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Un trapecio para salir de villa miseria

Entrenamiento de los artistas del Circo Social, en Buenos Aires. InfoSüd

En Buenos Aires, dos trapecistas fundaron un circo para ayudar a niños de barrios marginalizados a salir de la miseria. La cooperación suiza les echa la mano.

«Cuando naces en una villa miseria, tu destino está trazado y sin esperanza. Un día, la gente del circo dio una función en mi barrio. Vi a los artistas bailar y volar por los aires y comprendí en seguida que eso era para mí. Ahora puedo pensar en el porvenir».

Darío, 26 años, bigote fino y cuerpo de atleta, arrienda un pequeño apartamento en la ciudad con su mujer y su niño. «Una vida normal en un océano de miseria», exclama Mariana, trapecista y cofundadora del Circo Social del Sur.

«Buscábamos la manera de ofrecer a los niños de las villas miseria de Buenos Aires la posibilidad de un futuro mejor que el de la droga o la delincuencia. Los únicos instrumentos a nuestra disposición eran nuestro cuerpo y nuestros trapecios, decidimos entonces fundar una escuela de circo».

Una mano tendida

La aventura arrancó hace unos quince años cuando Mariana y Pablo, el otro trapecista cofundador, comenzaron a presentar sus espectáculos en los barrios desfavorecidos de la capital argentina. Los niños asieron de inmediato esa mano tendida y quisieron participar en los juegos y en los entrenamientos propuestos por los artistas.

Las actividades se efectuaban una o dos veces por mes, los trapecistas acudían a diversos barrios depauperados de la ciudad. Muy pronto no lograron dar abasto y decidieron formar a jóvenes como profesores de circo.

«Ya no podíamos seguir dando vueltas en los barrios para realizar nuestros cursos, nos hacía falta un local. Acabamos por encontrar un hangar en una antigua fábrica abandonada de amianto que renovamos», señala con orgullo Mariana. «Hoy, no son menos de 300 niños los que vienen regularmente, de los cuales unos 15 se harán profesionales».

Gratuito para algunos

En la inmensa sala de plafón vítreo, donde resuena una música de circo procedente de una viejo aparato Hi-Fi, la quincena de jóvenes aspirantes a artistas sigue un curso de baile.

Cualquiera puede tomar cursos en el Circo Social del Sur: son gratuitos para los niños de los barrios pobres y requieren una cuota de los otros. Entre ellos, encontramos a Aurora, una joven artista francesa que pasa algunos meses en Buenos Aires.

«Los medios de los que disponen las escuelas francesas de circo y los del Circo Social del Sur no son los mismos. En Francia, un alumno progresará técnicamente más rápido que aquí, pero aquí el nivel artístico es excelente. Es posible presentar un buen espectáculo porque un buen espectáculo está basado ante todo en una idea artística. Para mí, es una experiencia muy enriquecedora», comenta la joven artista europea.

Una motivación de hierro

«El circo me ayudó a enfrentarme con la otra sociedad, la que funciona, y sobre todo a dejar de ponerme en el papel de víctima». Los ojos húmedos y la voz temblorosa, Darío recuerda: «para vivir, vendía viejos cartones recuperados en la calle y dormía incluso en el suelo, pero llegué a esto y estoy orgulloso.

Ahora, me gustaría ser un ejemplo para mis amigos del barrio, un ejemplo de alguien que quiso y pudo cambiar su destino, y no de alguien que tuvo suerte».

La clase de baile concluye, los quince futuros profesionales del circo agradecen al profesor y se preparan para la lección de equilibrio sobre las manos. «La motivación es de hierro», asegura Aurora. «Trabajan todo el tiempo y nunca faltan». Una motivación reforzada por el ‘Cirque du Soleil’ (Circo del Sol) que de manera reciente ofreció 80 plazas para su primer espectáculo en Buenos Aires.

swissinfo, Pierre Bratschi/InfoSud
(Traducción, Marcela Águila Rubín)

Mariana y Pablo requirieron toda su agilidad de trapecistas para reunir los fondos necesarios para dar vida a su circo.

Primero, porque es casi imposible presentar espectáculos de circo en Buenos Aires, ya que la colocación de lonas está prohibida en la capital argentina.

En segundo lugar, porque la municipalidad no participa en el proyecto.

El Circo Social del Sur llamó a todas las puertas de las embajadas y de las organizaciones no gubernamentales activas en el ámbito cultural.

La embajada suiza, seducida por el proyecto, convenció a la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) para que otorgara una subvención de 15.000 francos para el año 2008.

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