicaron nada, pero con el paso del tiempo los suizos en el extranjero comenzaron a resentir los efectos: las comisiones bancarias se dispararon y aumentó el papeleo. La confianza se convirtió en sospecha. Los expatriados ya no eran bienvenidos.

Ese nuevo sistema era justificado con “las nuevas exigencias reglamentarias”. Se manifestó primero con medidas excesivas, resultado de un verdadero pánico que se apoderó de los bancos tras las revelaciones de sus contratos con contribuyentes estadounidenses que defraudaron al fisco de su país.

Cada banco suizo estaba amenazado con multas por miles de millones. Todos se pusieron entonces a limpiar su cartera de clientes. Los bancos vieron un riesgo en todo lo que tenía que ver con el extranjero. De un día para el otro, las cuentas fueron congeladas sin previo aviso y, a menudo, sin ninguna explicación. Las tarjetas de crédito ya no fueron aceptadas. Los bancos empezaron a investigar posibles infracciones de clientes suizos respetables y trataron a algunos como criminales. Fueron al fondo de las cosas, lo que resultó oneroso, y exigieron todavía más dinero.

Resentimiento justificado

Todos los bancos actuaron así, unos tras otros. Aumentaron los gastos hasta montos incomprensibles. Con el tiempo esa situación se convirtió en un modelo de negocios. A través de cartas desesperadas o de llamadas furibundas, los consejeros de los clientes percibieron lo que significaban esas decisiones para las personas afectadas. Pero el sector en su conjunto ha vergonzosamente ignorado esa justificada irritación.

Hay pocas cosas en la vida de un ciudadano suizo que lo integren tanto a la sociedad, como una cuenta bancaria. Cuando un suizo cumple 18 años, el Estado le demuestra su confianza otorgándole la mayoría de edad, el derecho al voto, una declaración fiscal propia, la posibilidad de obtener un permiso de conducir; el banco le acuerda esa confianza bajo la forma de una tarjeta de crédito. Es como si un amplio círculo de personas dijeran a ese adolescente: te consideramos lo suficientemente inteligente, razonable y adulto para conducir tu propia vida.

Una verdadera ofensa

La verdadera ofensa que resiente un cliente cuando sus relaciones bancarias son cuestionadas u obstruidas, o que su tarjeta de crédito no es renovada, es justamente el retiro de esa confianza. Para los suizos en el extranjero, no es solamente un asunto de dinero. Eso indica que no pueden manejar el dinero, que no son solventes. Esa ofensa fue subestimada durante mucho tiempo.

Sin embargo, el dinero es, naturalmente, un argumento esencial. En la era digital, no hay ninguna razón para que la relación con los clientes sea más cara en el extranjero que en Suiza. Pero los bancos se justifican con el argumento de que el que contamina, paga. Afirman que sus cuentas en el exterior requieren una mayor supervisión y alguien debe pagar por ello. ¿El cliente? ¿Con costos bancarios exorbitantes, cargos especiales y costos de cierre de cuentas de 500 francos? Esta argumentación es errónea puesto que no son los clientes los que causan esos gastos suplementarios. Como los mismos bancos lo reconocen, el verdadero responsable es el regulador del mercado, es decir, el poder legislativo, el Estado.

PostFinance bajo presión

El momento es el adecuado. En el marco de la votación sobre la reforma de las pensiones 2020, que tendrá lugar en septiembre, los suizos en el exterior son los actores protagónicos. La polémica que lanzaron los liberales-radicales (derecha) sobre las pensiones pagadas en el extranjero despertó al gigante adormecido. Hay 750 000 ciudadanos en el extranjero, de los cuales 150 000 están inscritos en los registros electorales, suficientes para decidir una votación. En Berna retoman conciencia de ese poder. Ningún partido se puede permitir ponerse en contra a los expatriados.

También PostFinance tiene interés en encontrar una solución. Esa institución, por razones políticas, no tiene derecho a erogar créditos, una prohibición que se resuelve mediante asociaciones con otros bancos. Pero a PostFinance le gustaría convertirse en un banco de pleno derecho, con un menor número de reglas por parte de la Confederación. Esta interdicción amenaza “sustancialmente los beneficios y la rentabilidad”, advirtió recientemente su responsable, Hansruedi Köng. Las decisiones que serán tomadas por el Consejo Federal revisten, por lo tanto, un interés vital para PostFinance, lo que abre un espacio en el que muchas cosas puedan ser negociadas.

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Traducido del francés por Marcela Águila Rubín

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