Suiza, una nación sorprendente
Queso, chocolate y bancos suelen ser los tópicos que la gente asocia con el país alpino. Muy pocos saben, sin embargo, que el actor Yul Brynner o el filósofo Jean-Jacques Rousseau tenían raíces helvéticas.
El historiador Leo Schelbert señala algunos de los clichés relacionados con Suiza, a la vez que intenta desplegar la diversidad y complejidad de esta pequeña pero exitosa nación.
Le costó tres años y medio a Schelbert, un ciudadano suizo y profesor emérito de Historia en la Universidad de Chicago en Illinois, redactar su Historical Dictionary of Switzerland (Diccionario Histórico de Suiza), que se publicó en Estados Unidos.
«Se dirige en primer lugar a los lectores norteamericanos, y trata de mostrar que Suiza no es un pequeño país insignificante con chocolate y montañas, sino una nación industrial vibrante que está involucrada en las grandes y a veces malas cosas que pasan en este mundo», señala a swissinfo Schelbert desde Chicago.
El chocolate y el queso no son tratados en el libro, pero sí la banca y los Alpes. El texto enseña que los puertos alpinos, que conectaban el norte con el sur de Europa, fueron de gran importancia en la formación de Suiza como nación.
Los picos, que dominan el paisaje helvético, se han convertido en verdaderos símbolos de la independencia y la neutralidad de Suiza. El héroe nacional, Guillermo Tell, que disparó con su ballesta a una manzana colocada sobre la cabeza de su hijo, fue un hombre de la montaña.
Pero también se encuentran datos sorprendentes: el diccionario revela, por ejemplo, que el padre de Yul Brynner fue suizo y que el actor fue probablemente a una escuela en el cantón de Argovia. Los que atribuyen a Rousseau un fuerte vínculo con Francia no habrán advertido que el filósofo nació en Ginebra, hijo de un relojero.
¿Insondable?
Pero explicar como funciona este país multilingüe y polifacético no es una tarea fácil. Efectivamente, el prefacio subraya que la complejidad y diversidad de Suiza «dificultan su comprensión, más que las de otros lugares».
Uno de los principales problemas es que la mayoría de las naciones, Estados Unidos incluido, son Estados centralistas, con un dirigente destacado que lidera la política del país. La gente, en realidad, sólo elige a quien quiere en el gobierno, indica Schelbert.
Los suizos, en cambio, son federalistas; su país está dividido en 26 cantones que influyen en la política nacional. La gente también puede votar sobre varios asuntos, como por ejemplo cuando aceptaron en noviembre la política gubernamental de la prescripción de heroína a los adictos.
El gabinete, compuesto por varios partidos y siete miembros, toma sus decisiones de acuerdo al principio del consenso.
«El sistema suizo ni siquiera dispone de un presidente —sólo es un cargo simbólico y honorífico que no concede mayores poderes y el gobierno es un poder meramente ejecutivo—. Esto es difícil de comprender», explica Schelbert.
Neutralidad
Otro tema «de difícil comprensión» es la neutralidad, que Schelbert describe como «el fundamento del principio de política exterior suiza».
La neutralidad política fue particularmente criticada en los Estados Unidos tras la II Guerra Mundial y de nuevo a principios de los años 1990, cuando los bancos suizos fueron acusados de encubrir el oro judío confiscado por los nazis y el gobierno fue criticado por cerrar sus fronteras a los refugiados durante el conflicto.
«Los opositores criticaron la neutralidad suiza como anacrónica, inmoral y egoísta; los defensores la ven como base de la supervivencia de la nación como estado independiente y democrático y como fundamento de su amplia mediación de buenos oficios en el mundo», escribe Schelbert al referirse a la ‘neutralidad’.
Arguye que los ‘Buenos Oficios’ —la mediación entre partes— demuestran cómo la neutralidad se fue relacionando con la solidaridad y la promoción de la paz.
Suiza también es la sede de muchas organizaciones humanitarias, como por ejemplo el Comité Internacional de la Cruz Roja, que controla el Convenio de Ginebra sobre los tratamientos de civiles y combatientes en tiempos de guerra, añade.
«El objetivo del diccionario no es el de transmitir un mensaje nacionalista o laudatorio, tampoco es un libro de la condena o crítica, sólo trata de demostrar la riqueza de la historia helvética, sus cuatro regiones lingüísticas y sus estrechas interrelaciones con el mundo», señala Schelbert.
Un suizo del exterior
El académico, de 79 años, está muy capacitado para redactar un tomo de esta envergadura, que por otra parte no debe confundirse con el homónimo léxico suizo: trabajó muchos años como catedrático de la historia estadounidense con especial énfasis en la historia de la inmigración.
En 2006, Schelbert recibió el premio de los suizos expatriados, que se otorga a miembros destacados de la colonia helvética en el exterior. Le dieron el premio por su labor sobre la emigración suiza a Estados Unidos y por sus esfuerzos para apoyar a los expatriados. También es miembro desde hace muchos años de la ‘Swiss American Historical Society’ (Sociedad Histórica Suizo-Americana).
El diccionario está dedicado a los suizos y sus descendientes que viven en el extranjero, de los cuales existen un millón sólo en EE UU, según estimaciones.
La obra fue una verdadera labor de amor para Schelbert, quien, según sus propias palabras, tuvo que transformarse en «un manitas» para cubrir todas las entradas desde el cantón de Argovia hasta el reformador protestante Ulrico Zwinglio.
Puede que el libro tenga algunos defectos, según la mirada personal de cada uno; no todos estarán de acuerdo con la selección de las entradas, admite Schelbert. En una segunda edición tiene pensado incluir más biografías de mujeres.
No obstante, en conjunto, «fue un privilegio poder formular mi propia visión», agrega.
swissinfo, Isobel Leybold-Johnson
(Traducción del inglés: Antonio Suárez Varela)
El Diccionario Histórico de Suiza fue publicado por Scarecrow Press en Estados Unidos en 2007. Es el número 53 de la serie de Diccionarios Históricos de Europa.
No se debe confundir con el homónimo léxico suizo, que actualmente se está editando en las cuatro lenguas nacionales de Suiza.
Se trata de una obra de referencia para los suizos en el exterior, diplomáticos, el mundo de negocios y periodistas.
El autor, Leo Schelbert, nació en Kaltbrunn, cantón de San Gall, en 1929. Dejó Suiza en los años 1960 para establecerse en EE UU donde ocupó una cátedra de Historia en la Universidad de Illinois en Chicago entre 1971 y 2003.
Schelbert es desde hace muchos años miembro de la ‘Swiss American Historical Society’, que promociona un mejor entendimiento de las relaciones de suizos y suizo-estadounidenses en los asuntos de EE UU.
La Sociedad se fundó en 1927 por tres suizos que estaban, según declaraciones de uno de ellos, «aburridos y preocupados por el hecho que cada personaje destacado con orígenes helvéticos fuera reivindicado por otras naciones». Esto significa, por ejemplo, que los suizos de habla alemana fueron vistos como alemanes.
Tras calarse en los años 1950, la Sociedad fue reestablecida en 1964. Entre sus principales compromisos se encuentran la financiación de publicaciones, como la obra sobre los amish de Berne (Indiana) o el papel que Suiza desempeñó durante la II Guerra Mundial. También publica un periódico.
Cuenta hoy con alrededor de 200 miembros. La Sociedad también contribuye a fortalecer lazos genealógicos. Schelbert ayudó por ejemplo a un dentista estadounidense a encontrar las cartas de sus ancestros en Basilea.
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