Conchita no pasará las fiestas en Suiza
El nombre es ficticio, pero la historia es real: Conchita fue detenida en noviembre por la policía y expulsada tres días después de Suiza.
Durante diez años trabajó como empleada doméstica. Casi todos lamentan su partida, a excepción, quizás, de la persona que la denunció.
«Es un escándalo, Conchita no hacía nada malo. Al contrario, es una mujer sumamente generosa y trabajaba como una mula para poder pagarle los estudios a su hijo. Su único delito es que no disponía de visado», exclama furioso H.H., jubilado para el que trabajaba Conchita en Berna.
Su marido la maltrataba; ella no tenía trabajo, pero sí un hijo que quería estudiar. Hace diez años Conchita dejó Colombia rumbo a Suiza, donde tenía conocidos. Desde entones, vivió en la precariedad y siempre con miedo.
Vivir con miedo
El miedo de tomar el tren, de tener un accidente en la calle, de caer en un control rutinario de identidad.
Carecer de papeles en regla significa no poder abrir una cuenta bancaria y estar obligado a pasar por intermediario no siempre sin escrúpulos. «Estar a la merced de los demás, es lo más difícil», confiesa a swissinfo Conchita.
Un día, chocó con un coche cuando iba en bicicleta. La culpable no era Conchita, pero el conductor le sacó 200 francos para arreglar la puerta dañada del vehículo, ya que inmediatamente se percató de la situación irregular de esta colombiana. «Si no, llamo a la policía», la amenazó. Conchita ha vivido un sinfín de episodios como éste.
«No es alguien que se lamente, al contrario, siempre está de buen humor, dispuesta a ayudar y a trabajar en las labores domésticas, hasta tal punto que su salud se resentía y, en los últimos tiempos tenía que recurrir a la ayuda de una amiga», cuenta H.H.
Trabajaba seis días a la semana, se ocupaba de la señora mayor que le alquilaba un cuarto en el entresuelo.
La ley es la ley
Hasta que una tarde de noviembre tres policías llamaron a su puerta y la llevaron ‘manu militari’. Habían recibido una carta anónima escrita en español en la que se indicaba que tal persona vendía droga en tal dirección. Sólo cabe precisar que droga no encontraron, claro.
«La policía está obligada a reaccionar a tales denuncias, incluso si son anónimas», explica a swissinfo Rainer Weibel, abogado en Berna y Friburgo.
«Según los cantones, la policía es más estricta o menos y las condiciones de arresto y de detención varían mucho, pero el resultado es el mismo: la expulsión, ya que la persona vive en la ilegalidad», agrega.
El único delito de Conchita fue venir de un país donde es casi imposible conseguir un visado para Suiza.
Por lo demás, todas las investigaciones reflejan que los clandestinos constituyen un grupo de población que no causa problemas, porque están aquí para realizar un trabajo que nadie más quiere hacer.
Entre 80.000 y 100.000
¿Cuántos hay en Suiza? Podrían ser 300.000, aseguran las asociaciones de defensa de los ‘sin papeles’. Máximo 100.000, según un estudio que hizo público en abril pasado la Oficina Federal de Migración.
El documento indica que «en los cantones urbanos, el clandestino suele venir de América Latina, en su mayoría son mujeres, mientras que las zonas rurales, es gente de los Balcanes y de sexo masculino». Trabajan sobre todo en casas particulares, la gastronomía, la construcción y la limpieza.
Conchita corresponde perfectamente a este perfil, sólo que ella fue objeto de una denuncia. No hay estadísticas de las denuncias en Suiza ni en los cantones.
«El cantón de Friburgo procedió a la expulsión de 250 ‘sin papeles’ en el 2005, sin contar los solicitantes de asilo. De esa cifra, diría que varias decenas de personas fueron denunciadas por un particular», señala Patrick Pochon, jefe del servicio cantonal de la población y los migrantes.
La esperanza nunca se pierde
Conchita enviaba dinero a su madre y numerosos hermanos en Colombia. Su hijo terminará sus estudios el próximo mes de mayo. Pero, tan cerca de lograr su objetivo, ahora vive en casa de uno de sus hermanos, con tres maletas y diez años de cansancio a sus espaldas.
«La situación se ha agravado mucho», señala a swissinfo. «Tanto económica como políticamente, la violencia es terrible. No pienso en otra cosa más que en volver a salir del país, porque aquí no hay nada que hacer». Conchita no pierde la esperanzan, nunca.
En Berna, otra clandestina ocupará el puesto de Conchita. La señora que le alquilaba un cuarto pronto ingresará en una residencia de ancianos y busca una familia de acogida para su gato.
H.H. se esfuerza por reunir el dinero que debían a Conchita varios de sus empleadores, y es que tuvo que irse casi de la noche a la mañana… «Es un poco complicado. No sé si voy a conseguir que todo el mundo le pague también el mes de diciembre. Y más incierto aún es conseguir que ayuden a Conchita. Qué le vamos a hacer, así es el ser humano».
swissinfo, Isabelle Eichenberger
(Traducción del francés: Belén Couceiro)
Según la Oficina Federal de Migración, en Suiza viven entre 80.000 y 100.000 personas que carecen de permiso de estancia.
Entre el 50 y el 80% de ellos no tienen formación profesional.
En los cantones urbanos, los clandestinos provienen en su mayoría de América Latina y son, en su mayoría, mujeres.
En las regiones rurales, suelen ser originarios de los Balcanes y de sexo masculino.
Los sin papeles trabajan, sobre todo, en las tareas domésticas, la gastronomía, la construcción y la limpieza.
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