Olimpiadas y política: una historia larga
A pesar de los múltiples llamados al boicot, la mayor parte de los altos responsables políticos del planeta estará presente este 8 de agosto en la ceremonia inaugural de los Juegos de Pekín. Deporte y política se convierten así en las caras de una misma medalla.
En Suiza cerca de 600.000 personas han firmado una petición que insta a los representantes oficiales a no participar del evento. El esfuerzo fue vano. El presidente helvético Pascal Couchepin estará en la tribuna de honor del Estadio Olímpico.
La línea oficial de la Confederación Helvética es similar a la de muchos otros gobiernos que han decidido privilegiar la vía del diálogo constructivo e incorporar en las conversaciones los asuntos críticos como la situación de los derechos humanos. Este camino no ha dejado de irritar a quienes reclamaban una toma de posición más decidida.
A juicio del suizo Adolf Ogi, ex ministro y consejero especial de la ONU para asuntos del Deporte, esta situación no sorprende. «Al atribuir las Olimpiadas a China, era inimaginable separar la dimensión deportiva de la política. Los chinos querían los Juegos y para tenerlos abrieron en cierto modo la ventana de casa. Ahora, la opinión pública mundial quiere mirar lo que ocurre dentro del edificio», señaló en una entrevista concedida en abril pasado a swissinfo.
La crisis de Berlín
De todos modos, este escenario no representa algo nuevo. En el curso de su existencia secular, el destino de los Juegos se ha mezclado frecuentemente con los sucesos de la política mundial. El primer caso evidente fue el de las Olimpiadas de Berlín en 1936.
Incluso en la Confederación Helvética quedó pronto claro que el evento sería explotado por el régimen nazi como una ocasión para la propaganda. La Federación Obrera Suiza de Gimnasia y el Deporte llamó al boicot de los Juegos porque sus miembros estaban al tanto de los actos de represión en Alemania, percibidos durante las competencias obreras internacionales.
En el mes de junio de 1935 rozó la crisis diplomática. Afirmando que no correspondía a los Estados financiar la parada berlinesa, los socialistas y comunistas lograron –aun siendo minoritarios-, convencer al Consejo Nacional (cámara baja) de que revocara el subsidio de 36.000 francos acordados previamente al Comité Olímpico Suizo.
La decisión suscitó una crítica durísima de la prensa alemana y puso en dificultad al gobierno helvético que no quería comprometer las relaciones diplomáticas y económicas con su principal socio comercial. Unos días después, el Parlamento –convencido por el entonces ministro de Defensa Rudolf Minger-, decidió restablecer el crédito.
Black Panthers, Apartheid y Septiembre Negro
La relación entre el deporte y la política pasó a ser de estrecha actualidad en las décadas siguientes. Durante un acto de premiación en 1968, en Ciudad de México, los atletas John Carlos y Tommie Smith alzaron sus puños enfundados en guantes negros, símbolo de los ‘Black Panthers’, una organización favorable a los derechos de los ciudadanos afroamericanos.
En Montreal 1976, 33 países y cerca de 300 atletas abandonaron las Olimpiadas para protestar porque el Comité Olímpico Internacional (COI) no había sancionado a Nueva Zelanda cuya escuadra de rugby había jugado en Sudáfrica, país excluido del movimiento olímpico por su política de segregación racial.
Pero el momento más dramático tuvo lugar cuatro años antes, durante los Juegos Olímpicos estivales de Múnich. Un comando guerrillero de la organización Septiembre Negro irrumpió en las habitaciones israelíes de la Villa Olímpica, mató a dos atletas y se llevó como rehenes a otros nueve miembros de la delegación israelí.
Como consecuencia de un posterior intento de liberación de la policía alemana perdieron la vida todos los atletas secuestrados, cinco palestinos y un policía.
Moscú y Los Ángeles
En los años siguientes, las tensiones relacionadas con los acontecimientos deportivos estuvieron vinculadas sobre todo con el clima de la Guerra Fría entre el bloque comunista y el de Occidente.
El presidente estadounidense Jimmy Carter decidió boicotear las Olimpiadas de 1980 en Moscú, como una señal de protesta contra la invasión a Afganistán por la Armada Roja. Asimismo instó a que otros miembros de la alianza atlántica hicieran lo mismo. Un total de 65 países decidieron no acudir al evento.
«El gobierno suizo dejó a los atletas la posibilidad de elegir. Yo opté por ira a las Olimpiadas aún después de haber recibido una carta invitándome a renunciar. La comunicación entre los atletas de los dos bloques era inexistente y los deportistas del Este eran permanentemente espiados», recuerda el fondista helvético Pierre Délèze.
Cuatro años más tarde, los Juegos de Los Ángeles fueron teatro de la retorsión soviética: una gran parte de países del bloque comunista se negó a participar lamentando la falta de seguridad para sus atletas y dirigentes durante la prevista manifestación anticomunista.
Un gran negocio
A partir de los años ochenta, el fin de la Guerra Fría contribuyó a que se alentara notablemente la presión política sobre los grandes acontecimientos deportivos como los Juegos.
Paralelamente, gracias al decidido impulso dado al movimiento olímpico por el entonces presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, las Olimpiadas han asumido una dimensión económica preponderante, merced, sobre todo, al patrocinio, a los derechos de televisión y a los enormes intereses financieros –contratos, turismo– que acompañan a cada edición.
Incluso ante las insistentes invitaciones a boicotear las Olimpiadas chinas, el aspecto económico ha sido determinante: la mayor parte de los gobiernos ha preferido no correr el riesgo de comprometer las relaciones comerciales con el gigante asiático.
swissinfo, Andrea Clementi
(Traducción: Juan Espinoza)
De acuerdo a una encuesta realizada entre el 27 y el 29 de marzo de 2008 por tres dominicales suizos –’SonntagsBlick’, ‘Le Matin Dimanche’ y el ‘Caffè’-, el 59% de las personas consultadas es partidario del boicot a la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de verano.
Sólo el 33% de los interrogados se manifiesta aún por una renuncia a participar en el gran acontecimiento deportivo.
Por otra parte, 60.000 personas han firmado una petición que insta al presidente de la Confederación Helvética a no participar en el acto de inauguración.
El 7 de octubre de 1950, un año después de que Mao Zedong proclamara la República Popular de China, 40.000 soldados del Ejército de Liberación Nacional invadieron el Tíbet.
La revuelta popular fue cruentamente sofocada y el Dalai Lama se vio obligado en 1959 a dejar el país y refugiarse en la India. Unos 120.000 tibetanos siguieron el camino del exilio.
Durante los meses pasados, durante el recorrido de la antorcha olímpica hacia Pekín fue objeto de contestación en casi todas partes, particularmente en Olimpia, París y San Francisco. Los manifestantes denunciaron la violación de los derechos humanos y la represión a las protestas antichinas en el Tíbet.
Las Olimpiadas de Pekín empiezan el 8 de agostto y concluyen el 24 del mismo mes.
La competencia se desarrollará en la capital y en otras seis ciudades, entre ellas Hong Kong (Ecuestre) y Shangai (Fútbol).
Cerca de 10.700 atletas participarán en 302 competencias de 28 disciplinas deportivas.
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