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Suiza, un país falsamente tranquilo

'Suiza no existe': polémica divisa del pabellón suizo en la Expo Universal de Sevilla de 1992. Keystone

A menudo alabado, el método suizo de gestión de conflictos tiene una historia que retraza Irene Herrmann. Al hacerlo, tuerce al cuello a ciertos clichés vinculados con el 'genio helvético'.

Así como no fueron «genéticamente programados para entenderse», los suizos no fueron los únicos artesanos de la cohesión nacional.

Neutra, estable, apacible. Suiza es evocada con frecuencia con calificativos que aluden a la tranquilidad. Sin embargo, su historia está salpicada de múltiples conflictos confesionales, políticos, sociales y lingüísticos.

Profesora asociada en historia contemporánea de la Universidad de Friburgo, Irene Herrmann se interesa en la manera en que los suizos han superado sus diferendos. Al examinar la manera en que se construyó la cohesión nacional, la especialista muestra que ésta debe mucho a las circunstancias y a las amenazas exteriores.

En su obra aparecida esta primavera, ‘Las cicatrices del pasado. Ensayo sobre la gestión de los conflictos en Suiza (1798-1918)’, concluye que ocurre lo mismo con los numerosos métodos de conciliación constitutivos de la ‘pax helvetica’.

swissinfo: ¿Qué la llevó a analizar el modelo suizo, que parece garantizar una convivencia razonada y una estabilidad a toda prueba?

Irene Herrmann: ¡Es cierto que esta estabilidad forma parte de la identidad suiza de un modo tal que ya ni se piensa en ello!

De hecho, la visita de un investigador ruso de la época de la Unión Soviética me sugirió estas investigaciones. ¡Él se preguntaba cómo podía sostenerse todo esto junto! Los problemas ulteriores en Ruanda y en la antigua Yugoslavia me convencieron de que había un tema de investigación.

swissinfo: Suiza debe su existencia únicamente a razones ‘negativas’: ¿usted habla de un «creciente deseo de no vivir con otros», de una «dinámica de renuncia conciliadora»?

I.H.: Hasta medios del siglo XIX, podemos decir, en efecto, que Suiza se construyó esencialmente -pero no solo- negativamente.

Globalmente, la amenaza exterior desempeñó un papel capital. Había por ejemplo, entre los habitantes de los diferentes cantones, una gran aspiración a no formar parte de conjuntos más grandes, susceptibles de forzarles a reducir los particularismos.

Al estudiar la entrada de Ginebra a la Confederación me di cuenta de que los ginebrinos no tenían realmente ganas de volverse suizos, sino que, en todo caso, tenían mucho miedo de volverse saboyanos o franceses.

swissinfo: En 1992, la pequeña frase del artista Ben durante la exposición universal de Sevilla (‘Suiza no existe’) había creado polémica. ¿Cómo suena hoy, con base en los resultados de su investigación?

I.H.: Para mí, eso representa la cumbre de la identidad suiza: estamos tan seguros de ese hecho que podemos proclamar al mundo que no existimos. Pero en la época de la votación sobre el Espacio Económico Europeo, esta pequeña frase traducía también el sentimiento de que algo estaba cambiando a ese nivel.

El hecho de que los ciudadanos helvéticos tienden hoy a relacionarse con antiguos símbolos marca más bien una cierta fragilidad de la identidad suiza frente a los cambios que se dibujan.

swissinfo: ¿Al mismo tiempo, encontramos en votaciones como la de los mil millones de los fondos de cohesión, una tendencia a actuar como ciudadanos responsables y concientes de sus deberes frente al exterior?

I.H.: Al principio del Estado federal, a partir de 1847, y en su deseo de crear un Estado-Nación, las élites no cesaron de repetir a los ciudadanos suizos que era su deber mantenerse unidos, puesto que tenían la suerte de vivir en la única democracia de Europa.

A partir de la primera Guerra Mundial vemos que los suizos interiorizan esta idea de responsabilidad ciudadana. El gobierno puede entonces retomarla como argumento para estimular al pueblo a votar ‘razonablemente’.

Con respecto al fondo de cohesión, tengo efectivamente la impresión de que ese discurso reapareció, incluso cuando en un determinado momento se atenuó.

Hablamos de nueva cuenta de responsabilidad, de mérito, de dignidad, tantas nociones que son características de ese discurso.

swissinfo: El modelo suizo de gestión de conflictos fue propuesto, por ejemplo, durante los conflictos en el Oriente Cercano o en Líbano, en particular en los años 60. ¿Es realmente exportable?

I.H.: ¡A mi parecer no lo es en absoluto! Ese sistema es el fruto de una historia larga, y como tal, evidentemente no es exportable. La gestión de los conflictos ‘a la Suiza’ puede servir como base de discusión, pero tratar de copiarlo tal cual no es posible, ni necesariamente deseable.

swissinfo, entrevista de Carole Wälti
(Traducción, Marcela Águila Rubín)

1291: fecha tradicional de la fundación de la Confederación.

Siglo XVI: la aparición del protestantismo provoca escisiones entre los cantones.

1648: Tras la Guerra de los Treinta Años, Suiza adquiere formalmente su independencia.

1798: Suiza es invadida por los ejércitos revolucionarios y dividida nuevamente por Napoléon. Se convierte en República Helvética.

1815: El Congreso de Viena otorga la neutralidad a Suiza.

1848: Suiza se dota de una Constitución tras la breve guerra de Sonderbund, en la que se enfrentan los cantones conservadores y los progresistas.

1874: Adopción de la Constitución aún en vigor.

1918: Huelga general al término de la Guerra de 14-18, de la que escapa Suiza en virtud de su neutralidad.

Los métodos de conciliación típicamente suizos recaen sobre el modo de ‘vivir juntos’, al cual, por otra parte, hacen referencia etimológicamente.

Concordancia: se trata de la continua búsqueda de un equilibrio entre los partidos, así como entre las diferentes comunidades culturales, lingüísticas, sociales y políticas de Suiza.

Consenso: este término designa un acuerdo unánime (o más bien, la ausencia de oposición) que permite tomar una decisión sin voto previo. Como metodología de toma de decisiones, el consenso se niega a confirmar una elección que no cuente con el acuerdo de todos.

Colegialidad: el principio de colegialidad pretende que los siete miembros del gobierno suizo tomen las decisiones colectivamente, y se comprometan luego a sostener una posición común.

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